Cogidas de El Califa y Ricardo Ortiz

La corrida de Criado se tap¨® con los dos carretones y el toro simpl¨®n. Del resto, lo mejor es olvidarlo. A las primeras de cambio, la tarde se visti¨® de cenizo. Ricardo Ortiz hab¨ªa recibido al primero a porta gayola y lo hab¨ªa lanceado con parsimonia; el toro, alto de agujas, recibi¨® un puyazo y Ortiz quit¨® pausadamente por chicuelinas. Aguant¨® en dos pares, apur¨® exageradamente el tercero y fue prendido por el muslo derecho; corbat¨ªn a guisa de torniquete en la ingle y la taleguilla, blanca, que se va ti?endo de rojo oscuro.

Todos le piden que abandone, pero el matador se niega, dedica el brindis a Gal¨¢n y se dobla por bajo para cobrar despu¨¦s una serie de derechazos en los que aguant¨® una embestida bronca y desabrida. Nueva voltereta por el pit¨®n izquierdo, intento de serie por la derecha y, finalmente, acaba con el toro sobr¨¢ndole arrestos para saludar. Ya tiene compa?ero El Juli, de sanatorio, de valor y de hombr¨ªa.

El segundo era manso de los de cocear caballos; s¨®lo se le pudo picar tap¨¢ndole la salida en chiqueros. El toro hac¨ªa gui?os extra?os y, al primer pase por bajo, se peg¨® una costalada de la que no lleg¨® a recuperarse. En resumen, carne para incineraci¨®n.

El cuarto se raj¨® al final de la faena, pero hubo tiempo para que, esta vez, Rivera torease bien de capa y lograra buenos momentos con la muleta, hasta que el toro fue a menos y emprendi¨® viaje a chiqueros. Rivera recibi¨® al sexto con buenas ver¨®nicas, primero rodilla en tierra y despu¨¦s abriendo el comp¨¢s; falsa alarma, porque tras una vara larga y dos pares, el toro lleg¨® a la muleta sin fuerzas, recorrido, ni nada. Cuando Rivera acab¨® con ¨¦l, disminuy¨® el censo de mulas.

Lo del tercero supo a lidia antigua, porque antigua deb¨ªa ser la mal¨ªsima idea que el toro hab¨ªa mamado. Al tercer lance, empiton¨® al Califa y, ya en el suelo, lo tir¨® contra las tablas, donde se llev¨® un gran golpe en la cara; menos mal que la cosa qued¨® en susto y dolor.

Tras una larga puya y un tercio de banderillas complicado, lleg¨® a la muleta con un pit¨®n derecho realmente dif¨ªcil, pero lo que no se pod¨ªa esperar era que disparase con el izquierdo. El Califa lo machete¨® por bajo, mientras el toro hac¨ªa por ¨¦l, y dio buena cuenta del marrajo que no mereci¨® m¨¢s que una estocada inmisericorde. El quinto toro era blando de despatarrarse y, cuando estaba de pie, tiraba la cabeza arriba. Todo ello fue consecuencia de su poca fuerza y de una manifiesta invalidez que no debi¨® ser admitida, de ning¨²n modo, por la autoridad.