Pujol y Maragall
Las mociones de censura son la v¨ªa que la oposici¨®n tiene para presentar ante la c¨¢mara parlamentaria una reprobaci¨®n a la pol¨ªtica del gobierno en su totalidad, mediante una censura directa al presidente, que 'ser¨¢, en todo caso, polit¨ªcamente responsable ante el Parlamento' (art¨ªculo 36.4 del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a). Lo que se ha vivido en el Parlament de Catalunya durante los d¨ªas 17, 18 y 19 de octubre no ha sido un debate propio de una moci¨®n de censura, sino una abierta confrontaci¨®n de estrategias electorales entre los distintos grupos parlamentarios.
Es il¨®gico que los principales protagonistas de una moci¨®n de censura constructiva, el presidente censurado y el candidato alternativo, no tengan ni un solo debate directo ante la C¨¢mara. Es, tambi¨¦n, una falta a la democracia parlamentaria. Es verdad que el reglamento del Parlament de Catalunya no obliga al presidente Pujol a salir de su silencio, pero el sentido com¨²n en la interpretaci¨®n del Estatuto y de las dem¨¢s normas que se refieren al control del gobierno por parte del Parlamento, es muy claro. Lo razonable es que un presidente censurado conteste personalmente.
En el debate de la moci¨®n de censura han primado m¨¢s los intereses de partido que el valor democr¨¢tico. Pujol ha respondido con el silencio y Maragall ha planteado una moci¨®n de investidura m¨¢s que de censura
?Cu¨¢ntas veces en pol¨ªtica lo razonable no es lo que le conviene a uno! Cuando un presidente dimite de su responsabilidad pol¨ªtica ante el Parlamento est¨¢ en cierto modo incumpliendo la ley. Las dudas pol¨ªticas de Pujol y de CiU sobre la conveniencia pol¨ªtica de intervenir ante el pleno de la C¨¢mara ten¨ªan el origen en un punto de partida: ?La moci¨®n de censura contra Pujol ten¨ªa que convertirse en la plataforma de lanzamiento del candidato Mas! Los socialistas pusieron su grano de arena al servicio de la estrategia convergente al confundir intencionadamente la moci¨®n de censura a Pujol con una moci¨®n de investidura de Maragall. Tanta era la preocupaci¨®n de salir bien del envite que concentraron toda su estrategia en demostrar que Maragall ser¨¢ un buen presidente, olvidando por el camino la censura a quien todav¨ªa lo es. Por otra parte, un debate directo Pujol-Maragall tambi¨¦n pod¨ªa tener sus inconvenientes para el grupo PSC-Ciutadans pel Canvi porque la presencia protagonista de Pujol restaba fuerza medi¨¢tica al candidato de la moci¨®n.
Visto el debate, la estrategia convergente se ha demostrado equivocada porque el mutismo de Pujol no ha significado ninguna proyecci¨®n especial para Mas y s¨ª ha dado un nuevo argumento a la oposici¨®n: o el presidente desprecia al Parlament de Catalunya o ha dado ya el primer paso hacia su jubilaci¨®n. Ni una cosa ni la otra son buenas para un gobierno que est¨¢ a mitad de la legislatura. ?Hay que entender que el pr¨®ximo debate de pol¨ªtica general ya no lo protagonizar¨¢ Pujol? ?Hasta d¨®nde llegan los efectos de su ausencia en el debate?
Si no es as¨ª, tendr¨¢n que frenarse las especulaciones reconociendo algo muy feo. El presidente Pujol y sus asesores concibieron lo que la ley no establece: la moci¨®n de censura era en realidad un par¨¦ntesis en la vida pol¨ªtica catalana para que Maragall, Mas y Duran Lleida demostraran lo que valen. Esto es teatro parlamentario. Me parece recordar que en una lejana moci¨®n de censura, en la que Pujol s¨ª habl¨®, le contest¨® m¨¢s o menos lo siguiente al secretario general del PSUC, Antoni Guti¨¦rrez: 'Para usted el teatro, para m¨ª el gobierno'.Algo o mucho teatro s¨ª ha habido en el reciente debate promovido por la moci¨®n de censura socialista. Incluso los analistas han colaborado a dar una imagen de una competici¨®n teatral en la cual se trataba de comparar las interpretaciones de los primeros actores. ?Qui¨¦n lo ha hecho mejor? A la vista de las copas de cava, todos han ganado. Pero ?y la moci¨®n de censura, qu¨¦? El silencio de Pujol a la censura de Maragall tiene una raz¨®n electoral, pero no ha tenido presente que por encima de cualquier inter¨¦s partidista estaba su responsabilidad de gobierno, y su obligaci¨®n moral de contestar no s¨®lo a Maragall, sino al conjunto de la C¨¢mara parlamentaria como depositaria de la voluntad popular.
Tengo mis dudas sobre si la democracia gana con estos debates parlamentario-electorales. El protagonismo p¨²blico de la instituci¨®n parlamentaria siempre es bueno porque refleja el pluralismo inherente a la democracia. Lo que ya es m¨¢s discutible desde un punto de vista democr¨¢tico es la transformaci¨®n de una moci¨®n de censura en un debate preelectoral. Los partidos pol¨ªticos del arco parlamentario catal¨¢n, especialmente ERC, CiU y el PSC, se comportaron m¨¢s en funci¨®n de sus estrategias futuras que ante un presente regido por un gobierno objeto de una moci¨®n de censura. No es beneficioso para el sistema democr¨¢tico que los partidos pol¨ªticos se conviertan en un fin en s¨ª mismos y dejen de lado su funci¨®n fundamental de intermediaci¨®n entre la sociedad y las instituciones. El matiz es esencial porque una moci¨®n de censura, cuyo origen son o deben ser los problemas de la sociedad mal resueltos por la acci¨®n de gobierno, no deber¨ªa derivar nunca hacia un debate donde priman los intereses electorales de los partidos contendientes.
Miquel Caminal Badia es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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