Hacia una nueva bipolaridad
Este nuevo martes tambi¨¦n ha sido negro, no solamente para los desdichados ocupantes de los edificios de Nueva York, Washington, as¨ª como para la sociedad norteamericana en general que han sufrido el azote terrorista, sino tambi¨¦n para la Autoridad Nacional Palestina y su l¨ªder Yasir Arafat. Aunque cabe descontar que ninguna organizaci¨®n guerrillera al menos oficial, haya tenido nada que ver con la locura, ante la opini¨®n p¨²blica de Estados Unidos, si no se demuestra lo contrario, la misma idea de atentado lleva la marca de la barbarie ¨¢rabe-isl¨¢mica.
La diplomacia del presidente Bush hab¨ªa tratado de mantenerse relativamente al margen del problema de Oriente Pr¨®ximo. No es seguro, sin embargo, que ello fuera la mejor de las ideas, puesto que el primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon, ha gozado por esa raz¨®n de una mayor latitud de movimientos en la represi¨®n sobre el terreno. George W. Bush pretend¨ªa escapar, as¨ª, a los peligros del micromanagement del conflicto al que hab¨ªa medio jugado el ¨¦xito de su presidencia su antecesor, el dem¨®crata Bill Clinton. Muy al contrario, la Casa Blanca entend¨ªa que al problema le conven¨ªa un cierto enfriamiento. Pero, eso era desconocer la din¨¢mica de los hechos. Ni los palestinos, tras la Intifada de las Mezquitas, que estall¨® como protesta ante lo que ven como deliberada tergiversaci¨®n israel¨ª para no retirarse de los territorios ocupados, iban a observar moratoria alguna, ni Sharon, a despreciar la oportunidad de sancionar a sus anchas.
Y ahora, por a?adidura, Washington se encuentra no ya con el terror en casa, sino, mucho peor, con una instancia cargada de p¨®lizas de muerte para ocupar la posici¨®n de nada leal oposici¨®n universal. Si en el periodo 1989-91, con la ca¨ªda del muro y la defunci¨®n de la URSS, muri¨® un mundo bipolar, existen hoy grav¨ªsimos poderes que quieren resucitar la bipolaridad, s¨®lo que ahora el papel de Mosc¨² se lo arroga el terrorismo internacional.
Y todo ello parece que deber¨ªa poner fin a la deliberada distracci¨®n de la diplomacia norteamericana. Aunque ning¨²n palestino con representatividad digna de tal nombre tenga nada que ver con la tragedia, es veros¨ªmil que alguien que achaque la responsabilidad final de sus actos al comportamiento israel¨ª y el de sus protectores norteamericanos en el conflicto de Oriente Pr¨®ximo, sea el culpable del crimen; uno u otro Osama bin Laden.
El presidente Bush, arropado por la opini¨®n norteamericana, lo primero a lo que se hacom prometido es a buscar afanosamente para castigar a los culpables, y c¨®mo estos dif¨ªcilmente se dejan ver, es en la antigua Palestina donde reside lo m¨¢s pr¨®ximo y visible a este terrorismo de ambici¨®n apocal¨ªptica.
Clinton, en un caso que hoy parece incluso menor por cadav¨¦rica comparaci¨®n -los atentados contra dos embajadas de Estados Unidos en ?frica oriental- hab¨ªa reaccionado bombardeando una f¨¢brica de aspirinas en Sud¨¢n, y regado de bombas un par de campos del p¨¢ramo afgano, donde se supone que vela sus miserables armas el tal bin Laden. Bush podr¨¢ hacer algo similar, pero el peso pol¨ªtico de su ira no es imposible que caiga cerca de casa de Arafat, sin cuyo combate, puede pensar dentro de una caricatura de pensamiento pol¨ªtico, que no habr¨ªa terrorismo en ni procedente de Oriente Pr¨®ximo.
Cuantas m¨¢s facilidades da Ariel Sharon, con su evidente desprecio por cualquier posibilidad negociadora, a la causa palestina, tanto m¨¢s los adl¨¢teres de ¨¦sta nivelan el juego con atrocidades no s¨®lo criminales sino contraproducentes; en la clave interna de los territorios palestinos, por causa de Ham¨¢s, y en este disparate globalizador del terrorismo, por quien quiera que sea el responsable de la canallada de Nueva York. A este paso, los esfuerzos autodestructores de unos, los terroristas, y la fabricaci¨®n acelerada de clich¨¦s anti¨¢rabes, por parte de los otros, las grandes organizaciones norteamericanas fabricantes de presunto sentido, acabar¨¢n por conseguir que tenga raz¨®n Samuel Huntington, el profeta de la guerra civilizacional y bipolar entre el Occidente judeo-cristiano y el mundo integrista isl¨¢mi co.
Y nadie est¨¢ al abrigo de semejante insania; el que es capaz de obrar como se ha visto, no defiende causa alguna, sino que atenta contra la Humanidad. La respuesta, por tanto, a esta bipolaridad criminalmente asumida, no puede der puramente norteamericana. El mundo ha de saber dar caza al enemigo, pero entender, tambi¨¦n que aunque el horror que ha visitado Estados Unidos haya explotado tambi¨¦n ayer como una bomba en Palestina, eso no hace sino poner de relieve lo urgente de una soluci¨®n aceptable para las partes del conflicto de Oriente Pr¨®ximo.
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