Lo moral y lo pol¨ªtico del nacionalismo vasco
1. Euskadi es una sociedad regida por un grupo primario que se constituye y se busca como comunidad de nacionalistas vascos. Es, adem¨¢s, todo el resto de vascos, casi otra media sociedad que, sin ser nacionalista, se compone de un conglomerado de vascos de izquierda, centro y derecha que se sienten nacionalistas espa?oles o, simplemente, ciudadanos vascos y espa?oles.
El estado de cosas pol¨ªtico vasco consiste en un poder de Estado (Gobierno vasco), ¨²nico recurso de todos los vascos para la obtenci¨®n de sus bienes sociales. El bien mayor es la paz y el orden p¨²blico, un bien instrumental para gestionar la igualdad de todos los vascos tras el logro de cuanto cada cual pueda decidir sobre su modo particular de vida buena sin constre?ir la de ning¨²n otro.
2. Los nacionalistas que gestionan desde el poder ese bien no son neutrales ante ¨¦l, pues suponen que s¨®lo sus proyectos de vida buena deben triunfar y, tambi¨¦n, que su legitimidad es intr¨ªnsecamente superior a cualquiera de sus ciudadanos o incluso a la otra mitad de la sociedad vasca, la no-nacionalista precisamente. En cambio, no se cumple la rec¨ªproca, es decir, los no-nacionalistas no suponen como ellos.
En efecto, cuando la comunidad de nacionalistas vascos sostiene, en la versi¨®n m¨¢s moderada (la del ¨²ltimo Ibarretxe, por ejemplo), que 'el futuro de los vascos debe estar en manos de la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca', no pretende sostener la obviedad y esperanza democr¨¢ticas de que las cosas de ma?ana sean de la misma naturaleza pol¨ªtica a lo que son hoy, es decir, democr¨¢ticas. Lo que pretende m¨¢s bien es hacerle reconocer al resto de vascos y de espa?oles que, aceptado el estado de cosas pol¨ªtico actual como un mal menor, su proyecto de futuro nacional ha de activarse de manera que sea el ¨²nico y vigente en Euskadi. Porque hasta que no sea as¨ª, la comunidad nacionalista siempre seguir¨¢ reivindicando 'que el futuro est¨¦ en las manos de la sociedad vasca': pues el futuro no lo proyecta como acumulaci¨®n de presentes tan democr¨¢ticos como el actual, sino como obtenci¨®n del programa nacionalista total (construcci¨®n nacional). Es decir, el nacionalismo se considera a s¨ª mismo como el mayor bien de todos los pensables para la sociedad vasca; y tras ello se activa a diario desde las instituciones. Adem¨¢s, ningunea a los ciudadanos vascos en sus intereses y deseos no-nacionalistas porque, al ser casi ininterrumpidamente legitimado por las urnas como mayor¨ªa (siquiera exigua), sostiene que su superioridad estriba en reflejar adecuadamente los intereses de toda la sociedad. Esto le lleva a suponer con incre¨ªble inmoralidad que los vascos que no pertenecen a su intenci¨®n comunitarista pertenecen a alguna otra de 'fuera' ('los de Madrid') y que la alternancia democr¨¢tica ser¨ªa lo peor para el conjunto de intereses de la sociedad vasca.
Y, por el contrario, entre los no-nacionalistas no existe ninguna agrupaci¨®n ideol¨®gica que sostenga nada parecido ni act¨²e sin neutralidad ante la cuesti¨®n de gestionar el m¨¢ximo bien instrumental, la paz y el orden p¨²blico. Esto est¨¢ claro en su pr¨¢ctica pol¨ªtica, tanto durante su ¨¦poca de gesti¨®n del Gobierno (espa?ol y vasco) como durante su trayectoria en la oposici¨®n: pr¨¢ctica de no suponerse los depositarios del mejor modo de vida buena ni, en consecuencia, sostener que su ejercicio del poder haya representado los intereses del conjunto de los espa?oles o vascos. Es m¨¢s, much¨ªsimos de ellos suponen ya que Espa?a ha sido un azar hist¨®rico que no acoge bien ni integra culturalmente todav¨ªa a una buena parte de espa?oles y no espa?oles, pero que desde ese azar hay que partir para construir un hogar de inclusi¨®n del otro (la mujer, el gitano, el inmigrante, el homosexual, por citar algunos).
3. Un corolario de lo anterior es que el Gobierno nacionalista, en tanto su pol¨ªtica est¨¦ dirigida por ese anclaje moral de falta de neutralidad ante el bien instrumental mayor, no solamente no ser¨¢ beligerante con ETA ni proceder¨¢ a luchar contra sus manifestaciones fascistas callejeras de aterrorizaci¨®n de los ciudadanos vascos, sino que no buscar¨¢ la inclusi¨®n del 'otro' no-nacionalista como aspecto central de su pol¨ªtica. El anclaje moral de neutralidad que se exige a¨²n al nacionalismo vasco para hacer pol¨ªtica democr¨¢tica consistir¨ªa en su disposici¨®n a participar en un di¨¢logo acerca de sus concepciones del bien con el resto de ciudadanos que no son de su comunidad primaria. Es decir, que abandonando su victimismo ante la cr¨ªtica y tambi¨¦n su intenci¨®n totalitaria de sostener que es la ideolog¨ªa mejor y m¨¢s adecuada al conjunto de la sociedad vasca, reconsidere su ideal moral de unificaci¨®n comunitaria o construcci¨®n nacional. ?sta, la construcci¨®n nacional, es pol¨ªticamente peligrosa porque es moralmente mala al estar siempre basada en jugar la carta del triunfo o, dicho de otro modo, al suponer siempre como supremo su punto de vista moral sobre los dem¨¢s (por cierto, es el mismo defecto de la ideolog¨ªa proletaria leninista de construcci¨®n socialista).
En consecuencia, la institucionalizaci¨®n de mesas de paz, debates sobre la paz y planes de orden p¨²blico que hace el Gobierno nacionalista desde su actual intencionalidad constituye siempre alguna trampa pol¨ªtica fundada sobre una ausencia de moralidad.
4. El nacionalismo -y, desgraciadamente, tambi¨¦n la mayor parte de la oposici¨®n- da por supuesto que su Gobierno vasco es democr¨¢tico y es una forma de poder leg¨ªtima. Pero esto s¨®lo llega a ser una fictio juris o procedimental avalada por el supuesto incorrecto de que la democracia s¨®lo fuese un mero uso del procedimiento de gobierno mayoritario tras expresi¨®n de la voluntad general o ejercicio de la libertad en los comicios (una voz, un voto). Seg¨²n ese supuesto, Hitler, que lleg¨® al poder democr¨¢ticamente, solamente se equivoc¨® en no haber sabido seguir usando el procedimiento democr¨¢tico, porque ?no podr¨ªa haber llegado perfectamente a los mismos efectos a los que lleg¨®, favoreciendo que los grupos nazis fueran aut¨®nomos ejercitando la violencia callejera en aras a crear suficiente terror social para que los parlamentarios alemanes votasen democr¨¢ticamente cr¨¦ditos de guerra contra las naciones vecinas, as¨ª como el exterminio de los jud¨ªos, comunistas y gitanos, etc¨¦tera? Es decir, si a un Hitler parlamentarista se le hubiera ocurrido un an¨¢logo del Pacto de Estella-Lizarra para lograr a lo bestia lo que logr¨® sin ¨¦l, ?no hubiera sido democr¨¢tico su procedimiento?
No, el poder de un Gobierno democr¨¢tico no es leg¨ªtimo s¨®lo por el uso de ese procedimiento del voto mayoritario, sino que requiere, adem¨¢s, la norma de la comunicaci¨®n p¨²blica o lo que los analistas (como Seyla Benhabib, profundizando a Apel y Habermas) llaman la reciprocidad igualitaria: que cada ciudadano tenga 'igual oportunidad de hacer afirmaciones, recomendaciones y explicaciones..., iguales oportunidades de expresar sus deseos, sus anhelos y sus sentimientos'. Es decir, que dentro de la situaci¨®n de di¨¢logo p¨²blico, cuantos hablan se sientan libres para tematizar las relaciones de poder, de manera que el reconocimiento rec¨ªproco est¨¦ siempre en situaci¨®n de abogar por una extensi¨®n cada vez m¨¢s amplia y una pr¨¢ctica continua.
Y esto s¨ª se daba en otros gobiernos democr¨¢ticos del mundo en la ¨¦poca de Hitler. Se daba algo y se da hoy mucho m¨¢s, puesto que -adem¨¢s de procedimentalmente correctos- constituyen un espacio implicado en ver a qu¨¦ cuestiones privadas se les est¨¢ impidiendo volverse p¨²blicas, a ver qu¨¦ grupos no tienen acceso a los medios de expresi¨®n p¨²blica o a defender su inclusi¨®n en el discurso de la legitimidad. As¨ª es como la esclavitud americana dej¨® de ser una cuesti¨®n privada entre amos y esclavos para volverse una cuesti¨®n p¨²blica, la de los ciudadanos afroamericanos. As¨ª es como las clases trabajadoras dejaron de ser un mero asunto de contrataci¨®n privada entre patrones y obreros para volverse una cuesti¨®n p¨²blica. As¨ª es como llegaron a convertirse los pueblos colonizados en asunto p¨²blico de la propia metr¨®poli; as¨ª las mujeres han ido rompiendo su enclaustramiento privado en lo dom¨¦stico; as¨ª los gay y lesbianas, as¨ª los inmigrantes llegar¨¢n a serlo. Y as¨ª y as¨ª, pues para eso es la democracia, para cuestionar permanentemente las relaciones de poder a base de incluir a los excluidos en el c¨ªrculo p¨²blico.
5. Euskadi, el espacio pol¨ªtico donde s¨®lo una parte de la poblaci¨®n es asesinada, extorsionada y amedrentada, no es todav¨ªa un espacio de poder legitimado porque su ¨¢mbito est¨¢ constituido ¨²nicamente en t¨¦rminos de dominio de actividades estatales (el lehendakari a la cabeza) sin ¨¢mbito p¨²blico de di¨¢logo. Las v¨ªctimas y amenazados, los extorsionados y amedrentados, excluidos de la reciprocidad igualitaria y de cualquier ¨¢mbito dialog¨ªstico, son tratados a¨²n como un asunto privado. El que en la Zum¨¢rraga que fue gobernada por socialistas hayan dimitido ya todos sus ediles, y el que en otras villas y comarcas enteras nadie ose presentarse candidato municipal por el PP o el PSOE, sigue siendo a¨²n tratado como asunto privado por el poder estatal nacionalista. Y esta facticidad no pod¨ªa ser sino una consecuencia pol¨ªtica inevitable de aquella causa moral que he enunciado antes.
?C¨®mo caminar¨¢ el Gobierno vasco hacia su legitimaci¨®n democr¨¢tica? Solamente si abandona considerar como cuesti¨®n privada la cuesti¨®n de la v¨ªctima y del amenazado, del extorsionado y amedrentado, y la eleva ahora mismo, en el Parlamento, a cuesti¨®n p¨²blica, la cuesti¨®n central de la paz y del orden p¨²blico:
- Afirmando con rotundidad que existen v¨ªctimas y existen verdugos, sin que se haya dado ning¨²n conflicto pol¨ªtico ni entre ellos ni en el seno de la ciudadan¨ªa
- Sosteniendo que no hay ninguna idea nacionalista que haya sido defendida asesinando a la v¨ªctima o que haya sido expresada por el asesinato y el terror
- Manteniendo la inocencia completa de la v¨ªctima y la injusticia total del verdugo. Y que ¨¦ste nunca es inocente, por mucho que est¨¦ sufriendo
- Admitiendo que si hay v¨ªctima y hay verdugo es porque existe un hecho pol¨ªtico fundacional que ya nos posibilita vivir en paz, la Constituci¨®n y el Estatuto. De lo contrario, no habr¨ªa v¨ªctimas y verdugos, sino muertos tontos y asesinos listos.
- Concienci¨¢ndose de que la rehumanizaci¨®n del verdugo es una tarea que depende de ¨¦l mismo y no de impulsar no se sabe qu¨¦ modificaciones territoriales del lugar donde cumplen con la justicia.
- Haciendo causa com¨²n p¨²blica con los partidos de oposici¨®n que no pueden presentar candidaturas propias en aras a promover en esos lugares de exclusi¨®n una ¨²nica candidatura de expresi¨®n c¨ªvica.
Mikel Azurmendi es profesor y escritor.
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