Siracusa y el mar
Sicilia no ser¨ªa la misma si, seg¨²n se cuenta, los deseos de un tal Salvatore Giuliano -un bandido de mediados del siglo XX- hubieran llegado a buen puerto. Se dice que Giuliano hizo una campa?a f¨¦rrea para que la isla pasara a formar parte de Estados Unidos. Por suerte no lo consigui¨®. La idea de encontrarme con las calles de, por ejemplo, Siracusa repletas de McDonalds o puestos de perritos calientes en vez de suculentos restaurantes de pasta y pescado me parece m¨¢s que una aberraci¨®n. Dif¨ªcilmente se me borrar¨¢n de la memoria los espaguetis que com¨ª hace unos d¨ªas en el restaurante Don Camillo, una de esas catedrales gastron¨®micas que uno encuentra paseando por las calles de cualquier ciudad italiana, en este caso Siracusa. Con el nombre de -si mal no recuerdo- manjar de las sirenas, esos espaguetis cocinados solamente con diminutas gambas, la pulpa del erizo de mar y poca cosa m¨¢s, eran el pre¨¢mbulo de tres d¨ªas de febril actividad -sobre todo gastron¨®mica. Y es que los italianos saben vivir y cualquier acontecimiento, cualquier problema se debate, se discute o se celebra alrededor de una mesa. Yo dir¨ªa que el pa¨ªs que arregla sus asuntos comiendo tiende a la felicidad.
Lo que a primera instancia nos llev¨® a Siracusa fue un congreso -o un debate- con el nombre de La Citt¨¤ e il mare. Convegno sul Water Front. Se trataba de confrontar las opiniones de arquitectos que hubieran trabajado en la recuperaci¨®n de la fachada mar¨ªtima de otras ciudades europeas. Barcelona, Lisboa, Oporto, G¨¦nova, Bari, ciudades que en los ¨²ltimos a?os han recuperado el di¨¢logo entre la tierra y el mar, ser¨ªan un referente para recuperar tambi¨¦n la fachada mar¨ªtima de Siracusa. El congreso estaba organizado por Ars Mediterranea, una entidad instalada en Barcelona que dirige Joan Abell¨® y Salvatore Ferlito y que propone intercambios culturales entre Espa?a y Italia, mientras que Assindustria (Asociaci¨®n de Industriales de la Provincia de Siracusa), presidido por Ivanhoe Lo Bello, se encargaba de la organizaci¨®n t¨¦cnica en Siracusa a la vez que subvencionaba el proyecto.
Lo primero que a uno le sorprende cuando entra en Ortigia, el centro hist¨®rico de la ciudad, es la luz cegadora que te obliga casi a cerrar los ojos. Es ese cielo m¨¢s que transparente, el mar que lo envuelve todo -recordemos que Ortigia es una isla- y el color manteca de sus edificios, lo que irradia esa luz tan especial. Ortigia es como un gran helado de crema: las casas de piedra calc¨¢rea con sus fachadas barrocas parecen a punto de derretirse. G¨¢rgolas, columnas, m¨¦nsulas, cornisas voladas... todo parece desmoronarse, como un viejo decorado maltratado por los a?os y, sobre todo, por el viento y el salitre marino. Pero Ortigia empieza a despertarse y son muchas las fachadas con andamios, aunque en Sicilia las obras no se sabe nunca cu¨¢ndo terminar¨¢n.
Una de las contradicciones de la isla es que vive de espaldas al mar: muchos de sus pueblos est¨¢n orientados al interior y su vida transcurre en el campo. Pero Siracusa, como Catania y Palermo, busca otras formas arquitect¨®nicas y urban¨ªsticas para renovar esa fachada mar¨ªtima olvidada desde hace muchos a?os. El proyecto de Assindustria ser¨ªa la recuperaci¨®n de la vieja playa, la realizaci¨®n de un paseo y la demolici¨®n de viejos inmuebles industriales del Puerto Grande para equiparlo de instalaciones modernas. Pero en Sicilia todo es lento. Hay edificios cerrados desde hace 40 a?os, otros llevan 14 en estado de obras, de otros se aprueba su reconstrucci¨®n y ah¨ª queda todo. Quiz¨¢ por eso despert¨® tanta expectaci¨®n el coloquio, y la palabra de los arquitectos invitados fue escuchada con toda precisi¨®n.
Josep Martorell, uno de los fundadores del estudio MBM Arquitectes de Barcelona, explic¨® la transformaci¨®n de Barcelona a partir de 1992 y c¨®mo la ciudad se abri¨® al mar. Las diapositivas de unas playas sucias y abandonadas, de una l¨ªnea f¨¦rrea paralela a la costa y de f¨¢bricas ruinosas contrastaba con el esplendor de lo que es ahora la Villa Ol¨ªmpica, con sus bloques de pisos, sus parques y jardines, su puerto ol¨ªmpico, sus restaurantes y los cinco kil¨®metros de playa -aunque sea artificial- que se ganaron a esa costa abandonada. Creo que los asistentes quedaron m¨¢s que deslumbrados porque a la ma?ana siguiente sal¨ªa en todos los peri¨®dicos de la isla. Otro arquitecto catal¨¢n del mismo estudio, Oriol Capdevila, habl¨® de la reforma de la fachada mar¨ªtima de Salerno. Y as¨ª fueron exponiendo otros proyectos, otros puntos de vista interminables de presidentes regionales, asesores culturales, profesores universitarios, directores generales, sobreintendentes, editorialistas, periodistas, alcaldes... hasta que le lleg¨® el turno a Miquel Badosa, el inefable Miki Espuma, uno de los directores de La Fura dels Baus, quien sin saber muy bien lo que pintaba en ese entierro -lo dijo ¨¦l mismo: 'Me siento como un pez fuera del agua'- alegr¨® a la concurrencia con un CD-Rom de los diferentes espect¨¢culos de La Fura que dej¨® a la sala sin respiraci¨®n. Badosa termin¨® con un 'ahora m¨¢s que nunca el teatro es la viva representaci¨®n de la vida'. Hab¨ªa terminado el coloquio que da un punto de luz a la fachada mar¨ªtima siracusana, y lo celebramos con una fiesta en el jard¨ªn de una lujosa villa. Comiendo de maravilla, naturalmente.
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