Grande y libre
George Bush, presidente de la hiperpotencia a la que nadie podr¨¢ hacer sombra en el terreno militar durante varias d¨¦cadas, quiere m¨¢s. Pide al Congreso m¨¢s gasto militar para poder aplicar una nueva doctrina militar que no tiene nombre a¨²n, pero que puede caraterizarse por una aplastante superioridad en cualquier tipo de conflicto y en el dominio del espacio, que en esta visi¨®n puede representar lo que el control de los mares fue en los siglos XVIII y XIX.
Es significativo que como nuevo jefe de la poderosa Junta de Jefes de Estado Mayor haya elegido al general Myers, hasta ahora n¨²mero dos, pero sobre todo un militar que tambi¨¦n considera el espacio como la pr¨®xima frontera para la defensa de EE UU, y que es un decidido partidario de la defensa antimisiles.
Este sesgo militarista tiene su impronta en una pol¨ªtica exterior de Washington que parece llevarse m¨¢s desde el Pent¨¢gono y de la Casa Blanca que desde el Departamento de Estado. El titular de la diplomacia, Colin Powell, pierde d¨ªa a d¨ªa poder e influencia ante Bush, que parece prestar m¨¢s atenci¨®n a su asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. Pero quien pesa de verdad es el Pent¨¢gono, con el vicepresidente Cheney, un ex del Departamento de Defensa, convertido en una especie de primer ministro, y su actual titular, Donald Rumsfeld, habiendo ocupado tambi¨¦n el cargo a?os atr¨¢s. Ello no quita para que pueda haber diferencias entre los militares y los pol¨ªticos sobre las prioridades de los gastos. La presencia de Myers facilitar¨¢ el triunfo de las tesis pol¨ªticas de Bush para impulsar el programa de escudo contra misiles.
Los republicanos pretenden no s¨®lo que EE UU sea grande, que ya lo es suficientemente, sino libre de ataduras, lo que se suele denominar unilateralismo. El ¨²ltimo intento de los republicanos en la C¨¢mara de Representantes, donde son mayor¨ªa, es hacer depender el pago de las deudas a la ONU de unas medidas radicales, que permitir¨ªan incluso el uso de la fuerza, contra el futuro Tribunal Penal Internacional (TPI) permanente. EE UU es el ¨²nico pa¨ªs occidental que rechaza el TPI -suscrito por 139 Estados, ratificado por 37, con lo que faltan otros 23 para su entrada en vigor-, aunque Clinton firmara su estatuto horas antes de dejar la Casa Blanca.
EE UU se ha negado a la prohibici¨®n de minas antipersonas, de pruebas nucleares, del protocolo sobre armas bacteriol¨®gicas, y ha rechazado la oferta de Pek¨ªn de un tratado para prohibir las armas en el espacio. Bush pretende, cuando le convenga o en la cumbre con Putin en Tejas en noviembre pr¨®ximo, deshacerse del Tratado ABM de 1972 que limita los sistemas antimisiles bal¨ªsticos, para poder desarrollar libremente el escudo que se ha convertido en su proyecto favorito. De hecho, el Pent¨¢gono ya ha contratado que una empresa empiece las obras en Alaska para preparar un centro de pruebas de sistemas antibal¨ªsticos, e intentar hacer posible que Bush se presente a la reelecci¨®n en 2004 con el escudo en parte operativo.
La pol¨ªtica de Bush es tambi¨¦n una manera de satisfacer al famoso 'complejo industrial-militar' que denunciara el presidente Eisenhower en su despedida en 1961, m¨¢s vivo que nunca en una potencia que empieza a debatir con cada vez m¨¢s intensidad si es o no un imperio y de qu¨¦ tipo. Cuando Wall Street est¨¢ en crisis, los valores de las industrias de defensa han ganado m¨¢s de un 40%.
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