El polvor¨ªn de Cachemira
La guerra de Afganist¨¢n ha complicado a¨²n m¨¢s la pugna entre dos pa¨ªses nucleares por la regi¨®n cachemira
Lejos queda el a?o 1761, cuando Ahmad Shah Durrani derrot¨® a los maharattas hind¨²es y captur¨® el trono de Delhi y Cachemira para el primer imperio afgano. Sin embargo, dos siglos despu¨¦s, cachemires y afganos vuelven a estar unidos por la guerra, no entre ellos, sino por potencias interpuestas. La actual campa?a internacional para expulsar a Osama Bin Laden y a su grupo de Afganist¨¢n ha provocado temblores muchos kil¨®metros m¨¢s all¨¢, en Cachemira, que tanto India como Pakist¨¢n reclaman desde la partici¨®n en 1947. Cachemira se ha convertido en uno de los conflictos m¨¢s largos del planeta y tambi¨¦n en uno de los m¨¢s peligrosos, dado que ambos pa¨ªses tienen armas nucleares.
Los temores no carecen de base. India y Pakist¨¢n han librado dos de sus tres guerras (1947 y 1965) por Cachemira (la tercera, en 1971, fue por la separaci¨®n de Bangladesh). Y hace dos a?os estuvieron a punto de iniciar una tercera cuando militantes respaldados por Pakist¨¢n cruzaron la l¨ªnea de control en Kargil.
Para Pakist¨¢n, el trauma de la partici¨®n, adem¨¢s de dominar desde entonces las relaciones con India, ha marcado su pol¨ªtica interior y exterior. La obsesi¨®n por la seguridad ha dado un indudable peso pol¨ªtico al Ej¨¦rcito y es en gran medida responsable de la implicaci¨®n paquistan¨ª en Afganist¨¢n. Enemistadas con India por Cachemira y recelosas de un Ir¨¢n shi¨ª con ambiciones regionales (Pakist¨¢n es mayoritariamente sun¨ª), las autoridades de Islamabad siempre ha deseado encontrar un Gobierno favorable en Kabul, y cuando se ha presentado la oportunidad ha intervenido directamente.
La interconexi¨®n de los conflictos de Cachemira y Afganist¨¢n se produce a principios de los noventa. Pakist¨¢n acaba de encontrar una oportunidad de vengar sus fracasos anteriores frente a India en la revuelta contra su presencia que estalla en el Estado de Jammu y Cachemira en 1989. Los todopoderosos servicios secretos paquistan¨ªes (conocidos como ISI por sus siglas en ingl¨¦s) intentan transformar la lucha de los cachemires por la independencia de India en un movimiento por la anexi¨®n a Pakist¨¢n.
Coinciden entonces dos procesos distintos. Por un lado, la rebeli¨®n contra la presencia india empieza a languidecer ante la dura represi¨®n de las fuerzas de Nueva Delhi. Por otro, los miles de voluntarios movilizados para combatir la presencia sovi¨¦tica en Afganist¨¢n se quedan desocupados con la ca¨ªda del Gobierno de Najibullah (1992). El ISI ve una oportunidad de oro para reforzar a los insurgentes ('luchadores por la libertad', en la terminolog¨ªa oficial paquistan¨ª) con yihadis, combatientes fogueados en la yihad de Afganist¨¢n, como se conoce a la guerra contra los sovi¨¦ticos.
La pol¨ªtica seguida por Pakist¨¢n en Afganist¨¢n y en Cachemira tiene similitudes. 'En ambos casos, un movimiento local poco representativo es impulsado por voluntarios extranjeros y terroristas de alquiler, dando forma militar con la ayuda de oficiales retirados y dotado de armas por equipos paquistan¨ªes', escribe Michael Griffin en Reaping the Whirlwind.
El aumento de los ataques contra India desde territorio paquistan¨ª entre 1992 y 1993 hace que EE UU est¨¦ a punto de incluir a Pakist¨¢n en su lista de pa¨ªses que apoyan el terrorismo. Pakist¨¢n traslada entonces las bases de entrenamiento de los militantes cachemires a Jalalabad, al este de Afganist¨¢n. Tambi¨¦n resulta decisiva en la vinculaci¨®n irreversible de ambos conflictos lo que el prestigioso analista paquistan¨ª Ahmed Rashid califica de 'privatizaci¨®n del apoyo a los muyahid¨ªn cachemires'. El ISI pasa la responsabilidad de entrenar y financiar a esos grupos a los partidos isl¨¢micos.
Pakist¨¢n siempre ha negado estas acusaciones. Sin embargo, investigaciones period¨ªsticas han establecido, entre otras, la relaci¨®n del paquistan¨ª Harakat al Ansar (HUA) con el ISI y con el partido isl¨¢mico Jamiat Ulema Islami (JUI). El grupo, que cambi¨® su nombre por Harakat al Muyahidin (HUM) tras aparecer en la lista de grupos terroristas de EE UU en 1996, est¨¢ presente en Cachemira desde 1993, donde mantiene estrechas relaciones con Al Faran (grupo militante cachemir que en 1995 secuestr¨® a seis turistas occidentales y decapit¨® a uno de ellos).
Su l¨ªder, Fazi Rahman Khalil, se form¨® en la yihad contra las fuerzas de Jalaluddin Haqqani, destacado guerrero afgano, hoy aliado de los talibanes. Fue precisamente en Afganist¨¢n donde Khalil inici¨® su amistad con el maulana Fazl ul Rehman (el l¨ªder del JUI, bajo arresto domiciliario desde el pasado d¨ªa 7) hasta el punto de que su grupo es considerado 'el brazo armado del JUI'. Tanto HUM como Jaish-i-Mohamed, otro de los grupos insurgentes cachemires, est¨¢n en las listas de organizaciones que Washington relaciona con Osama Bin Laden.
Hay m¨¢s pruebas. Durante el bombardeo norteamericano en agosto de 1998 en represalia por los atentados contra las embajadas de Kenia y Tanzania, dos de los tres campos de entrenamiento alcanzados en Khost son utilizados por el mencionado grupo paquistan¨ª y siete de entre la treintena de muertos tienen esa nacionalidad. Un a?o despu¨¦s, los comandos que participan en la incursi¨®n de Kargil est¨¢n compuestos por independentistas cachemires, mercenarios afganos e irregulares paquistan¨ªes. De esta forma, argumenta Rashid, 'Cachemira se convierte en el primer argumento de la pol¨ªtica afgana de Pakist¨¢n y de su [consecuente] apoyo a los talibanes', quienes no han dudado en aprovechar esa baza. 'Apoyamos la yihad en Cachemira', declar¨® en 1998 el propio l¨ªder de los talibanes, jeque Mohamed Omar.
La apuesta paquistan¨ª no s¨®lo ha tenido un alto coste interno (proliferaci¨®n de milicias armadas, incidentes de orden p¨²blico o talibanizaci¨®n de una parte de la sociedad), sino que ha da?ado la legitimidad del movimiento independentista de Cachemira y dado una baza a India. Las matanzas de hind¨²es denunciadas han eclipsado las violaciones de derechos humanos de las fuerzas indias que en los primeros a?os de la revuelta dieron la simpat¨ªa internacional a la causa cachemir. El incidente de Kargil benefici¨® finalmente a India, a quien todos aplaudieron por su contenci¨®n, mientras Pakist¨¢n se ganaba una rega?ina en Washington.
Ahora, forzado a la decisi¨®n de cortar lazos con sus aliados talibanes por su participaci¨®n en la coalici¨®n contra el terrorismo, el Gobierno de Islamabad se enfrenta a la necesidad de redefinir su pol¨ªtica hacia Cachemira y, en consecuencia, toda su pol¨ªtica exterior que se fundaba en ella.
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