La ret¨®rica hunde al Madrid
El equipo de Del Bosque desperdicia sus oportunidades y permite el empate del Valladolid
Por ese pecado barroco concedi¨® el empate. Muy al final, Blanco marc¨® de tiro libre y destroz¨® al Madrid.
REAL MADRID 2| VALLADOLID 2
Real Madrid: Casillas; Michel Salgado, Hierro, Karanka, Roberto Carlos; Figo, Makelele, Zidane, McManaman (Morientes, m. 90); Ra¨²l y Munitis (Guti, m. 75). Valladolid: Ricardo; Torres G¨®mez, Pe?a, Tena, Marcos; Sales, Lozano (P¨¦rez Caminero, m 75), Fernando (Cuauhtemoc, m. 81), Ricchetti, Chema (Eusebio, m. 90); Fernando y Tote. Goles: 1-0. M. 4. Figo recoge un bal¨®n en la banda derecha que culmina con un centro que cabecea Zidane. 1-1. M. 5. Fernando remata un centro de Tote con los madridista parados al pensar que el ¨¢rbitro hab¨ªa pitado. 2-1. M. 18. Munitis pasa en profundidad a Ra¨²l, que, a la salida de Ricarlo, le levanta la pelota en vaselina. 2-2. M. 88. Cuauhtemoc, de golpe franco. ?rbitro: T¨¦llez S¨¢nchez. Amonest¨® a R. Carlos, Karanka, Pe?a y Michel Salgado. Unos 45.000 espectadores en el campo del Santiago Bernab¨¦u.
Definitivamente el Madrid ha mandado al carajo la t¨¢ctica y se ha entregado al rapto de sus estrellas. No pod¨ªa ser de otra manera. Por tradici¨®n, ha sido un equipo m¨¢s preparado para la l¨ªrica que para el sacrificio y los rigores de la pizarra. Lo que antes era propensi¨®n ahora es obsesi¨®n. El Madrid se ve en el campo con tan buenos jugadores que no hay forma de recordarles ciertos deberes. Ataca hasta la exageraci¨®n, con delanteros, centrocampistas y laterales. Todos a la vez, hasta la imprudencia, con Michel Salgado acompa?ando a Roberto Carlos por el otro lado, con la retaguardia descubierta, confiando en el indudable ingenio de gente como Zidane, Ra¨²l y Figo, sin pensar demasiado en el castigo de un contragolpe. El caso es que el Madrid ofreci¨® un brillante partido frente al Valladolid, pero incurri¨® en un error que le ha mortificado durante todo la temporada. Le cuesta manejar los resultados cortos porque su defensa no est¨¢ a la altura de su ataque. O porque no guarda las cautelas defensivas necesarias para evitarse problemas. Es un equipo capaz de desplegar un juego maravilloso, y eso es exactamente lo que hizo en el primer tiempo, pero su desequilibrio le expone a situaciones cr¨ªticas cuando no acaba de romper los partidos.
En todas sus victorias ha marcado m¨¢s de tres goles. Si no alcanza esa cifra, el Madrid se aboca al sufrimiento. Por esa raz¨®n perdi¨® frente al Valencia y el Betis, y lo mismo ocurri¨® en su empate con el M¨¢laga. En los tres partidos tuvo sus buenos momentos, y hasta excelentes, pero termin¨® preso de sus deficiencias defensivas y de un cierto vicio ret¨®rico que le impidi¨® ultimar a sus rivales. Lo mismo sucedi¨® ayer. Su primoroso primer tiempo no abri¨® la brecha suficiente: el Valladolid se sinti¨® dentro del partido a pesar de su manifiesta inferioridad. Y como el Madrid no puso el colch¨®n de seguridad, termin¨® como acostumbra en estos casos, con una decepci¨®n descomunal: el m¨¦xicano Blanco emboc¨® un tiro libre en el minuto 87 y ya no hubo reacci¨®n posible.
En varias fases del partido, el Madrid jug¨® con una pureza deslumbrante. Las conexiones eran continuas, precisas y veloces, casi todas alrededor de Zidane, jugador imponente. En Zidane se aprecia mejor que en ninguno la vieja m¨¢xima de tocar y moverse. Por lo general, tiende a las soluciones sencillas, a un toque, casi siempre devastadoras para el equipo contrario. Pero tampoco es una tonter¨ªa verle cabalgar con su tranco largo y poderoso, limpiando gente por el camino. Y adem¨¢s llega. Zidane marc¨® el primer tanto -el tercero en la cuenta de la Liga- y dirigi¨® con categor¨ªa al Madrid, que ofreci¨® un juego espectacular en la primera parte. Se gust¨® tanto que cay¨® en el barroquismo donde menos conviene. No convirti¨® sus numerosas oportunidades por su excesiva inclinaci¨®n al adorno. Y cuando no se entreten¨ªan en goyer¨ªas, se encontraban con Ricardo, que desbarat¨® bastante remates.
A diferencia del inerme Espanyol que sali¨® goleado de Chamart¨ªn, el Valladolid no se rindi¨®. Fue inferior, pero se busc¨® la manera con cierta entereza. Por lo menos ten¨ªa un plan. Sab¨ªa de las obsesiones del Madrid y se cuid¨® de poner alguien a la espalda de Roberto Carlos, con la intenci¨®n de aprovechar el vac¨ªo en la banda izquierda. A veces entraba Sales por ese lado y en ocasiones aparec¨ªa Tote, que gener¨® algunas dificultades a los centrales. Claro que a la hora de crearse dificultades, el peor enemigo del Madrid fue el Madrid. Permiti¨® el empate en una jugada absurda donde todos los jugadores se detuvieron. En medio del despiste, y como si no quiere la cosa, la pelota lleg¨® a Tote, que la empuj¨® a la red. Uno de los goles tontos de la temporada.
La reacci¨®n del Madrid fue instant¨¢nea. Lleg¨® al ¨¢rea con rapidez y claridad, con un f¨²tbol f¨¢cil que s¨®lo se concret¨® en el gol de Ra¨²l. El brillante ejercicio madridista estaba finalmente destinado a la pirotecnia. No aprovech¨® sus abundantes oportunidades y termin¨® enredado en el partido que menos le conven¨ªa. Expuesto a cualquier calamidad, el Madrid fue fiel a si mismo. Cuando Blanco transform¨® el tiro libre, qued¨® claro que el Madrid gana por goleada o no gana.
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