Matisse, melod¨ªas de color
Henri Matisse fue un experimentador incansable y un virtuoso del color. Una de las grandes figuras del arte del siglo XX, no s¨®lo plasm¨® en los lienzos la fuerza de su genio, sino que desarroll¨® en otros medios, como el dibujo, acuarelas, pasteles y collages de figuras recortadas, un universo de semejante poder de seducci¨®n. Una exposici¨®n en la Fundaci¨®n Juan March, de Madrid, re¨²ne una amplia muestra de su obra sobre papel, que abarca m¨¢s de medio siglo.
Entre el 5 de octubre de 2001 y el 20 de enero de 2002, se podr¨¢ visitar, en la Fundaci¨®n Juan March, de Madrid, la exposici¨®n titulada Matisse. Esp¨ªritu y sentido (obra sobre papel), que consta de 123 obras del genial artista franc¨¦s, nacido en Cateau-Cambr¨¦sis el a?o 1869 y muerto en Niza en 1954. La muestra, que se ha beneficiado con el asesoramiento de Marie-Th¨¦r¨¨se Pulvenys de S¨¦ligny, directora del Museo Matisse de Niza, re¨²ne un elenco de t¨¦cnicas diversas sobre papel -dibujos, acuarelas, pasteles, guaches, litograf¨ªas y linograbados-, que abarcan un arco cronol¨®gico muy amplio, entre 1900 y 1952. Por otra parte, no hay que olvidar que, en 1980, la Fundaci¨®n Juan March ya present¨® una retrospectiva de Matisse, pero que no estaba basada, como la presente, en el dibujo, detalle este que merece un comentario aparte. Por lo dem¨¢s, siendo Matisse, sin duda, una de las figuras capitales del arte del siglo XX y su representaci¨®n en las colecciones espa?olas tan parva, una iniciativa como la que nos ocupa debe ser recibida entre nosotros con el inter¨¦s excepcional que se merece.
Al margen de lo dicho, la expo
sici¨®n que nos visita no tiene, ni mucho menos, un planteamiento t¨®pico, porque se mueve en el territorio poco habitual del papel, que resulta, en principio, menos lucido para un artista adorado como colorista. En este sentido, no se puede ignorar que Matisse fue uno de los miembros y el principal mentor te¨®rico de los Fauves, una de las primeras vanguardias del XX caracterizada por un uso exaltado y atrabiliario del color. Pronto, no obstante, se comprob¨® que Matisse, como todo gran genio, no cab¨ªa en una etiqueta grupal y se desmarc¨® de estas rutas concertadas del vanguardismo militante para centrarse en su personal¨ªsima obra. En cualquier caso, su prodigioso sentido del color hizo que se pusiera ¨¦nfasis en esta dimensi¨®n sensual de su pintura y que se hiciera en detrimento de la riqu¨ªsima complejidad intelectual de su proyecto art¨ªstico, en absoluto reducible a un simple hedonismo corporal. Es cierto que Matisse estuvo muy atento, sobre todo, en el primer tramo de su trayectoria, a las sucesivas inquietudes vanguardistas, pero siempre con el sentido cr¨ªtico suficiente como para fijarse en los peculiares ritmos de los artistas primitivos o del arte oriental sin dejarse arrebatar fuera de su casi innato esp¨ªritu cl¨¢sico. As¨ª, por ejemplo, fue uno de los vanguardistas que capt¨® el alto valor de la lecci¨®n de Ingres, el paradigma reconocido de la defensa a ultranza del dibujo, aunque tambi¨¦n fuera uno de los mejores coloristas del arte franc¨¦s del XIX. Algo parecido, aunque a la inversa, le ocurri¨® a Matisse, soberbio colorista, que tambi¨¦n se encuentra entre los mejores dibujantes del XX.
En realidad, esp¨ªritu esclarecido, Matisse borr¨® la barrera de separaci¨®n entre dibujo y color, o, si se quiere, dibuj¨® con color y colore¨® con el dibujo. Cualquiera que observe su obra madura en Niza ha quedado admirado por su sutil trazo lineal, que tan excelente traslaci¨®n tuvo a la obra grabada, pero donde tal facultad se hizo de una evidente luminosa fue al final, cuando, mermado f¨ªsicamente, comenz¨® a recortar los colores, reinventando a su manera el esp¨ªritu del collage, que en ¨¦l se convirti¨® en una asombrosa planificaci¨®n o dise?o del espacio, aplicable a cualquier dimensi¨®n. Pero recortar el color a cuchillo o tijera ha sido siempre el oficio acerado del dibujante, que trata la materia como si se tratase de un patr¨®n mental. Otra de las cualidades dibuj¨ªsticas que marcan el talento y la sensibilidad creadoras de Matisse es su sentido musical, que no s¨®lo se resuelve con el cromatismo de los timbres, sino, sobre todo, con la melod¨ªa infinita del trazo, que se enrosca por vericuetos que enlazan los principios con los finales en un, habr¨ªa que decir, 'encurvamiento' mejor que alargamiento, de efecto, en todo caso, por igual estupefaciente.
Esta exposici¨®n nos revela la verdadera urdimbre creativa de Matisse, gracias, sobre todo, a la perspectiva elegida, pero tambi¨¦n pone en evidencia su constante inquietud, su gusto por la experimentaci¨®n y la amplitud de registro t¨¦cnico, que es lo propio ciertamente de un gran artista 'inteligente', o, si se quiere, como se ha subrayado en el t¨ªtulo de la convocatoria, de la grandeza de su esp¨ªritu, presente en todo lo que hizo y de la forma m¨¢s incansablemente constante.
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