La sombra de Vidri¨¦
En Algemes¨ª el rejoneo es de obligado cumplimiento. Esta feria no se concibe sin la presencia de un rejoneador. Digamos que es materia de primera necesidad. Aqu¨ª descubrieron hace ya muchos a?os a Manuel Vidrie y lo elevaron a los altares de lo taurino. Ning¨²n torero como ¨¦l, ni a pie ni a caballo, ha logrado acaparar tanto protagonismo y atenci¨®n de las pe?as. Desde que se retir¨®, las gentes de Algemes¨ª no se han visto prendadas por ning¨²n otro rejoneador. Hab¨ªa un vac¨ªo a pesar de que el rejoneo es para ellos la ilusi¨®n de cada d¨ªa de feria.
Hab¨ªa un vac¨ªo y, posiblemente, desde ayer esa necesidad se haya cubierto ya o est¨¦ a punto de hacerlo. Porque apareci¨® un joven rejoneador, ?lvaro Montes, que puso la plaza como nadie en esta feria la ha puesto todav¨ªa. Dio toda una lecci¨®n de buena monta, de excelente t¨¦cnica y, sobre todo, de una predisposici¨®n absoluta. Y esto ¨²ltimo, los algemesinenses lo pagan a precio de oro. Como complemento tuvo Montes un bravo novillo, el ¨²nico bravo de una novillada muy falta de casta. La lidia fue vibrante. En¨¦rgico y muy torero el rejoneador y bravo y con muchos pies el de Gim¨¦nez Indarte. Todo un espect¨¢culo. Se dej¨® tanto llegar el jinete que hubo un par de ocasiones en que la emoci¨®n casi se convierte en drama, porque el novillo lleg¨® a tropezar al caballo. La destreza de Montes salv¨® un percance que parec¨ªa inminente. La plaza, un clamor. Y m¨¢s en banderillas, sobre todo cuando coloc¨® dos de ellas en la suerte del viol¨ªn. La sombra del maestro Vidri¨¦ se proyect¨® sobre la arena.
Gim¨¦nez / Marcos, Alberto, Montes
Cinco novillos de Gim¨¦nez Indarte, desiguales, sin casta, muy parados. Leandro Marcos: estocada muy baja (oreja); estocada atravesada que asoma y media (palmas). Juan Alberto: tres pinchazos, media -aviso- y descabello (ovaci¨®n y saludos); pinchazo hondo (palmas). El rejoneador Alvaro Montes: un rej¨®n (dos orejas). Plaza de Algemes¨ª, 27 septiembre. 6? corrida de feria. Lleno.
El resto de la novillada fue una decepci¨®n. La culpa, los novillos de Gim¨¦nez Indarte.. Porque fue la novillada de menor trap¨ªo del abono y porque mansearon en varas y se apagaron al poco de iniciarse las faenas de muleta. El sexto, el mejor presentado, fue el remate a tan desesperante lote. No quiso saber nada de la lidia. Refugiado en tablas, no hubo manera de sacarlo ni para banderillearlo ni para pasarlo de muleta.
Ni Leandro Marcos ni Juan Alberto lograron sacar lucimiento. El oficio del vallisoletano fue suficiente para entonarse con el primero, aunque con escasa de emoci¨®n. En el cuarto no hubo nada relevante. El valenciano malogr¨® con la espada un estimable trabajo en el tercero y se estrell¨® con todas las de la ley en el ¨²ltimo.
Babelia
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