En la penumbra del balneario
En los sillones de rattan del vest¨ªbulo de la Agrupaci¨®n de Balnearios de La Vilavella se alcanza un sopor de gran calidad. La frescura del alicatado, la penumbra farin¨¢cea y el brillo casi licuado del piano inducen a echar una cabezada, mientras de un sal¨®n pr¨®ximo llega alg¨²n crujido cervical del grupo de jubilados que realiza una tabla de gimnasia a media ma?ana. En la cocina est¨¢n preparando paella a conciencia, y en el ambiente flota un llamamiento a la aton¨ªa, a que el agua y el arroz decidan por nosotros. No se puede pedir m¨¢s.
Son s¨ªntomas inequ¨ªvocos de que el proceso de vaciado de durezas ps¨ªquicas est¨¢ funcionando a la perfecci¨®n, y de que el cuerpo est¨¢ casi a punto para ser sometido a una purificaci¨®n m¨¢xima. La clave de la religi¨®n termal est¨¢ en cambiar la coraza psicol¨®gica por un albornoz y dejarse llevar por una traves¨ªa de hidromasajes y parafangos que culmina en las exhalaciones del vaporarium. Entonces el cuerpo queda diluido en el agua y su esencia es inodora, incolora e ins¨ªpida: el visitante es s¨®lo alma. Pero si uno comete la torpeza de dormirse en el vest¨ªbulo antes de empezar este proceso, su cerebro es devorado por una pesadilla tan feroz como un virus inform¨¢tico.
En todos los balnearios existe una sala de tortura donde una mujer corpulenta con aspecto de funcionaria de instituciones penitenciarias se encarga de protagonizar esa alucinaci¨®n. Esta matrona sit¨²a al cliente desnudo de cara a la pared y con una manguera a chorro dispara primero a la nuca sin piedad, y luego va repasando todo el esqueleto hasta casi despegarlo de la carne con la fuerza de la presi¨®n del agua, mientras desprecia a la v¨ªctima con una indiferencia de varias atm¨®sferas. El damnificado no despierta hasta un segundo antes de que el chorro de agua perfore la epidermis como un taladro y empiece a ser desollado.
Si uno ha llegado hasta aqu¨ª, su cuerpo aprecia mucho mejor las propiedades de esta agua dura de caracter¨ªsticas sulfatadas c¨¢lcicas que mana a unos 28 grados de la Font Calda. Est¨¢ especialmente indicada para el reumatismo, la artrosis, la artritis, la celulitis, la anquilosis y otras variedades de decadencia humana. Como muestra, aqu¨ª mismo el obispo Climent, que estaba arruinado por una hemiplejia, recuper¨® el habla y pudo decir misa. Seg¨²n parece, a este acu¨ªfero se le ha sacado rendimiento terap¨¦utico desde los d¨ªas de los romanos, pero es a partir del siglo XIX, cuando el conde de Cervell¨® compr¨® los ba?os existentes a los particulares, que La Vilavella se convirti¨® en una referencia termal y, sobre todo, en la residencia veraniega de los se?oritos de la capital, quienes cambiaron la cara del pueblo con las casas que se construyeron.
Por esos d¨ªas el pueblo lleg¨® a tener once casas de ba?os. Cervell¨® fue la m¨¢s distinguida de todas, y contaba con amplios jardines y un oratorio, que ahora ha quedado convertido en museo termal gracias a la tenacidad de Joan A. Vicent Cavaller, que es quien m¨¢s hace por la memoria de estos balnearios. A partir de la guerra, las casas de ba?os se sumieron en una decadencia profunda, y para eliminar la competencia entre ellas impulsaron la Agrupaci¨®n de Balnearios de La Vilavella, adoptando como sede el edificio de los ba?os Monlle¨®. Desde la fresca penumbra de su vest¨ªbulo, en el abismo del sopor, se oyen los zarpazos sobre las Termas Galofre, que quedaron al margen de la agrupaci¨®n y ahora est¨¢n siendo derruidas. Y si uno profundiza, percibe el eco remoto de los sermones del predicador Juan Benavent, que se mezclan con el vapor de la paella hasta conformar una misma substancia.
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