Actuar sobre las causas profundas del drama
El drama ocurrido el pasado 11 de septiembre no s¨®lo reside en el horror de un acto que ha provocado la muerte de millares de personas en Nueva York y en Washington. La solidaridad sin fisuras con el pueblo norteamericano ante el terrorismo no solamente tiene que ser moral, ni ser meramente la expresi¨®n de la indignaci¨®n ante estos odiosos asesinatos. Debe concretarse en una cooperaci¨®n total en el ¨¢mbito de la lucha contra el terrorismo. Pero lo lamentable de este terrible drama es que lo est¨¢ acompa?ando una ret¨®rica que, a pesar de las precauciones adoptadas, es realmente preocupante. Bajo el efecto de la emoci¨®n, el presidente Bush habl¨® de 'cruzada', de 'lucha del Bien contra el Mal', de 'r¨¦plica devastadora', de 'guerra'. Algunos medios de comunicaci¨®n, ¨¢vidos de f¨®rmulas tajantes, han anunciado la guerra de Occidente contra Oriente, la guerra de la 'civilizaci¨®n' contra la 'barbarie', de los dem¨®cratas contra los 'locos de Allah', etc¨¦tera. El presidente Bush declar¨® ante el mundo: 'O bien est¨¢n con nosotros, o est¨¢n con los terroristas'. Dicho de otra manera, si no est¨¢n de acuerdo con nosotros se hacen c¨®mplices de los terroristas. ?Esto significa que la raz¨®n humana est¨¢ desde ahora supeditada a una verdad que s¨®lo saldr¨ªa de la boca del poder ejecutivo estadounidense?
Esta ret¨®rica es peligrosa. No s¨®lo porque algunas palabras, si manchan para siempre las conciencias, pueden en ciertos casos matar, sino porque tambi¨¦n -y all¨ª est¨¢ la gran victoria de los terroristas- justifican exactamente la imagen que los integristas quieren dar de las democracias en el mundo. ?Para Bin Laden y sus ac¨®litos, para los talib¨¢n, para todos los desesperados ca¨ªdos en sus manos en el mundo musulm¨¢n, no es Occidente el imperio de la fuerza brutal, de la arrogancia, del desprecio del islam, de las cruzadas siempre listas a desencadenarse? ?Cruel paradoja esta afligente simetr¨ªa de ret¨®rica maniquea en la designaci¨®n del enemigo!
La primera victoria contra el terrorismo ser¨ªa no reflejar la imagen que los integristas dan del mundo occidental al mundo musulm¨¢n. Adem¨¢s es ilusorio pensar que saldremos de este drama llamando a la sangre, a la destrucci¨®n, a la potencia ebria de s¨ª misma. ?Qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s de la venganza? ?No habr¨¢n otros Bin Laden y otros fan¨¢ticos? Esto no significa que Estados Unidos deba dejar de castigar ese crimen. Todo indica que las peores sospechas convergen hacia Bin Laden y sus ac¨®litos y hay que apoyarlas con hechos coincidentes. Sin duda la justicia tiene que castigar a los culpables. Pero nada ser¨ªa peor que talibanizar la fe de mil millones de musulmanes. El islam no es integrismo y Afganist¨¢n no se tiene que confundir con los talib¨¢n.
Ahora Estados Unidos tiene que interrogarse sobre las razones de su rechazo en el mundo isl¨¢mico. La intervenci¨®n que se est¨¢ preparando, aunque lo sea con la ayuda de pa¨ªses de la regi¨®n, no har¨¢ m¨¢s que aumentar los fuertes sentimientos de rechazo antinorteamericanos en esas poblaciones. B¨¢sicamente existen tres causas de esta situaci¨®n.
Primero, la pol¨ªtica de dos pesos, dos medidas, aplicada al conflicto israelo-palestino. Los Estados Unidos est¨¢n m¨¢s que implicados, est¨¢n considerados como los actores de una denegaci¨®n de justicia, ya que decidieron ser los ¨²nicos tutores de la paz, excluyendo cualquier otra potencia (Europa, Rusia, etc¨¦tera), y no quisieron imponer a los protagonistas el respeto escrupuloso de los acuerdos de Oslo (a pesar de los tard¨ªos esfuerzos de Bill Clinton).
Segundo, el fuerte sentimiento de injusticia compartido por la inmensa mayor¨ªa de las poblaciones del mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n ante la situaci¨®n infligida desde hace 10 a?os al pueblo iraqu¨ª. La crueldad del embargo, la indiferencia occidental ante este desastre humano, se perciben como una injusticia infinita. Ahora bien, se considera a Estados Unidos como principal responsable de esta situaci¨®n. E incluso los Gobiernos aliados en el mundo musulm¨¢n no se atreven a hacer suya esa pol¨ªtica.
Tercero, el apoyo a reg¨ªmenes en general corrompidos, habitualmente desp¨®ticos, despreciados por sus poblaciones, pero apoyados con mucha decisi¨®n bajo el pretexto de que 'estabilizan' el orden regional. Hoy en d¨ªa, Estados Unidos tiene la misma pol¨ªtica en el mundo musulm¨¢n que la que desarroll¨® en Am¨¦rica Latina: apoyo incondicional a las dictaduras y al conservadurismo. Arabia Saud¨ª, Pakist¨¢n, monarqu¨ªas avasalladas, la lista no es limitada...
Estos conflictos y los resentimientos que los acompa?an, a?adidos a la arrogancia de la industria cultural norteamericana, al ego¨ªsmo econ¨®mico, a la tendencia que tienen a dar lecciones de buena conducta mientras violan descaradamente estos preceptos afuera del pa¨ªs, constituyen el crisol del odio. Y alimentan una regresi¨®n identitaria simbolizada un poco en todas partes por un integrismo religioso que ha logrado, a pesar de su fracaso pol¨ªtico, arraigarse en amplios sectores de las poblaciones. Ah¨ª es donde los integristas reclutan a sus soldados de la muerte.
La mejor manera de apoyar a Estados Unidos no es ponerse firmes bajo sus exhortaciones, sino decirle la verdad, sostenerlo en las causas justas y renunciar a seguirlo en sus extrav¨ªos. Es ayudarlo a comprender la complejidad del mundo, m¨¢s all¨¢ de la buena conciencia del Bien en la cual est¨¢ instalado.
Es imperativo desarrollar la solidaridad y la cooperaci¨®n internacionales contra el terrorismo. Pero tambi¨¦n hay que sacar lecciones de este drama para evitar lo peor: combatir la injusticia por todo el mundo, defender reglas aceptadas por todos, incluso por los m¨¢s poderosos. En Oriente Pr¨®ximo, la paz norteamericana no funciona. Hay que reunir lo antes posible una conferencia internacional, que incluya a todos los pa¨ªses implicados de la regi¨®n, Estados Unidos, los pa¨ªses europeos y Rusia, para definir un acuerdo de paz mundialmente garantizado entre israel¨ªes y palestinos. No existe ninguna otra soluci¨®n si queremos evitar una tragedia de cien a?os, proveedora de odio y devoradora de sangre. Hay que tener fe, incluso a¨²n m¨¢s en esta ¨¦poca de desamparo, en una posible convivencia ¨¢rabe-israel¨ª. En Irak hay que levantar el embargo de manera urgente y apoyar a las fuerzas democr¨¢ticas de ese pa¨ªs. Y, por ¨²ltimo, hay que apostar por la modernizaci¨®n democr¨¢tica del mundo ¨¢rabo-musulm¨¢n, porque all¨ª tampoco existe otra soluci¨®n que el progreso econ¨®mico y social. Contestar a todos estos desaf¨ªos convertir¨¢ la lucha contra el terrorismo en m¨¢s leg¨ªtima ante todos y ayudar¨¢ a EE UU, m¨¢s all¨¢ que cualquier medida de retorsi¨®n, a salir agrandado de la terrible prueba que acaba de sufrir.
Sami Na?r es profesor invitado en la Universidad Carlos III y eurodiputado por el Partido Socialista Franc¨¦s.
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