Liberal pero menos
El vocablo 'idea' no tiene el mismo significado en la obra de Kant que en la de Plat¨®n. Es s¨®lo un ejemplo, entre muchos. Pero indica que si alguien quiere acercarse a la filosof¨ªa debe hacerlo desde el principio y proceder sistem¨¢ticamente. Algunas veces, la culpa de esto es del fil¨®sofo, pero m¨¢s a menudo de la endiablada dificultad de la materia y de la insuficiencia de las lenguas humanas.
Me temo que no es exactamente el caso de la ciencia pol¨ªtica. Ah¨ª hemos metido mano los laicos y lo hemos dejado todo perdido. Solemos leer u o¨ªr el t¨¦rmino neoliberalismo y sabemos por experiencia que su traducci¨®n mental es 'liberalismo econ¨®mico'. Ahora bien, el liberalismo siempre ha sido, fundamentalmente, econ¨®mico. Conceptos como 'derechos civiles', 'sufragio universal', 'igualdad ante la ley', etc¨¦tera, con ser importantes, fueron adoptados y lo que es peor, adaptados, por el liberalismo; un paraguas bajo el que ha cabido de todo y todo. No hay tradici¨®n liberal digna de tal nombre cuya idea motriz no haya sido el beneficio econ¨®mico y el sacrosanto derecho a la propiedad y a la seguridad del statu quo. El resto de la ret¨®rica es hojarasca; no por su contenido, a menudo muy noble, sino por el uso que se ha hecho del mismo, casi siempre interesado, a veces derechamente bastardo.
En nuestros d¨ªas y en este pa¨ªs, el liberalismo es poco menos que arma arrojadiza en manos de los tirios y en manos de los troyanos. Si usted se proclama neoliberal, ver¨¢ gestos torcidos; si se dice liberal, no se le pedir¨¢ que se defina mejor, que se explique, que se describa ideol¨®gicamente. Todos lo entendemos. ?Todos? Es un decir, especialmente en un pa¨ªs en el que todos frecuentemente significa la mitad, cuando no la mitad de la mitad.
Le¨ª en EL PA?S un art¨ªculo titulado La libertad econ¨®mica y el liberalismo, del profesor Jos¨¦ A. Herce San Miguel. Si el titular leyera El liberalismo y la libertad econ¨®mica, un servidor no hubiera experimentado el menor sobresalto. Pero tal como reza, s¨ª. No me pondr¨¦ chinche. Para el autor, la libertad es, esencialmente, de doble ¨ªndole, pol¨ªtica y econ¨®mica. La primera la aceptamos sin reservas, la segunda tropieza con nuestra 'mala comprensi¨®n'. Vale. Yo, por supuesto, estoy entre los que comprenden mal pues la libertad econ¨®mica siempre se ha sustentado sobre el truco y la impostura. Sobre todo en la econom¨ªa globalizada, en la que el libre mercado tiende a expulsar de la circulaci¨®n a su hermano menor, el mercado libre. As¨ª como el oro y la plata tienden a desplazar al cobre, seg¨²n la antigua ley de Gresham.
El art¨ªculo en cuesti¨®n resulta ser un canto al liberalismo: '?No ser¨¢ que seguimos teniendo miedo a la libertad? ?No ser¨¢ que tenemos una idea equivocada de lo que es el liberalismo? El liberalismo no necesita otros combustibles que la igualdad de oportunidades y la pr¨¢ctica de la responsabilidad. No hay, a mi juicio, mejor manera de acercar la pol¨ªtica a la naturaleza humana. Tras varios milenios de civilizaci¨®n todav¨ªa no lo hemos aprendido'. Con la lectura de un p¨¢rrafo as¨ª seguiremos sin aprenderlo, pero aumentar¨¢ la venta de analg¨¦sicos. V¨¢yase una cosa por la otra. ?Miedo a la libertad? ?A qu¨¦ libertad? ?A una libertad mediatizada por el gran bazar creado por el liberalismo econ¨®mico? ?Igualdad de oportunidades? Que nos lo expliquen mejor, pues dicho as¨ª suena a la legua a selecci¨®n natural, a supervivencia del m¨¢s apto, en suma, a darwinismo social, contra el que, dicho sea de paso, protest¨® el mismo Darwin en vano. Y, ?qu¨¦ hay en lo tocante a acercar la pol¨ªtica a la naturaleza humana? ?M¨¢s aspirina? Pues s¨ª, m¨¢s aspirina. As¨ª de entrada, la creencia misma en la 'naturaleza humana' nos parece ya un dislate. D¨ªgasenos 'condici¨®n humana' y la cosa cambia. Pues esta ¨²ltima expresi¨®n sugiere un conjunto de cualidades, percepciones, sensaciones, etc¨¦tera, que forman mezcla, pero no combinaci¨®n. De modo que la mezcla ser¨¢ una o ser¨¢ otra seg¨²n la cultura del momento hist¨®rico y las circunstancias particulares de un individuo dado. Es cierto que existen en el ser humano algunos rasgos innatos. 'No matar' es v¨¢lido para todo tiempo, para todo lugar y para todo individuo no nacido con una tara mental o gen¨¦tica. Concedido; y buena prueba de ello es que quienes matan, incluidos enfermos tipo Hitler, sienten la necesidad de justificar sus cr¨ªmenes. 'La mat¨¦ porque era m¨ªa' es una imbecilidad intelectual, una justificaci¨®n abominablemente est¨²pida del asesinato; pero con todo, reflejo de la imperiosa necesidad moral de convertir el crimen en ejecuci¨®n justiciera. Con todo, 'no matar', 'no robar' y algunas otras pulsiones b¨¢sicas de car¨¢cter universal y atemporal no bastan para hablar de 'naturaleza humana'. Qu¨¦ sencillo ser¨ªa reducir al ser humano a un pu?adito de 'cualidades primarias', (como las llam¨® Galileo) con el apoyo de la raz¨®n. Pues bien, sobre esos falsos cimientos se erigi¨® el liberalismo, a fines del siglo XVII y durante todo el XVIII. Haciendo un uso convenientemente espurio de la raz¨®n humana. (Rousseau fue la gran excepci¨®n, siendo m¨¢s discutible el caso de Hobbes en el siglo anterior). Este racionalismo liberal, traducido de inmediato en utilitarismo, fue la doctrina de una burgues¨ªa emergente ¨¢vida de conservar los privilegios obtenidos y los que esperaba obtener y obtuvo. Si de paso benefici¨® -cuando benefici¨®- a las clases inferiores, no fue por altruismo sino porque estas clases quedaban demasiado lejos y no se las ve¨ªa como una amenaza. Igualdad, solidaridad y fraternidad, pero en el interior del reducto social; el campesino, y el todav¨ªa poco numeroso obrero industrial no eran habitantes del reducto, o sea, no formaban parte de la sociedad. La sociedad era 'la buena sociedad', en frase feliz de Edward Shils.
'Acercar la pol¨ªtica a la naturaleza humana', como dice el profesor Herce San Miguel, quiere decir, entonces, acercar la pol¨ªtica al ser abstracto que su amado liberalismo se sac¨® de la manga con fines bien palpables. Todo individuo es un ser social con ataduras voluntarias e involuntarias que hunden sus ra¨ªces en la historia. Esto s¨®lo lo tuvo en cuenta el se?or Bentham cuando se arrepinti¨® de su utilitarismo liberal. Si me llaman liberal replico, 'eso lo ser¨¢ usted'. A ver.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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