El agua de la sed
'?xito' es una palabra que a Eug¨¦nio de Andrade (P¨®voa de Atalaia, Fund?o, 1923) le gusta casi tan poco como la de 'homenaje', ambas le producen cierto estado de confusi¨®n. Est¨¢ seguro de que 'la poes¨ªa no es un arte de perezosos, ni una prosa ornamentada, sino algo que se basta a s¨ª mismo y que precisa de una entrega total'. Frente a los empe?os mundanos, la vida y la obra de De Andrade afirman el deseo de hacer del mundo un lugar cristalino y poder disponer ese mundo en el poema. A su pesar, los dos ¨²ltimos a?os han venido repletos de 'confusiones': en el a?o 2000 fue galardonado con dos importantes premios en territorio espa?ol, el Premio Extremadura a la Creaci¨®n Literaria y la primera edici¨®n del Premio de Poes¨ªa Celso Emilio Ferreiro, promovidos respectivamente por la Junta de Extremadura, y por la Diputaci¨®n de Ourense y el Ayuntamiento de Vigo; ese mismo a?o fue distinguido con el Vida Literaria, instituido por la Asociaci¨®n Portuguesa de Escritores. En 2001 se culminaba este proceso de reconocimientos con el Pr¨¦mio Cam?es, el mayor galard¨®n de la literatura en lengua portuguesa, que, adem¨¢s, lleva el nombre de un autor que ha fascinado a De Andrade durante toda su vida.
LOS SURCOS DE LA SED
Eug¨¦nio de Andrade Traducci¨®n de Jos¨¦ ?ngel Cilleruelo Edici¨®n biling¨¹e Calambur / Editora Regional de Extremadura. Madrid, 2001 100 p¨¢ginas. 1.680 pesetas
TODO EL ORO DEL D?A. ANTOLOG?A PO?TICA (1940-2001)
Eug¨¦nio de Andrade Versi¨®n de ?ngel Campos P¨¢mpano Edici¨®n biling¨¹e Valencia. Pre-Textos, 2001 413 p¨¢ginas. A la venta el d¨ªa 15
'Como un alfarero, al trabajar en un vaso, cuando escribo estoy s¨®lo preocupado en transformar esa memoria en palabras, en m¨²sica', afirma Andrade
Cuando parec¨ªa haber recibido
todos los homenajes a los que pod¨ªa aspirar, la n¨®mina sigue ampli¨¢ndose: figura central del Carrefour des Litt¨¦ratures en Burdeos; un pr¨®ximo n¨²mero especial de la revista extreme?a Espacio/Espa?o Escrito, enteramente a ¨¦l dedicado; y a sumar a las decenas de traducciones de su obra en distintos pa¨ªses y lenguas, la extensa antolog¨ªa que la prestigiosa editorial de Estados Unidos, New Directions, publicar¨¢ el pr¨®ximo a?o.
Eug¨¦nio de Andrade, inmune a la intriga mundana, es una figura de enorme llaneza y sinceridad, alejado cordialmente de las mezquindades vitales y los t¨®picos literarios. Su obra es le¨ªda con gran esmero y dedicaci¨®n por un p¨²blico profundamente conocedor, capaz de recitar de memoria unos poemas que ya les pertenecen, y eso es lo que le ha hecho ser, adem¨¢s de referencia indeclinable de la literatura portuguesa contempor¨¢nea, un autor de culto en el actual contexto po¨¦tico. Sabe que pocas cosas son absolutamente necesarias, y son esas pocas cosas las que sus versos aman y exaltan.
La edici¨®n revisada, 'can¨®nica y ¨²nica' de su obra ha sido reunida bajo el t¨ªtulo, tan ambicioso como humilde, de Poesia (2000), un volumen del que se han vendido 5.000 ejemplares; su Antologia Pessoal da Poesia Portuguesa sigue siendo, en su sexta edici¨®n, uno de los libros m¨¢s vendidos del pa¨ªs vecino, fruto de su enorme rigor, su determinante y acertado gusto, y un sentido del lenguaje po¨¦tico insuperable a la hora de establecer la memoria po¨¦tica portuguesa desde sus or¨ªgenes hasta la actualidad. A pesar de todo no ha dejado de trabajar y de poner el acento en la confirmaci¨®n serena de su obra. Ejemplo de ello es la publicaci¨®n simult¨¢nea en Portugal y Espa?a de su nuevo libro de poemas, Los surcos de la sed (Os Sulcos da Sede), corolario de un tiempo de pr¨®digos tributos y una nueva revelaci¨®n para la comunidad de sus lectores. Unos lectores, los espa?oles en este caso, que podr¨¢n acceder a trav¨¦s de la antolog¨ªa Todo el oro del d¨ªa, y gracias a una panor¨¢mica ¨²nica de su refinada y delicada cualidad po¨¦tica, a una insuperable visi¨®n de conjunto de su obra hasta ahora publicada, desde sus Primeros poemas (1940-1944) hasta Los lugares de la lumbre, en el que ya aparecen algunos poemas de Los surcos de la sed.
En los sucesivos tramos del discurrir po¨¦tico de De Andrade, lo primero que notamos es que su poes¨ªa no hace concesiones a los estragos del tiempo, que permanece casi inalterable, manteniendo lo esencial de su escritura: la tensi¨®n r¨ªtmica y enunciativa; el cuidado mel¨®dico y la oralidad del verso y del poema; la energ¨ªa, la luz y el color de sus palabras; una condensada emotividad fascinada por lo sencillo, concreto y elemental; la fuerza de un poder simb¨®lico que atempera lo puramente anecd¨®tico. Una escritura que, lejos de juegos conceptuales -y como ha dejado dicho al inicio de la Po¨¦tica que abre Todo el oro del d¨ªa, la misma que siempre incluye en todas sus antolog¨ªas-, sigue fiel a toda una declaraci¨®n de principios: 'El acto po¨¦tico es el empe?o total del ser hacia su revelaci¨®n. Este fuego de conocimiento, que es tambi¨¦n fuego de amor, en el que el poeta se exalta y se consume, es su moral. Y no hay otra'. Una suma de opciones y rechazos evidentes que se materializan en el poema, all¨ª donde Lo real es la palabra. El poema prefiere sentir, convocarnos al ejercicio pausado y vigilante del cuerpo y los sentidos, pues as¨ª no s¨®lo comparece el mundo, tambi¨¦n aquello que lo crea, su presente m¨¢s absoluto, el tiempo sin may¨²sculas, humano y concreto. Una poes¨ªa que apunta hacia lo alto, como bien sugiere el poema Despedida de Ostinato rigore, y del que se toma el acertado t¨ªtulo de esta necesaria y demandada antolog¨ªa: 'Coge / todo el oro del d¨ªa / en el tallo m¨¢s alto / de la melancol¨ªa'. ?se es su habitable y humano desaf¨ªo.
De Andrade declara que no s¨®lo se escribe con emociones, sino con la memoria: 'Como un alfarero, al trabajar en un vaso, cuando escribo estoy s¨®lo preocupado en transformar esa memoria en palabras, en m¨²sica'. Esos lugares de la memoria se convocan a lo largo de su obra, se imponen en el poema, son el hilo con que teje sus d¨ªas: 'Vuelve a decir: hombre, mujer, ni?o. / Donde la belleza es m¨¢s nueva'. Saber as¨ª lo que se ignora en casi perfecta comuni¨®n con el tiempo, la tierra, la edad y su memoria, que son la materia de la que estamos hechos, rel¨¢mpagos de un 'oscuro dominio'. Vienen estas notas como aviso al lector de Los surcos de la sed, que si bien incide en temas queridos por el poeta, aporta nuevos intereses, se?ales de renovaci¨®n y alguna innovaci¨®n en la arquitectura del poema. Es decisivo c¨®mo recurre a unos versos de Fran?ois Villon para abrir este libro: 'Muero de sed al borde de la fuente', que no s¨®lo dibujan el territorio de sus poemas, sino que se inscriben en el c¨ªrculo descrito por la obra de 'ese ser sediento de ser'. As¨ª tambi¨¦n su t¨ªtulo, que proviene del ¨²ltimo verso del primer poema de Contra la oscuridad, y que como all¨ª, pero de modo mucho m¨¢s directo y seguro, llama al estrado al lector, iluminando su camino para que no se pierda: 'Toda la poes¨ªa es luminosa, hasta / la m¨¢s oscura. / El lector es quien a veces, / en lugar de sol, dentro tiene niebla'.
Los surcos de la sed trae a la memoria otros versos del propio De Andrade, pero tambi¨¦n otros ajenos y definitivos, como los de Xavier Villaurrutia cuando en su poema Nocturno amor, nos dice que existe 'una sed que en el agua del espejo / sacia su sed con una sed id¨¦ntica' que siempre nos devuelven a nosotros mismos, a la plenitud de la esencia del vivir, y que tan f¨¢cilmente puede tomar cuerpo en las palabras transformando su sentido.
De Andrade se preocupa por la transparencia y la pureza de la escritura, como tambi¨¦n lo hizo Jos¨¦ Gorostiza en uno de los poemas m¨¢s bellos de siempre, Muerte sin fin, donde su imagen del yo es la de un vaso de agua en el que ¨¦sta, que es amorfa, informe y fluyente, adopta la forma del vaso en que se vierte; es como el tiempo que al adoptar una forma se hace conciencia de s¨ª mismo. Como un alfarero que da forma y sustancia a eso que s¨®lo existe si hay una conciencia que las refleje, as¨ª los surcos de un libro que 'camina s¨ªlaba a s¨ªlaba / como la fuente / que s¨®lo se detiene en la boca del c¨¢ntaro'. Como tantos otros poetas verdaderos, Eug¨¦nio de Andrade lo deja claro: 'Escribo para llevarme a la boca / el sabor de la primera / boca que bes¨¦ temblando. / Escribo para ascender / a las fuentes. / Y volver a nacer'.
El poeta se reencuentra
en las calles y los jacarand¨¢s de Lisboa, recupera su infancia en el poema La cabra, donde el ni?o de entonces, que ahora tiene 78 a?os, convoca en su memoria esa otra llamada Maltesa ya objeto de antiguos poemas, y que se impone de esa forma en que lo hace el aliento del deseo, 'como quien no quiere separarse / de la tan amarga sustancia del tiempo'. Con la constancia y la clarividencia de siempre se interesa por cosas a los que otros vuelven la espalda en poemas como Ma?ana de junio, describiendo la 'belleza terrible' de la guerra; o tambi¨¦n En la boca del c¨¢ntaro, con ciertas se?ales de car¨¢cter social y joven audacia: 'No dejes / que el miedo multiplique tus garras'. Versos de inusual actualidad en una obra de naturaleza intemporal, marcada por la geograf¨ªa del cuerpo o el discurso amoroso, ahora s¨®lo adivinado, pero capaz de dejar algunos de sus poemas m¨¢s conmovedores, como Escalofr¨ªo en la tarde. Inusual tambi¨¦n es el poema central del libro, Algunas reflexiones sobre la mujer, alrededor del cual se estructura el resto: extenso y alejado de su habitual contenci¨®n, enigm¨¢ticamente expresivo y sentencioso, una extraordinaria declaraci¨®n po¨¦tica tan inesperada como sorprendentemente bella, y en el que la imagen de la madre es descrita bajo la influencia m¨ªtica del Fausto de Goethe. Muchos versos de Los surcos de la sed podr¨ªan ser cifra de la belleza del libro, pero quiz¨¢ los que cierran el significativamente titulado Herencia, sean medida justa de la naturaleza de un tiempo cuya m¨²sica procede de 'los latidos del coraz¨®n / obstinado en repetir que no ha envejecido'. Tanto Jos¨¦ ?ngel Cilleruelo como ?ngel Campos P¨¢mpano han llevado a cabo unas versiones que tienen el m¨¦rito poco com¨²n de ser fieles a la letra y, a la vez, resultar meritoriamente po¨¦ticas. Ambos han sabido transmitir la intensidad y la belleza de los originales. Esa misma intensidad y belleza que deslumbra y convoca a quienes son capaces, como De Andrade, de o¨ªr las notas de una ?ltima canci¨®n que nos reclama: 'Ven ahora / y no en la hora de nuestra muerte / -dame de beber la propia sed'.
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