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Afganist¨¢n, un pa¨ªs desintegrado (I)

El conflicto afgano no es s¨®lo una guerra civil; los Estados vecinos est¨¢n involucrados en la crisis

El conflicto afgano no es s¨®lo una guerra civil. Es una pugna entre Estados en la que est¨¢n involucrados actores oficiales y privados de todos los pa¨ªses fronterizos y m¨¢s all¨¢. La econom¨ªa de guerra de Afganist¨¢n es tambi¨¦n una econom¨ªa de guerra abierta y no est¨¢ limitada a sus fronteras.

La transformaci¨®n experimentada por una econom¨ªa de guerra delictiva es la clave no s¨®lo para Afganist¨¢n sino tambi¨¦n para toda Asia Central. La estabilidad econ¨®mica y pol¨ªtica de Pakist¨¢n y Tayikist¨¢n, en particular, est¨¢ amenazada por los fen¨®menos asociados con la econom¨ªa pol¨ªtica de Afganist¨¢n.

No puede reconstruirse la sociedad afgana anterior al conflicto, en 1978, pero las estructuras del a?o 2000 se desarrollaron a partir de las transformaciones de aquella sociedad fr¨¢gil y fragmentada. En los a?os sesenta y setenta, Afganist¨¢n ten¨ªa una sociedad y una econom¨ªa bifurcadas entre una econom¨ªa rural, mayoritariamente de subsistencia, y una econom¨ªa urbana dependiente del Estado. Este obten¨ªa la mayor parte de sus ingresos de las conexiones con otros Estados y mercados, benefici¨¢ndose en ocasiones de las tensiones de la Guerra Fr¨ªa entre Mosc¨² y Washington. La agricultura y la cr¨ªa de animales dom¨¦sticos supon¨ªa cerca del 60% del PIB y cerca del 85% de la poblaci¨®n depend¨ªa de la econom¨ªa rural para su subsistencia. A comienzos de los a?os setenta los economistas estimaban que la econom¨ªa sumergida s¨®lo alcanzaba el 40% del total. Esta aument¨® hasta casi el 60% a finales de los a?os setenta como resultado de la expansi¨®n de los mercados nacionales despu¨¦s de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica construyera una carretera circular que recorr¨ªa el pa¨ªs entero y del incremento de las remesas de los trabajadores afganos que inundaron los pr¨®speros pa¨ªses del Golfo y de Oriente Pr¨®ximo tras el aumento del precio del petr¨®leo, en 1973.

Los cambios en el papel de la mujer fueron fen¨®menos enteramente urbanos
La ayuda humanitaria fund¨® una base estable para los muyaid¨ªn
Mientras la guerra se intensificaba, los l¨ªderes comenzaron a depender de la ayuda exterior
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El gasto p¨²blico supon¨ªa menos del 10% de la econom¨ªa total.Los ingresos del Gobierno en concepto de impuestos eran a¨²n inferiores, limit¨¢ndose a peque?os sectores urbanos de Kabul. A partir de los primeros a?os cincuenta hasta finales de los sesenta, la ayuda extranjera alcanzaba el 45% o m¨¢s del presupuesto, incluyendo todos los proyectos de desarrollo. La ayuda declin¨® a comienzos de los setenta debido al relajamiento de la tensi¨®n entre las superpotencias y fue reemplazada por la exportaci¨®n de gas natural del norte de Afganist¨¢n hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Estos estos ingresos siguieron financiando un poco menos de la mitad del presupuesto. La mayor¨ªa de lo que quedaba llegaba de las tarifas impuestas a los pocos at¨ªrculos importados y de los impuestos sobre los monopolios y productos controlados por el Estado como la gasolina y el tabaco.

El resultado fue un gobierno aut¨®nomo, separado de buena parte de la sociedad que administraba. Ten¨ªa manos libres para impulsar reformas en las partes limitadas de la sociedad que controlaba, pero no pod¨ªa transformar o gobernar la sociedad rural (el 85% del pa¨ªs). Cuando las ¨¦lites fueron depuestas por una serie de golpes de Estado en 1973, 1978 y 1979, tuvo pocos recursos organizativos a los que recurrir. La resistencia se desarroll¨® sobre todo aislada de los gobernantes anteriores al conflicto, a quienes Pakist¨¢n impidi¨® reconstruir un nacionalismo afgano.

Afganist¨¢n estaba entre los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, pero carec¨ªa de la agobiante pobreza de otras sociedades ex coloniales con un alto grado de penetraci¨®n capitalista. Su sociedad rural todav¨ªa contaba con una red de seguridad basada en una ¨¦tica de reciprocidad asim¨¦trica dentro de un sistema de grupos unidos por lazos de parentesco (qawm). Esta solidaridad fue lentamente socavada por la incursi¨®n de los mercados y de la educaci¨®n, pero el proceso estaba bastante menos avanzado que en el Asia Central sovi¨¦tica o en los capitalistas Ir¨¢n y Pakist¨¢n.

Las sociedades urbanas depend¨ªan de las actividades de redistribuci¨®n del Estado embrionario. El sector privado estaba mayoritariamente limitado al comercio y el Estado controlaba la mayor parte del empleo urbano. El Estado dominaba tambi¨¦n todo el sistema educativo (secular e isl¨¢mico), que se expandi¨® r¨¢pidamente a partir de los a?os cincuenta. La excepci¨®n eran las escuelas rurales isl¨¢micas (madrazas), que perdieron influencia y prestigio debido a sus niveles asombrosamente bajos. Los talib¨¢n emergieron de estas madrazas (y de similares instituciones en Pakist¨¢n), despu¨¦s de una generaci¨®n de destrucci¨®n de las escuelas estatales y de las ¨¦lites (nacionalistas, comunistas, islamistas) que ellas hab¨ªan formado.

Los cambios en el papel de la mujer, incluyendo el uso voluntario del velo, la educaci¨®n secular y el empleo profesional fueron fen¨®menos enteramente urbanos dependientes de los sectores del Estado y del capricho de los mandatarios. Fueron decretados por los m¨¢s altos mandos del Estado para imponer su propia visi¨®n de la modernidad. El subsecuente colapso y p¨¦rdida de legitimaci¨®n de los d¨¦biles esfuerzos modernizadores del Estado tambi¨¦n supuso un debilitamiento del apoyo institucional para que las mujeres desempe?aran papeles p¨²blicos.

Durante la fase sovi¨¦tica del conflicto afgano (1979-1989), la bifurcaci¨®n de la sociedad y de la econom¨ªa afganas aument¨® a¨²n m¨¢s y algunos factores nuevos emergieron. Primero, la dependencia de l¨ªderes que compet¨ªan entre ellos por la asistencia militar de origen pol¨ªtico, especialmente de EE UU/Pakist¨¢n y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Segundo, la creciente dependencia de la poblaci¨®n de la subsistencia de ayuda humanitaria de origen pol¨ªtico, una vez m¨¢s de EE UU/Pakist¨¢n y sus aliados de Europa occidental y Escandinavia, y por otro lado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sus aliados del Pacto de Varsovia. Tercero, la destrucci¨®n de la econom¨ªa rural de subsistencia tras 10 a?os de actividad guerrillera de los muyaid¨ªn y las t¨¢cticas de tierra quemada de la contrainsurgencia del Gobierno de Kabul. Cuarto, el r¨¢pido despoblamiento del Afganist¨¢n rural y la consiguiente urbanizaci¨®n del pa¨ªs, incluyendo el desplazamiento de campesinos hacia las ciudades afganas y la huida de millones de refugiados rurales hacia los campos y ciudades de Pakist¨¢n e Ir¨¢n. Quinto, a causa de la masiva emigraci¨®n rural al extranjero se crearon comunidades de guerreros-refugiados en Pakist¨¢n e Ir¨¢n, y en la toda la regi¨®n de la di¨¢spora afgana se convirtieron en importantes actores en la pol¨ªtica interior de los Estados mencionados. Sexto, la r¨¢pida monetarizaci¨®n de la econom¨ªa, que por vez primera en la historia afgana vincul¨® a casi todos los habitantes del pa¨ªs con la ¨¦lite pol¨ªtico-militar en el poder.

Estos cambios pusieron las bases de la econom¨ªa de guerra de hoy. Por un lado, la dependencia de la ayuda exterior y de las ventas de gas natural se volvi¨® a¨²n m¨¢s pronunciada, pero ahora exclusivamente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sus aliados. El Estado no perdi¨® un control que nunca tuvo, pero s¨ª acceso a las ¨¢reas rurales. El Estado expandi¨® las instituciones urbanas bajo su control y buena parte de la poblaci¨®n depend¨ªa de ¨¦l no s¨®lo para el empleo, educaci¨®n y asistencia sanitaria, sino tambi¨¦n para la alimentaci¨®n. Al retirarse el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico, casi toda la comida y el combustible de Kabul estaban donados por la Uni¨®n Sovi¨¦tica y distribuidos por el Gobierno por un sistema de cupones. Como los hombres bajo el control gubernamental estaban mayoritariamente dedicados al esfuerzo b¨¦lico, el papel civil de las mujeres se expandi¨® r¨¢pidamente en el sector p¨²blico apoyado por los sovi¨¦ticos.

Una cultura de la dependencia diferente se desarroll¨® en otro sector de la sociedad, con distintos efectos sociales. Las t¨¢cticas de guerrilla y la contrainsurrecci¨®n sovi¨¦tica devastaron la econom¨ªa rural del pa¨ªs. Las redes de comercio rural tambi¨¦n fueron seriamente da?adas y la producci¨®n de comida cay¨® un 80%. En algunas zonas, especialmente las llanuras septentrionales del Hindu Kush bajo el control gubernamental, Kabul presion¨® a los campesinos con el fin de incrementar cultivos como algod¨®n y remolacha para ser vendidos a las f¨¢bricas estatales, aumentando la dependencia del Estado y del papel de la agr¨ªcultura en la econom¨ªa.

La gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n rural huy¨®, la mayor parte a Pakist¨¢n e Ir¨¢n, donde depend¨ªa de la ayuda internacional. (Hab¨ªa m¨¢s empleo urbano disponible en Ir¨¢n, donde los refugiados no estaban confinados en campos, y muchos hombres estaban luchando en Irak). En Pakist¨¢n, el acceso a la ayuda estaba muy controlado por partidos isl¨¢micos bajo supervisi¨®n de EEUU, los servicios de inteligencia paquistan¨ªes y redes secretas, sobre todo la CIA como receptores de ayuda y suministros militares occidentales, escandinavos y saud¨ªes.

La ayuda humanitaria, sin embargo, fund¨® una base estable y subterr¨¢nea para los muyaid¨ªn, justo cuando la ayuda sovi¨¦tica a las ciudades afganas constitu¨ªa una base estable para el r¨¦gimen de Kabul. Fue en esas comunidades de guerreros refugiados cuando los afganos tomaron contacto con los grupos islamistas internacionales, sobre todo saud¨ªes y de los Emiratos ?rabes Unidos, y de otros Estados ¨¢rabes fundamentalistas, que suministraban tanto ayuda humanitaria como militar, as¨ª como voluntarios, luchadores o entrenadores para la Yihad.

En estas comunidades, as¨ª como en las ¨¢reas rurales de Afganist¨¢n (tanto bajo control de la resistencia como del Gobierno), el papel de las mujeres sigui¨® siendo tradicional o fue sometido incluso a nuevas restricciones. Estas restricciones resultaron tanto de las inseguridades de la vida en el exilio como de una reacci¨®n contra las reformas asociada al desastre que afectaba al pa¨ªs.

Este segmento de la poblaci¨®n comenz¨® a ser sometido a control de dos ¨¦lites relacionadas: los l¨ªderes muyaid¨ªn de fuera del pa¨ªs y los cabecillas guerrilleros dentro de Afganist¨¢n. Ambos se convirtieron en importantes actores econ¨®micos, desplazando tanto al Gobeirno anterior a la guerra como a los personajes importantes, sobre todo a los propietarios de la tierra que hab¨ªan dominado la vida en el campo. Los l¨ªderes del Partido Muyaid¨ªn depend¨ªan completamente de la ayuda extranjera en un principio, pero algunos de ellos lograron hacer fortuna.

Algunos l¨ªderes guerrilleros, que proven¨ªan de fuera de las estructuras del partido y lanzaron revueltas locales, como los hazaras en la zona altas del centro del pa¨ªs, depend¨ªan de recursos locales: el zakat y el ushr (los impuestos isl¨¢micos sobre la agricultura, el comercio, el ganado y la riqueza), las contribuciones de los comerciantes y otros individuos acomodados, y el saqueo de los suministros del Gobierno.

Mientras la guerra se intensificaba, sin embargo, los l¨ªderes comenzaron a depender cada vez m¨¢s de la ayuda extranjera y, de este modo, este foco de rebeli¨®n ind¨ªgena fue depurado por la m¨¢quina de Peshawar/Quetta, en busca de su objetivo de controlar completamente la Yihad.

Los guerrilleros buscaban estrategias econ¨®micas que aumentaran su autonom¨ªa del liderazgo del Partido Muyaid¨ªn. En un gran n¨²mero de ¨¢reas alejadas del control del Gobierno y de los l¨ªderes de la Yihad en Peshawar/Quetta, establecieron bazares donde se vend¨ªan objetos importados de Pakist¨¢n e Ir¨¢n sobre todo. Tambi¨¦n proporcionaron seguridad a los comerciantes a cambio de tributos. Donde fue posible buscaron ayuda de organizaciones humanitarias occidentales, escandinavas o isl¨¢micas que se dedicaban a la asistencia transfronteriza desde Pakist¨¢n. Esa ayuda proporcion¨® servicios y empleo que aumentaron los recursos bajo su control as¨ª como su prestigio. En algunas ¨¢reas, presionaron a los campesinos para que cultivaran opio, un producto al que impon¨ªan impuestos. Fue en este periodo cuando la producci¨®n de opio empez¨® a aumentar considerablemente.

La produci¨®n de opio estaba relacionada con uno de los mayores cambios macroecon¨®micos inducidos por el conflicto: un r¨¢pido aumento del flujo de dinero, que combinado con la destrucci¨®n de mucha de la econom¨ªa de subsistencia, provoc¨® una aparentemente amplia y desmedida monetarizaci¨®n de las relaciones econ¨®micas y sociales, adem¨¢s de una hiperinflaci¨®n. Los apoyos extranjeros de los muyaid¨ªn suministraron millones de d¨®lares en efectivo, pero se desconoce cu¨¢nto dinero entr¨® en Afganist¨¢n y no fue a parar a cuentas bancarias de los colaboradores de los servicio de espionaje, los militares paquistan¨ªes y la burocracia occidental escandinava e isl¨¢mica que floreci¨® como resultado del conflicto. El Gobierno de Kabul, sin embargo, aceler¨® la emisi¨®n de moneda tras la decisi¨®n del Ej¨¦rcito Rojo de retirarse. No s¨®lo ten¨ªa que pagar el Gobierno a las dilatadas fuerzas de seguridad, incluidas las milicias reclutadas como mercenarios, sino que adem¨¢s perdi¨® su principal fuente de ingresos. La ayuda sovi¨¦tica descendi¨® y las rentas de gas natural cayeron despu¨¦s de 1986, debido al poco mantenimiento y a la falta de inversi¨®n, y terminaron cuando el Ej¨¦rcito Rojo se march¨® en 1989, llev¨¢ndose a los t¨¦cnicos que dirig¨ªan los campos de gas natural.

Esa situaci¨®n cre¨® incentivos tremendos para encontrar actividades que produjeran dinero. La decisi¨®n de los sovi¨¦ticos de retirarse, como resultado de un cambio en la estrategia militar, produjo una mayor seguridad en la red de carreteras. Tanto el comercio como la ayuda humanitaria que antes se hab¨ªa trasladado con animales a trav¨¦s de los caminos de monta?a, ahora pod¨ªa ir en camiones. El comercio, incluyendo la importaci¨®n de bienes a Afganist¨¢n y el tr¨¢fico de drogas aumentaron. El guerrillero Ahmed Masud, que controlaba las minas de esmeraldas y lapisl¨¢zuli de Panshir y Badahkshan, tambi¨¦n se aprovech¨® del comercio de piedras preciosas, imponiendo tasas a cada cargamento. Masud aparentemente disfrutaba de una renta de protecci¨®n de los sovi¨¦ticos: ¨¦l permit¨ªa que los convoys pasaran por el tunel de Salang hacia Kabul a cambio de una porci¨®n de su contenido. En ese momento, los guerrilleros pod¨ªan aceptar pagos en dinero ofrecidos por Kabul sin renunciar a su poder local o permitir a la administraci¨®n gubernamental entrar en sus ¨¢reas, lo que les permit¨ªa m¨¢s autonom¨ªa de los esp¨ªas estadounidenses y paquistan¨ªes que favorec¨ªan a ciertas facciones en la lucha, sobre todo a la fundamentalista Jamiyat al islami de Gulbuddin Hetmayar.

Las drogas eran posiblemente la mayor fuente de ingresos tanto para los guerrilleros como para los campesinos. La facilidad para comerciar con opio y tambi¨¦n con algo de hach¨ªs la convirti¨® un objetivo f¨¢cil para la recaudaci¨®n de impuestos y la producci¨®n por parte de los poderes locales. Igual de importante, sin embargo, es que, a diferencia de otros cultivos disponibles para los campesinos, su valor en met¨¢lico como producto de exportaci¨®n estaba tan garantizado que los compradores -mandos paramilitares, los servicios de espionaje, los ej¨¦rcitos de Pakist¨¢n y EEUU y las redes internacionales de traficantes- pagaban a cr¨¦dito antes de la siembra mediante un sistema conocido como Salaam. Un campesino que plante opio puede obtener un anticipo en met¨¢lico para que su familia pueda pasar el invierno y no est¨¢ obligado a competir en la comercializaci¨®n de su trigo con donaciones procedentes de la ayuda internacional. Incluso con los tipos de inter¨¦s anuales del sistema Salaam (que con frecuencia alcanzan el 100%) se logran importantes ingresos. Gracias al opio se consiguen cr¨¦ditos e ingresos y, en consecuencia, el producto se mantiene como una de las pocas alternativas a la dependencia de la asistencia humanitaria.

Los l¨ªderes paramilitares aprovecharon esa oportunidad para expandir su autonom¨ªa de los partidos controlados desde el extranjero con base en Peshawar, de Kabul y de la poblaci¨®n local durante el periodo de la retirada del Ej¨¦rcito Rojo, antes de la ca¨ªda del Gobierno de Nayibul¨¢ (1987-1992). Los l¨ªderes paramilitares utilizaron la situaci¨®n de diversas maneras. Unos pocos, como Ahmed Masud e Ismail Jan, utilizaron esos recursos para crear instituciones con base territorial dentro del pa¨ªs, en Panshir y Herat. Hekmatyar utiliz¨® los ingresos del tr¨¢fico de drogas para reforzar sus efectivos militares con base en Pakist¨¢n y en el sur de Kabul. Otros se enriquecieron con los sobornos, inversiones comerciales y la rapi?a, en especial mediante la imposici¨®n arbitraria de tarifas al paso de productos comerciales por las zonas bajo su control. De vez en cuando se produjeron enfrentamientos por el control de rutas clave. La econom¨ªa de guerra y la estructura pol¨ªtica sigui¨® fragmentada entre peque?os actores, muchos de ellos depredadores interesados s¨®lo en mantener el caos que facilitaba sus actividades. Al mismo tiempo, la situaci¨®n global de falta de seguridad tanto de personas como de propiedades constituy¨® un gran obst¨¢culo a la expansi¨®n incluso de esta econom¨ªa ilegal.

La ca¨ªda del r¨¦gimen de Nayibul¨¢ en 1992 trajo consigo la toma del poder por parte de los guerrilleros en Kabul, pero en lugar de establecer una nueva modalidad de Estado que propiciara las condiciones necesarias para un desarrollo econ¨®mico en tiempos de paz, el nuevo orden guerrillero reforz¨® la creciente tendencia a la segmentaci¨®n ¨¦tnica regional, siguiendo las l¨ªneas de actuaci¨®n marcada por Pakist¨¢n y EE UU.

Soldados de la Alianza del Norte en un campo de entrenamiento cerca de la localidad afgana de Jabal os Saraje.
Soldados de la Alianza del Norte en un campo de entrenamiento cerca de la localidad afgana de Jabal os Saraje.EPA

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