M¨¢s ruido que nueces en tarde de regalos

Cinco orejas, cinco regalos, en una novillada m¨¢s ruidosa que sonora. Cinco orejas, cinco, que hinchan el resultado de un festejo medido con mucha generosidad por las pe?as con la complicidad presidencial. De esa manita de trofeos r¨¦stenle tres y la cosa se ajusta m¨¢s a la realidad.

De entrada, de la novillada de Yerbabuena s¨®lo lleg¨® al aprobado el segundo. El resto fue un lote manso, flojo y con alarmante falta de casta. Aquel que hizo segundo tuvo un defecto y una virtud: fue el de menos fuerza, pero derroch¨® calidad con generosidad. Esta virtud tap¨® tan evidente defecto.

Tres orejas cort¨® C¨¦sar Jim¨¦nez, el visitante, y dos Juan Alberto, el torero local: un dos en la quiniela. El madrile?o anduvo m¨¢s t¨¦cnico, con m¨¢s luces y con gran torer¨ªa en el manso quinto que en el bueno segundo. En el que cerr¨® plaza, su labor estuvo muy matizada t¨¦cnicamente, adem¨¢s de presidirla el buen gusto y la torer¨ªa. Antes, con el segundo tuvo solvencia lidiadora, pero dio la impresi¨®n de no acabar de redondear una faena de buen concepto, pero de menos recursos.

Una gran voluntad derroch¨® Juan Alberto ante sus dos novillos. Apoyado por sus paisanos, y gracias a los efectismos finales, remat¨® su mejor faena en esta feria con el primer novillo. Serio y responsable ante el cuarto, en una porf¨ªa in¨²til, pero muy voluntariosa.

?lvaro Montes estuvo desafortunado en su segunda actuaci¨®n. Fue derribado al clavar el primer rej¨®n y se salv¨® milagrosamente de un serio percance. A partir de ah¨ª se descentr¨®. Su labor result¨® muy larga y abus¨® de clavar excesivas banderillas. Termin¨® por descordar al novillo.