Fabulador de la historia
Indudablemente a muchos lectores esta cuarta novela de Umberto Eco les traer¨¢ a la memoria la primera, El nombre de la rosa, de hace ya veinte a?os. De nuevo el escritor nos lleva a la Edad Media, ¨¦poca singularmente frecuentada por numerosos novelistas hist¨®ricos y de cuyos textos, ideas y figuras Eco es un excelente conocedor. La novela se presenta como el relato que hace Baudolino de su vida agitada y sus aventuras fabulosas al historiador bizantino Nicetas Coniates, despu¨¦s de salvarle de la matanza, en la ciudad de Constantinopla, asaltada y saqueada por los participantes de la Cuarta Cruzada (1205).
Que el narrador sea a la vez el protagonista es un dato fundamental en la construcci¨®n de esta trama de regusto odiseico, puesto que combina diversos registros: va apuntando en un comienzo aires de relato picaresco y finalmente se desliza hacia la narraci¨®n fant¨¢stica. Tanto un g¨¦nero como el otro parecen exigir la narraci¨®n en primera persona. Por lo dem¨¢s Baudolino es un excelente y puntilloso narrador, que cuenta su vida urgido por un anhelo de confesi¨®n personal, pero sobre todo espoleado por su gusto por la fabulaci¨®n. Nadie como ¨¦l habr¨ªa acertado a colorear sus propias aventuras y explicarnos los enredos de ciertos episodios; tanto sus penas de amor como sus ingeniosas intrigas. Por otra parte, tanto el lector como su primer auditor, el bizantino Nicetas, son conscientes de que el sagaz Baudolino es un experto en las artes de la ficci¨®n, un fabulador muy habilidoso, de modo que bien podr¨ªa ser que sus aventuras y sus maravillas no fueran en realidad como ¨¦l nos las cuenta. Esa duda sobre la veracidad suscitada en el ¨¢nimo del lector es la nota caracter¨ªstica de una buena narraci¨®n fant¨¢stica, como analiz¨® T. Todorov. Pero la narraci¨®n no es un extenso mon¨®logo, sino que est¨¢ jalonada por los comentarios del bizantino y salpimentada por los men¨²s de sus comidas en esos d¨ªas de huida de Constantinopla. Tanto las noticias culinarias como las pausas y esos coloquios apuntan un distanciamiento ir¨®nico.
BAUDOLINO
Umberto Eco. Traducci¨®n de Carme Arenas Noguera Destino. Madrid, 2001 592 p¨¢ginas. 3.500 pesetas
Para construir su novela, Umberto Eco ha echado mano de diversos tonos, temas y motivos que combina con su admirable erudici¨®n y su acreditada maestr¨ªa para el zurcido literario. Fundamentalmente me parece que en la trama novelesca podr¨ªan se?alarse dos partes: la primera transcurre en tierras del norte de Italia, mientras Baudolino se educa y prospera bajo la protecci¨®n del emperador Federico Barbarroja, hasta la muerte del mismo; la segunda nos lleva hasta un lejano Oriente, asi¨¢tico y fabuloso. Desde muy joven, Baudolino descuella por su ingenio, con ¨¦xito singular en la fabricaci¨®n de piadosas leyendas: as¨ª medra en la corte, y encuentra los cad¨¢veres momificados de los tres Reyes Magos y promueve la canonizaci¨®n de Carlomagno, para mayor gloria del Imperio germ¨¢nico.
Despu¨¦s se dedicar¨¢ con fervor a difundir el mito del preste Juan, magn¨ªfico y cristian¨ªsimo soberano de un vasto y quim¨¦rico imperio oriental, falsificando su famosa carta al emperador, y, a la par, la leyenda del Santo Grial, la copa eucar¨ªstica que contuvo la sangre de Cristo. De modo parad¨®jico, ¨¦l mismo acaba crey¨¦ndola y meti¨¦ndose de lleno en la trampa de su ilusoria ficci¨®n. Baudolino se precipita en la m¨¢s peregrina y formidable b¨²squeda: el largo viaje a un Oriente extremo y misterioso para encontrar al preste Juan y ofrecerle, en espera de obtener a cambio otros prodigiosos regalos, la sant¨ªsima reliquia, que, en este caso, resulta ser una escudilla de madera.
Con fina iron¨ªa, Baudolino y Eco sacan muy buen partido al culto medieval de las reliquias. Uno de sus recursos para hacer fortuna consiste en el mercadeo de reliquias. Hacia el reino del preste Juan viajan Baudolino y los suyos llevando nada menos que seis cabezas de Juan el Bautista, con la intenci¨®n de irlas colocando piadosamente por el camino. El Grial es s¨®lo la m¨¢s quim¨¦rica entre tantas, santas y provechosas, reliquias.
Tambi¨¦n las discusiones teol¨®gicas ocupan un lugar destacado entre los hilos con los que se teje el entramado textual: no s¨®lo en Bizancio, sino que incluso entre los monstruos del fabuloso Oriente florecen las sectas her¨¦ticas que mantienen hasta la muerte sus implacables disidencias dogm¨¢ticas. Las incursiones del relato en estos temas teologales resultan notas pintorescas de color medieval. Eco juega con ese didactismo pedante frecuente en las novelas hist¨®ricas y su erudici¨®n libresca.
Hay, por otra parte, evidentes gui?os al lector culto. Entre los compa?eros de expedici¨®n hacia el reino del preste Juan hay algunos nombres conocidos: est¨¢n Robert de Boron (que a¨²n no hab¨ªa escrito su trilog¨ªa novelesca del Ciclo del Grial), y Kyot (el misterioso autor al que nombrar¨¢ con gran respeto Wolfram von Eschenbach en su Parzival). Ambos sobreviven y as¨ª podr¨¢n escribir sus relatos futuros sobre la b¨²squeda del Grial, que conectar¨¢n, ya por su cuenta, con los paladines errantes del reino m¨ªtico del brit¨¢nico y caballeresco Arturo.
Hay muchos ecos de tex-
tos medievales. Pero, sin duda, el relato que m¨¢s ha influido en esa segunda parte, la del viaje al Oriente, es el Libro de Alejandro. De ¨¦l proceden casi todos los monstruos y maravillas de Pndapetzim. Y, como una cita m¨¢s, Eco ha insertado el coloquio con los gimnosofistas. Aunque aqu¨ª no es Alejandro quien dialoga con los sabios ascetas, el di¨¢logo es un calco del tradicional. Si no nos extra?a demasiado encontrar a los pintorescos humanoides de los bestiarios fant¨¢sticos medievales en los bordes del kafkiano reino del preste Juan, s¨ª resulta sorprendente el que los monstruos de creencias her¨¦ticas acaben aniquilados en desastrosa batalla por los hunos blancos. En esta parte final hay p¨¢ginas que recuerdan fantas¨ªas de Calvino y Tolkien.
He insistido en los lances fabulosos del viaje, pero hay en la novela otros ingredientes. Ah¨ª est¨¢ el episodio policiaco en la muerte de Barbarroja en la Tercera Cruzada. Eco ha construido una nueva versi¨®n del asesinato en la habitaci¨®n cerrada, solucionado aqu¨ª por un investigador ciego. Otro un gui?o al lector, que est¨¢ al tanto de sus simpat¨ªas literarias. A la postre, lo que da unidad a la abigarrada secuencia de escenas y motivos novelescos es la voz y la figura de Baudolino, un personaje vivaz, simp¨¢tico, enemigo de la violencia, viajero curioso y ecu¨¢nime, pongamos que entre Luciano y Marco Polo, cuyo talante lo define no tanto la audacia aventurera como el gusto por la narraci¨®n y la ficci¨®n. No por casualidad es un astuto piamont¨¦s, nacido en la reci¨¦n fundada ciudad de Alejandr¨ªa, es decir, un remoto paisano y antecesor de Eco.
Las mangas anchas de la novela hist¨®rica actual admiten muchos ingredientes y muy varios condimentos. Eco, gran maestro de ret¨®rica y de iron¨ªas, juega con el esquema narrativo de unas falsas memorias para construir un relato de atm¨®sfera medieval y fant¨¢stica, una narraci¨®n salpicada de humor. La versi¨®n espa?ola conserva toda la agilidad y la riqueza verbal del original, traducido con admirable soltura e inventiva.
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