La novela como raz¨®n social
As¨ª como desde el punto de vista de la calidad literaria hay novelas buenas y novelas malas, as¨ª tambi¨¦n best sellers mejores y peores, esto es, m¨¢s o menos logrados en lo que a despertar el inter¨¦s del p¨²blico se refiere. Pero novela y best seller son dos tipos de obra sustancialmente distintos por mucho que el uno adopte la apariencia de la otra. Son distintos tanto en sus or¨ªgenes -la intenci¨®n del autor y la del editor-, como en el producto en s¨ª -literario en un caso, comercial en el otro- y hasta en el tipo de lector al que est¨¢n destinados -el lector que acepta adentrarse en el paisaje literario propuesto por el novelista y el lector que quiere estar al corriente de lo que otros est¨¢n leyendo-. En el cine todo est¨¢ mucho m¨¢s claro: hay un cine concebido como s¨¦ptimo arte y un cine que, con independencia de cu¨¢l sea su modalidad, lo ¨²nico que se propone es ser taquillero. Y hay una serie de denominaciones que ayudan a despejar cualquier equ¨ªvoco: pel¨ªcula de acci¨®n, pel¨ªcula b¨¦lica, thriller, comedia, drama psicol¨®gico, superproducci¨®n, etc. El best seller, en cambio, que normalmente se adscribe tambi¨¦n a determinado g¨¦nero o, mejor dicho, subg¨¦nero -novela negra, g¨®tica, hist¨®rica, rosa, ciencia ficci¨®n, reportaje- toma la apariencia externa de novela, como una adaptaci¨®n natural de la novela a los tiempos que corren. S¨®lo que no lo es. Por mucho que busque parecerlo, no es una prolongaci¨®n del g¨¦nero cultivado por Cervantes, Tolst¨®i o Proust. Ni siquiera es propiamente una adaptaci¨®n del follet¨ªn, el ejemplo m¨¢s cl¨¢sico de mala novela. El best seller es fundamentalmente un producto m¨¢s de la moda, un producto equivalente a una superproducci¨®n cinematogr¨¢fica, a un ritmo musical, a un perfume, y hasta a un modelo de coche. En otros idiomas hay expresiones que lo designan -best seller, pulp fiction, literatura de quiosco- que aqu¨ª, por preferir el equ¨ªvoco, no acaban de cuajar.
El p¨²blico adicto al best seller no est¨¢ formado por lectores a los que les gustan las malas novelas. Lo que les gusta es otra cosa: algo que hay que leer para estar al d¨ªa, para facilitar la relaci¨®n con los dem¨¢s, para contarse entre quienes contribuyen al ¨¦xito de la obra. De ah¨ª la conveniencia de dar con un nombre adecuado a este tipo de producto. A lo mejor termina por imponerse la hispanizaci¨®n de best seller. Pero tambi¨¦n podr¨ªa valer hablar de ¨¦xitos (por 'novelas de gran ¨¦xito'), de modo similar a como en el mundo de la m¨²sica se habla del ¨²ltimo ¨¦xito de tal o cual cantante. El lector estar¨ªa m¨¢s seguro de lo que compra, el editor se ver¨ªa sin duda beneficiado y el autor de verdaderas novelas se sentir¨ªa m¨¢s c¨®modo. Usurpar la raz¨®n social, vender como novela lo que es otra cosa, es hacer lo que el cuclillo que, seg¨²n dicen, se apropia de los nidos construidos por otros p¨¢jaros.
Ese necesario esclarecimiento, que favorecer¨ªa a la novela como g¨¦nero, al lector poco orientado y hasta al editor, resultar¨ªa molesto, a lo sumo, para alg¨²n que otro autor de best sellers acostumbrado a considerarse novelista, a semejanza de ese nuevo rico que compra retratos antiguos en el Rastro y termina por convencerse de que se trata realmente de retratos de sus antepasados. La confusi¨®n entre la figura del novelista y la del autor de best sellers no deja, por otra parte, de ser normal toda vez que los g¨¦neros que uno y otro cultivan no forman compartimentos estancos, incomunicados, y que al autor de best sellers le resultar¨¢ grato sentirse heredero de Dostoievski, Melville, Joyce o Kafka, tanto m¨¢s cuanto que todo el mundo parece seguirle la corriente. Hay, adem¨¢s, autores de g¨¦nero, autores de obras de gran ¨¦xito, que se han propuesto escribir novelas, convertirse en novelistas, y m¨¢s o menos lo han conseguido, casos como, por ejemplo, el de Patricia Highsmith, John Le Carr¨¦ o Tom Wolf. El ejemplo m¨¢s n¨ªtido de trayectoria en sentido inverso ser¨ªa el de Garc¨ªa M¨¢rquez.
El best seller, el gran ¨¦xito, la obra de gran p¨²blico o como quiera llam¨¢rsele, pertenece por lo com¨²n, como hemos visto, a alguna clase de subg¨¦nero de f¨¢cil catalogaci¨®n. Pero en ocasiones, cuando lo que se pretende es descubrir, lanzar a un autor desconocido por el gran p¨²blico, se pone el acento no tanto en la obra cuanto en la persona, cuyo perfil -generalmente de rasgos femeninos- el editor dise?a, promociona y cuida como si de un nuevo modelo de coche se tratara. De hecho, el verdadero producto editorial es esa persona, y el que la obra se adscriba a un subg¨¦nero u otro -novela intimista, hist¨®rica o de costumbres, ciencia ficci¨®n o relato period¨ªstico- es cuesti¨®n secundaria. De todos esos subg¨¦neros, el que m¨¢s se aproxima a la novela propiamente dicha es, con toda probabilidad, el periodismo de ficci¨®n o relato period¨ªstico, la m¨¢s reciente de todas esas modalidades. Lo que no significa, por otra parte, que en las posibilidades que ofrece su evoluci¨®n haya que cifrar el futuro de la novela.
Las caracter¨ªsticas de una novela deben ser referidas a su autor, que le da -o debiera dar- un sello inconfundible. Establecer clasificaciones gen¨¦ricas puede tener valor pedag¨®gico, pero no responde a la realidad. ?A qu¨¦ genero habr¨ªa que adscribir las obras de Stendhal, Flaubert, Dickens, Proust y Nabokov? En el ¨¢mbito de la novela cada autor es un g¨¦nero. Y sus novelas no abren caminos; lo son, son caminos que el lector recorre. Su contenido es no ya dif¨ªcilmente clasificable, sino incluso dif¨ªcil de explicar hasta para el lector m¨¢s entusiasta. Pero su identidad, lo mismo que su entidad, la percibe ese lector aun antes de entender del todo lo que est¨¢ leyendo. Aun sin entender, pero con la sensibilidad despierta, estimulado el intelecto, azuzadas las emociones, en el umbral de una nueva visi¨®n de las cosas, transfiguradora.
Luis Goytisolo es escritor.
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