'Me salv¨¦ porque no funcionaba el m¨®vil'
Luis Rojas Marcos, presidente de la sanidad p¨²blica en Nueva York, estuvo a punto de morir bajo los escombros
A las 8.49, apenas cuatro minutos despu¨¦s del primer ataque, el presidente del sistema de hospitales p¨²blicos de la ciudad de Nueva York, el psiquiatra sevillano de 58 a?os Luis Rojas Marcos, sentado en su despacho a un kil¨®metro de las Torres Gemelas, recibi¨® una llamada desde el Centro de Direcci¨®n de Emergencias. La unidad, seg¨²n relata Rojas Marcos en conversaci¨®n telef¨®nica desde Nueva York, es 'una especie de b¨²nker que cost¨® 25 millones de d¨®lares prepararlo para situaciones como ¨¦stas', ubicado en el piso 23 de la torre n¨²mero siete del World Trade Center.
En cuesti¨®n de tres minutos Rojas Marcos lleg¨® a los pies del fort¨ªn con su ch¨®fer. Justo al aparcar, un trozo enorme de cemento cay¨® en la parte trasera del autom¨®vil. Subieron en ascensor. En el piso 23 de ese edificio que estaba llamado a desplomarse unas horas m¨¢s tarde con sus 47 plantas, aguardaban al psiquiatra las autoridades m¨¢s poderosas de la ciudad, desde el jefe de bomberos hasta los mandos del FBI, pasando por los jefes de la polic¨ªa local. En total, unos 20, a excepci¨®n del alcalde, que se encontraba en camino.
'A los heridos les hemos dado papeles para que relaten lo que han visto. Es la manera de que no sufran pesadillas'
'Subo al piso 23 y en cinco minutos nos informan de que otro avi¨®n ha impactado en la segunda torre. Bajamos todos por las escaleras. Al salir a la calle con mi ayudante, el ch¨®fer, me encuentro al jefe de bomberos, Thomas van Essen, amigo m¨ªo. Le pregunto: '?Qu¨¦ vamos a hacer?' Y ¨¦l me dice que lo siga'.
'?l, de lo m¨¢s tranquilo, se sit¨²a al otro lado de la calle, junto al edificio de American Express, que tambi¨¦n se conoce como World Financial Center. Desde all¨ª instala su centro de control. A¨²n no hab¨ªa venido el segundo avi¨®n. Hab¨ªa all¨ª como unos 50 altos mandos del servicio de bomberos. Ando con Thomas 200 metros. Sigue a¨²n de lo m¨¢s tranquilo. Recibe una llamada del alcalde, que ven¨ªa en camino, y le pide que vaya a su encuentro. Mi intenci¨®n entonces es ponerme en contacto con nuestro mayor hospital p¨²blico de los 11 que dirijo. El Bellevue Hospital tiene 850 camas, est¨¢ preparado para todo tipo de traumas y adem¨¢s es el m¨¢s cercano al desastre de todos los centros p¨²blicos. Pero no puedo contactar con el Bellevue porque el m¨®vil no funciona. Ning¨²n m¨®vil funciona en ese momento'.
Ese detalle, que le llev¨® a marcharse de aquel lugar en busca de un tel¨¦fono fijo, salv¨® la vida a Rojas Marcos, que se enter¨® al d¨ªa siguiente de que todos los que se quedaron all¨ª murieron. Pero no le salv¨® de la angustia y la ansiedad que le aguardaban en aquella luminosa oficina del rascacielos conocido como Financial Center, adonde una persona que no hab¨ªa visto antes en su vida lo llevaba en busca de un tel¨¦fono.
'Entramos en una oficina de la primera planta del Financial Center. Hay como ocho o nueve personas. Llamo al hospital, empiezo a hablar con el director m¨¦dico. Llevo cuatro minutos hablando cuando empieza a temblar el edificio, se apaga la luz y como una nube blanca de polvo inmensa entra desde la calle. En ese momento sientes verdadero miedo'.
'Yo no conoc¨ªa el edificio, no sab¨ªa qu¨¦ hacer, todo estaba a oscuras y nadie parec¨ªa conocerlo tampoco. En estas situaciones suelen salir los h¨¦roes an¨®nimos. Un se?or que se identifica como teniente de polic¨ªa va y dice: 'Tenemos que agarrarnos todos y tratar de movernos'. A oscuras nos gu¨ªa, busca una puerta, que no era por la que hab¨ªamos entrado, y nos saca de all¨ª. En la calle s¨®lo se ve¨ªan trozos de metal, de cemento, de muro. La Torre Sur, la que aqu¨ª se conoce como la Torre Dos, acababa de derrumbarse. Eran las 9.59 minutos. Vi hacer esas torres en 1968, cuando emigr¨¦ a este pa¨ªs. Ve¨ªa c¨®mo sub¨ªan poco a poco cada ma?ana'.
'Pens¨¦ que yo ya no cumpl¨ªa ninguna funci¨®n ah¨ª donde estaba. Y decid¨ª irme con el ch¨®fer hacia el autom¨®vil, y de all¨ª, al hospital nuestro, que se encontraba a s¨®lo dos kil¨®metros de all¨ª. Por el camino hacia el coche vi muchos heridos y una cosa que no se me olvidar¨¢ en la vida: cinco o seis personas caer desde arriba. No se puede imaginar lo horripilante que es ver personas caer desde el piso 80 o 90'.
'Ya en el hospital empezaron a llegar heridos. Algunos llegaban muertos. Y muchas fracturas, muchas lesiones cerebrales... Habr¨ªa hospitalizadas unas 80 personas y pasaron unas 500 por all¨ª. El Bellevue es uno de los tres hospitales donde se est¨¢ tratando a los pacientes. Aunque los heridos no son muchos -en hospitales hay, incluyendo los privados, s¨®lo 1.200 personas atendidas-, esto s¨®lo quiere decir que la mayor¨ªa de los afectados est¨¢ bajo tierra'.
Los que presenciaron aquellas escenas no pueden olvidarlas. Los m¨¦dicos del Bellevue se han convertido estos d¨ªas en confesores de los heridos, que no logran quitarse de la cabeza los horrores. 'La imagen de los restos humanos se ha quedado grabada en la cabeza de muchos. Otros no dejan de recordar la experiencia terror¨ªfica de ver a una persona morirse y no poder hacer nada por ella, tener que abandonarla. Muchos recuerdan tambi¨¦n el acto de socorro o cari?o de quien le ayud¨® a salir de los escombros'.
'Casi todos tuvimos un buen samaritano cerca. La tragedia ha unido mucho a la ciudad. En la reuni¨®n que mantuve el mi¨¦rcoles con las autoridades, el jefe de polic¨ªa nos dec¨ªa que la criminalidad era m¨ªnima, casi inexistente. Hac¨ªa falta sangre y recibimos una avalancha de voluntarios en los tres hospitales con heridos. En el nuestro ha habido hasta tres horas de espera para donar sangre'.
'El mi¨¦rcoles me volv¨ª a encontrar con el jefe de bomberos. Me dijo que gracias a que recibi¨® la llamada del alcalde y a que a m¨ª no me funcionaba el m¨®vil, los dos salvamos la vida. Pero estaba muy afectado. Todos los bomberos que dirig¨ªan el cotarro, todos los que se encontraban en el centro de mando improvisado, fallecieron. Al menos 200 bomberos han muerto, incluido su hombre de confianza, el segundo en el mando'.
Mucha de la gente que se encontraba en las Torres Gemelas reh¨²sa hablar de su experiencia.
'A m¨ª me ha pasado un poco lo mismo. No quer¨ªa comentar nada. La reacci¨®n normal de las personas ante situaciones traum¨¢ticas es la de querer olvidarse. Es lo que los psiquiatras llaman represi¨®n del inconsciente de algo intolerable o insufrible. Sin embargo, el tratamiento de las secuelas o estr¨¦s postraum¨¢tico consiste precisamente en lo opuesto: hablar de lo visto, y cuanto m¨¢s, mejor. Crear un sentimiento de universalidad -'lo que a m¨ª me pasa, le pasa a otros'- es terap¨¦utico. En nuestros hospitales estamos haciendo que los heridos escriban sus historias. Organizamos tambi¨¦n grupos de 15 o 20 personas, dirigidos por un m¨¦dico, para que intercambien experiencias. Las secuelas pueden degenerar en situaciones cr¨®nicas: pesadillas, fobias a trabajar en un edificio alto, a entrar en un ascensor... Los estudios sobre guerras nos dicen que entre el 5% y el 10% de la poblaci¨®n afectada puede sufrir secuelas que se prolongan durante a?os'.
'Lo m¨¢s grave ahora es que hay miles de personas que no han encontrado a sus seres queridos. Van a las televisiones para que reproduzcan las fotos de los familiares, llegan a nuestro hospital con fotos preguntando por ellos. Y eso complica la recuperaci¨®n. El jueves por la noche hab¨ªa muchas personas con fotograf¨ªas de sus familiares y amigos que iban a la televisi¨®n y al hospital preguntando y llamando'.
Varios d¨ªas despu¨¦s del ataque, la centralita del hospital Bellevue continuaba sobrecargada.
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