El problema de Helena
En una de las versiones sobre el mito de Helena que recrea Eur¨ªpides se presenta una escena en la que Lacedemonia, su hija, le recrimina que abandone Esparta y le insta a sujetar sus pasiones por Paris para no mancillar la memoria de la ciudad. Helena contesta: 'La grandeza de este pe?asco de campesinos s¨®lo emerger¨¢ cuando llorando mi ausencia, sus l¨¢grimas formen un r¨ªo que llegue al mar'. Esta an¨¦cdota de la leyenda, viene a cuento del art¨ªculo de Consuelo C¨ªscar, Troya, Beckett y los intereses reclamando debate, participaci¨®n y contraste sobre la pol¨ªtica cultural, me imagino que sin armar la de Troya como parece que ahora se est¨¢ armando.
Respondiendo sol¨ªcito a dicha reclamaci¨®n he de decir que hay al menos una afirmaci¨®n sobre la que estoy de acuerdo con Consuelo Ciscar; como ella dice 'lejano queda el sol beckettiano que brillaba al no tener alternativa sobre lo nada nuevo'. Nada que objetar. Pero perm¨ªtanme que haga algunas matizaciones marginales. Para ordenar el debate, quiz¨¢s proponer algunos ¨¢mbitos posibles de discusi¨®n con el objetivo de no derrapar en el 'totum revolutum en el que subyace el cor¨ªfeo cr¨ªtico' que acertadamente se?ala la autora.
En primer lugar se puede debatir, como en toda pol¨ªtica p¨²blica, sobre los objetivos finales. Es el debate intr¨ªnsecamente ideol¨®gico. Distintas maneras de mirar el mundo determinar¨¢n distinto conjunto de objetivos. As¨ª, restringiendo al ¨¢mbito de la pol¨ªtica cultural, una visi¨®n liberal de la producci¨®n art¨ªstica definir¨¢ unos objetivos que primen la no interferencia en la creaci¨®n y que sean los usuarios los que definan a trav¨¦s de la expresi¨®n de sus demandas (de mercado o no) la orientaci¨®n la intervenci¨®n p¨²blica (p.e ?la pol¨ªtica cinematogr¨¢fica?). Una visi¨®n socialdem¨®crata, mucho m¨¢s paternalista e intervencionista, pensar¨¢ que es posible educar a las demandas y defender¨¢ actuaciones que traten de orientar la producci¨®n hacia lo que de antemano han definido como buenas pr¨¢cticas ( p.e. ?teatro cl¨¢sico frente a musicales o producciones costumbristas?). Estamos hablando de principios gen¨¦ricos pero deben poder traducirse en objetivos concretos. Definir el objetivo final con la expresi¨®n atribuida a Zaplana 'alcanzar una sociedad donde la cultura sea un hecho asumido por la totalidad de los ciudadanos, totalmente integrado en sus vidas' es, en vez de pretencioso, de una completa vacua fatuidad que realmente dificulta el debate social. Si Consuelo Ciscar defiende que es ese objetivo 'el que nos ha conducido hasta la realidad actual' significa que o nos encontramos con una realidad igual de vacua y f¨²til o nos ha escamoteado muchos escalones intermedios.
Para intentar profundizar en las 'fuentes de los objetivos' es conveniente acudir a los programas electorales. En el del a?o 95 la definici¨®n de objetivos se limitaba a una fuerte cr¨ªtica a lo que denominaban el mito Ciscar (Cipri¨¤) y a una serie de objetivos m¨¢s o menos inconexos como valencianar el IVAM, o arruinar (en sentido literal) el Teatro Romano de Sagunto. Una legislatura y media despu¨¦s no han desciscarizado la pol¨ªtica cultural y a¨²n no han arruinado el Teatro Romano. El problema de los contratos pol¨ªticos no es que exista letra peque?a sino que hay muy poca letra grande. A pesar de todo, han ocurrido muchas otras cosas m¨¢s que s¨ª que se encarga la directora general de Promoci¨®n Cultural de relatar y que nos llevan a otros niveles de debate.
La indefinici¨®n de objetivos gen¨¦ricos provoca efectos en cascada que tambi¨¦n limitan el debate social. Si no sabemos cu¨¢les son los objetivos tampoco podemos entrar a evaluar la idoneidad de los instrumentos. Si la Bienal consist¨ªa en una campa?a de promoci¨®n de unos grandes almacenes para el d¨ªa del Padre, ?qu¨¦ objetivos concretos ex ante de impacto medi¨¢tico se ten¨ªan?, ?en t¨¦rminos publicitarios se ha comparado la idoneidad frente a otras propuestas alternativas como patrocinar el Valencia CF? Si el objetivo general tambi¨¦n era que 'el ciudadano se siente part¨ªcipe de la cultura', ?que objetivos concretos de participaci¨®n se ten¨ªan? ?qu¨¦ ciudadanos? ?se ha conseguido? Imposible contestar porque nos consta la poca sensiblidad de los actuales y anteriores gestores de la pol¨ªtica cultural por recopilar informaci¨®n sobre la realidad cultural. As¨ª, no se tiene ning¨²n dato o estudio sobre los efectos de la Ciudad del Teatro en la estructura teatral, sobre la potencial demanda audiovisual o las necesidades formativas de la Ciudad de la Luz en Alicante, sobre el grado de satisfacci¨®n de los usuarios de la Xarxa de Museus, sobre las necesidades de espect¨¢culos l¨ªricos en Valencia y su relaci¨®n con el Palau de les Arts, sobre el mercado de trabajo de los artistas pl¨¢sticos etc... Para articular la participaci¨®n de los ciudadanos en la pol¨ªtica cultural lo primero que habr¨ªa que hacer es orientar recursos y dise?ar un marco estable de indicadores culturales para contrastar supuestas intuiciones.
Si Consuelo Ciscar me informara como ciudadano que le ha costado 125 millones sensibilizar a 150 ciudadanos por el arte contempor¨¢neo contestar¨¦ que es cara la pol¨ªtica cultural (no la cultura). Si me cuenta que con 3.000 millones ha conseguido incrementar el ¨ªndice de lectura 7 puntos le contestar¨¦ que me parece barato. En general dir¨¦ que el esfuerzo presupuestario de la Generalitat, en t¨¦rminos comparativos y tal como demuestran los datos, tampoco es para echar las campanas al vuelo. Y nos resultan extra?os algunos datos que reflejan la prioridad efectiva, y no s¨®lo declarativa, de la pol¨ªtica cultural. Resulta extra?o que la dotaci¨®n del Institut Valenci¨¤ de la M¨²sica, a pesar de que existe bastante consenso sobre el hecho de que la m¨²sica es el elemento cultural m¨¢s singular, sea una tercera parte que el destinado a Teatres de la Generalitat o una cuarta parte que el destinado al IVAM. Y en este contexto presupuestario tambi¨¦n resulta al menos sorprendente que la dotaci¨®n para eventos singulares como la Bienal o la producci¨®n de Las Troyanas sean de la magnitud que es. Al menos como ciudadano no me cabe m¨¢s remedio que exigir que pongan un poquito m¨¢s de esfuerzo en convencerme de la bondad de los proyectos y de la magnitud de los impactos, y por favor, sin recurrir a la Florencia de Brunelleschi.
En este marco de escasez de informaci¨®n y falta de transparencia, hablar seriamente de eclosi¨®n cultural de la Comunidad Valenciana resulta al menos atrevido. Un estudio con datos del 99, realizado por nuestro equipo de investigaci¨®n y publicado en la revista ICE del Ministerio de Econom¨ªa sobre la provisi¨®n de cultura en m¨²sica cl¨¢sica, cine y teatro, a nivel provincial muestra que la ubicaci¨®n de Valencia, Castell¨®n y Alicante se encuentra en posiciones m¨¢s bien modestas y a a?os luz de Madrid y Barcelona. No niego que haya algunos artistas pl¨¢sticos valencianos (?15, 20?) que ahora circulan a nivel internacional con mayor fluidez que en otros momentos. Y aqu¨ª quedan reflejados los peligros de este estilo de pol¨ªtica cultural ocurrencial. Ante la falta de elementos contrastables para el debate la orientaci¨®n de la pol¨ªticas culturales puede derivar sin peligros hacia querencias personales o estar sujeta a presiones de lobbys h¨¢biles.
Para los que hayan llegado al final del art¨ªculo, advertirles de que la an¨¦cdota del principio es completamente ficticia. Pero, ?c¨®mo hablar de pol¨ªtica cultural sin una referencia a los cl¨¢sicos?
Pau Rausell K?ster es miembro del ¨¢rea de Investigaci¨®n en Econom¨ªa Aplicada a la Cultura en la Universidad de Valencia.
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