Llega, mira y se va
Cuando empez¨® a rodar El embrujo de Shanghai, el director Fernando Trueba explic¨® que el autor de la novela en que se inspiraba, Juan Mars¨¦, iba a veces a ver c¨®mo hac¨ªan la filmaci¨®n; miraba en silencio y luego se iba sin decir palabra. Nadie se sent¨ªa presionado, no preguntaba, era una sombra mirando, una sombra muy amable, conclu¨ªa Trueba. Llega, mira y se va. Vive con Joaquina; es un hombre feliz que tiene el entrecejo casi siempre fruncido, pero es de mirar. No le ri?e a nadie, se r¨ªe. El escritor Joan Mi?ana escrib¨ªa estos d¨ªas en El Peri¨®dico de Catalunya otra buena definici¨®n de la presencia de Mars¨¦ en los sitios: 'No conozco mejor remedio contra la saturaci¨®n de vanidad que suele acompa?ar a las reuniones literarias que tomar un whisky en un aparte con Juan Mars¨¦. La fatuidad del ambiente se funde muy pronto en sus manos, y su cordialidad sin reservas deja siempre muy buen sabor de boca'. Hace a?os, Mars¨¦ escribi¨® su versi¨®n de esos personajes de los que ¨¦l es ant¨ªpoda, los escritores desle¨ªdos, que se van diluyendo mientras se vuelven m¨¢s importantes o m¨¢s fatuos.
A Mars¨¦ lo distingue la naturalidad, y no ha hecho de esa arma evidente de su car¨¢cter una espada arrojadiza; es respetuoso con sus contempor¨¢neos (excepto con Baltasar Porcel y con alguno m¨¢s, pero esto ya es legendario), asiste algunas veces a acontecimientos sociales, no es tan gru?¨®n como algunos le pintan y se emociona con el nieto y con la vida; hace nueve a?os, cuando cumpli¨® 60, Carmen Balcells le organiz¨® un homenaje muy emotivo, que adem¨¢s fue una sorpresa, y en ¨¦l cant¨® el editor Mario Lacruz una de las melod¨ªas favoritas del autor de Si te dicen que ca¨ª, As time goes by. A Mars¨¦ no le result¨® indiferente aquella muestra tan esencial de cari?o, y paseaba por la fiesta con el aire del que a¨²n no ha llegado, temeroso de que la cosa fuera con ¨¦l.
Es, como Azcona, V¨¢zquez Montalb¨¢n, Vicent, Caballero Bonald, ?ngel Gonz¨¢lez, Hortelano, Salinas u otros t¨ªmidos legendarios de nuestro universo literario, mucho m¨¢s pr¨®ximo y mucho m¨¢s mimoso de lo que pudiera parecer a simple vista; no ahuyenta a los periodistas, no les reprocha que le sigan o que le ignoren, no reclama premios, tampoco los rechaza, es un tipo normal, tan normal como su aspecto. Xavier Moret dec¨ªa esta semana en EL PA?S que su casa est¨¢ llena de juguetes que se dejan all¨ª sus nietos; puede ser, pero es cierto tambi¨¦n que muchos de esos juguetes son suyos, los compra y los escruta, los persigue por las tiendas de Barcelona o de cualquier lugar donde viaja, y en esos juguetes del ni?o que fue est¨¢ el ni?o que es verdaderamente Juan Mars¨¦. Nunca dej¨® de serlo, de ah¨ª viene quiz¨¢ esa naturalidad a veces corrosiva pero siempre de diamante con la que se comporta en la vida. Y con la que escribe.
Esta semana, cuando le dieron el Nacional de Narrativa por Rabos de lagartija, Mars¨¦ acababa de pasar por la consulta del m¨¦dico; a sus amigos les explic¨® que donde se advierte la verdadera importancia de los premiados es cuando ¨¦stos est¨¢n bajo la mirada indiferente de los m¨¦dicos, que les exploran y son implacables en el juicio de su cuerpo, sin tener en cuenta la ciencia misma de la literatura.
Como le dijo a su amigo Joan de Sagarra, a¨²n dar¨¢ mucha guerra. Su escritura es porosa, tiene que ver con la posguerra espa?ola, pero no porque ¨¦l sea un arque¨®logo de la memoria, sino porque ese sentimiento que dej¨® la miseria moral, pol¨ªtica y civil de aquellos a?os sigue configurando con su rencor maldito pero tambi¨¦n con su infinita melancol¨ªa lo que ahora no es s¨®lo recuerdo, sino presente literario, gracias sobre todo a su manera de concebir las novelas. No es un te¨®rico; escribe para contar, y a base de hacerlo nosotros sabemos por sus libros mucho m¨¢s de nosotros mismos.
No se puede negar que ha sido una semana de gran importancia literaria; gan¨® el Nobel Naipaul, por su implacable mirada sobre la vida, y gan¨® el Nacional de Narrativa espa?ola Juan Mars¨¦, que identifica tanto este pa¨ªs con el aprendizaje de la vida a trav¨¦s de la literatura. Seguramente a Mars¨¦ no le importar¨¢ demasiado el galard¨®n, pero hac¨ªa mucho tiempo que ¨¦l se merec¨ªa no s¨®lo ese premio, sino todos los juguetes. Por saber mirar.
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