ETA vuelve al pasado, pero el pasado no vuelve
Las decenas de kilos de explosivos colocados ayer a las puertas de un hotel de Salou, en cuyo interior hab¨ªa unas 800 personas, habr¨ªan ocasionado una matanza si, como ha ocurrido otras veces, el desalojo se demora m¨¢s de lo previsto u ocurre cualquier otra circunstancia imprevista. Esta vez los terroristas avisaron con antelaci¨®n, pero no lo hicieron hace unos d¨ªas tras colocar unos explosivos en Ciudad Real, al paso del AVE, que pod¨ªan haber provocado un descarrilamiento catastr¨®fico. Lo mismo que el artefacto descubierto el 3 de agosto en las v¨ªas de otro tren a la altura de La Roda (Albacete).
La primera acci¨®n terrorista de ETA fue el intento de hacer descarrilar un tren en julio de 1962. Los nuevos dirigentes, forjados en el terrorismo callejero, parecen empe?ados en recrear como sea las condiciones en las que naci¨® ETA. El regreso a los atentados contra intereses tur¨ªsticos tambi¨¦n se inscribe entre las manifestaciones de esa voluntad desesperada de regreso al pasado. Tras varios a?os en que el terrorismo antitur¨ªstico hab¨ªa ca¨ªdo en desuso, ya van seis atentados de esa especialidad en 2001. En marzo hicieron estallar sendos coches bomba en las localidades costeras de Roses (matando a un mosso d'esquadra) y Gand¨ªa; en julio estuvieron a punto de provocar una masacre en el eropuerto de M¨¢laga.
La ofensiva contra el turismo es un residuo de la estrategia tercermundista que se propon¨ªa imitar la ETA fundacional. El planteamiento era que los sabotajes tendr¨ªan un coste tan elevado para la econom¨ªa que los gobernantes no tendr¨ªan m¨¢s remedio que ceder a las exigencias de los guerrilleros. Sin embargo, antes de llegar a ponerla en pr¨¢ctica, esa estrategia fue desechada, a finales de los sesenta, por considerar que era 'reaccionario' oponerse al progreso de las fuerzas productivas, etc¨¦tera. As¨ª, s¨®lo a finales de los setenta se produjeron los primeros atentados espec¨ªficamente dirigidos contra intereses tur¨ªsticos.
La ¨²ltima campa?a de este tipo se produjo en el verano de 1997, el del asesinato del concejal de Ermua Miguel ?ngel Blanco. La movilizaci¨®n que sigui¨® a aquel crimen convenci¨® a los jefes de ETA de que era ut¨®pico esperar que el Gobierno de Espa?a se aviniera a negociar con ellos. Vino entonces el giro hacia una estrategia frentista en la que a la violencia se le asign¨® la funci¨®n de presionar a los nacionalistas para que rompieran con las instituciones auton¨®micas. La vuelta a los atentados contra el turismo podr¨ªa interpretarse como un intento voluntarista de regresar a una estrategia dirigida a forzar la negociaci¨®n pol¨ªtica con el Gobierno. Sin embargo, el pacto antiterrorista PP-PSOE ha hecho a¨²n m¨¢s inveros¨ªmil esa posibilidad a ojos de los propios terroristas.
En esas condiciones, la ofensiva s¨®lo refleja la desorientaci¨®n de ETA. A la espera de que aparezca alg¨²n elemento que d¨¦ sentido a sus bombas, las coloca 'sin pararnos a medir las posibles consecuencias', como aconsejaba recientemente un te¨®rico senior de la lucha armada como '¨²nica posibilidad de obligar a dialogar y negociar al Gobierno espa?ol'.
La estrategia frentista sigue siendo, por tanto, la ¨²nica disponible, como confirma la insistencia de los jefes de ETA en responsabilizar a los nacionalistas de la continuidad del conflicto armado, aunque sea a otros a los que mata. De ah¨ª la importancia de la sorda batalla que se est¨¢ librando en el seno del nacionalismo democr¨¢tico entre quienes propugnan la ruptura definitiva con la estrategia de Lizarra y quienes se resisten a ello. Los modestos pero significativos acuerdos de coordinaci¨®n policial alcanzados esta semana y la decidida intervenci¨®n de la Ertzaintza contra la manifestaci¨®n prohibida de San Sebasti¨¢n tienen fuerte contenido pol¨ªtico. Pues no hay estrategia frentista sin la participaci¨®n del PNV, y si esa l¨ªnea se afianza ETA se quedar¨¢ sin estrategia. Lo cual es una de las condiciones necesarias para que en ese mundo triunfen las posiciones partidarias de poner fin a la violencia. La otra es que la cooperaci¨®n policial sea efectiva.
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