El hombre que entren¨® al Figueres
Mientras las dem¨¢s mujeres se pasan el d¨ªa diciendo que lo que valoran en un hombre son las manos, la mirada, y todo eso, mis amigas y yo s¨®lo nos fijamos en los hombres que entienden de f¨²tbol. Por eso nuestros sue?os er¨®ticos est¨¢n poblados mayormente por taxistas. As¨ª que el martes fuimos a Sabadell, a la biblioteca de Can Puigjaner, donde Pichi Alonso (el hombre que entren¨® al Figueres) daba una conferencia titulada Un derby literari. Era dentro del ciclo Sabadelletres, organizado por el Ayuntamiento. Se trata de que alguien que no se dedica a escribir, hable de sus libros favoritos. Ha ido gente como Alaska o Zubizarreta.
Cogimos el tren en Barcelona, y como todo el mundo sabe, por los altavoces sonaron unos cl¨¢sicos populares: El buque fantasma, El claro de luna y El bolero (el de Ravel). A nosotras nos gust¨®, pero hicimos ver que escrib¨ªamos una carta al director, de protesta, para no pasar por conformistas. Dices que te gusta la m¨²sica que te imponen y pareces facha.
'Pichi' Alonso quer¨ªa hablar de libros en aquel centro c¨ªvico de Sabadell. Pero los ni?os que le segu¨ªan no estaban por la labor. Prefer¨ªan el f¨²tbol
Llegamos a la biblioteca y saludamos al inventor del acto, el periodista Ricard Ruiz, que tambi¨¦n hac¨ªa de presentador. De pronto, a nuestro lado aparc¨® un cochazo 'arreglado pero informal', es decir; lujoso pero todo terreno. Era el cochazo de Pichi.
Detr¨¢s ven¨ªa el manager ?ngel Lacalle, que es amigo suyo. Nos dijo: 'A las de EL PA?S se os reconoce a la legua'. Le preguntamos por qu¨¦ y result¨® que es porque somos muy discretas. Es una verg¨¹enza que este diario no nos pague unos uniformes negros con tachuelas, como hace meses que estamos reclamando. Mientras ellos arreglaban sus asuntos monetarios, nosotras entramos a la sala de actos para coger sitio, y nos dimos cuenta de la realidad. La realidad era que todos los asistentes a la conferencia, excepto seis, ten¨ªan menos de nueve a?os. Se pod¨ªa distinguir a los mayores de nueve a?os porque eran los ¨²nicos que no agitaban alegremente un papel y un boli en la mano. Era para el aut¨®grafo posterior.
Entr¨® Pichi con Ricard, el periodista organizador, y sinceramente, al principio debieron de sentirse como un grupo de mimos actuando en un cumplea?os. Piensen que el pobre Pichi ten¨ªa pensado hablar principalmente de dos libros: El graduado (ya saben, el de Mrs. Robinson) y Wilt, de Tom Sharpe (ya saben, el de la mu?eca hinchable). 'Un poco de silencio, por favor', rogaba el organizador, porque los ni?os ya empezaban a decir 'Baaaar?a, Baaaar?a, o¨¦, o¨¦, o¨¦'. 'Hola, buenas noches', susurr¨® Pichi un poco cohibido. Pero claro, el p¨²blico infantil, a diferencia del p¨²blico adulto, contesta cuando se le saluda, as¨ª que chillaron disciplinadamente: '?Bueeeenas nooooches Piiichi!'.
En la mesa hab¨ªa diarios deportivos y libros: La balada de Wembley, de Pitu Abril y Pere Cullell; El Bar?a o la vida, de los Germans Miranda, y C¨®mo acertar a las quinielas, del equipo de expertos 2100. Lo bueno de Pichi es que a pesar de dirigirse a una mayor¨ªa de ni?os no puso voz tierna, ni hizo muecas, ni habl¨® con diminutivos; habl¨® normal, vamos, as¨ª que estuvo muy bien. Explic¨® que Helenio Herrera les prohib¨ªa leer para que se concentraran, o que de peque?o le gustaban los tebeos. El periodista le pregunt¨® por la secci¨®n de deportes de EL PA?S-Catalu?a y a nosotras nos encant¨® o¨ªr que es m¨¢s que una secci¨®n de deportes, y que tiene la gracia de ser muy literaria y humor¨ªstica. A Pichi le parece muy bien que en la secci¨®n tambi¨¦n colaboren escritores y dijo que es muy fan del Doctor Cul¨¦, de Sergi P¨¤mies.
Luego vino el turno de preguntas. El organizador suplicaba a los ni?os que preguntaran sobre libros, sobre libros, por favor. La primera, para que se hagan una idea, fue: '?Has jugado con Maradona y Guardiola?'. La gracia es que se notaba que los ni?os ¨¦stos hab¨ªan visto en la tele las conferencias de prensa deportivas porque preguntaban con el mismo tono, ese tono de voz flojito y monocorde de estar en directo, y usaban las mismas expresiones. 'Yo quisiera saber en qu¨¦ equipos has jugado y en qu¨¦ equipos te has sentido mejor', le solt¨® uno, por ejemplo. Pero antes de la pregunta sudaban, carraspeban y se pon¨ªan rojos. Eso s¨ª, cuando escuchaban la respuesta, su cara era una cara beat¨ªfica de ni?o feliz en trance. 'Se agradecer¨ªan preguntas sobre libros', insist¨ªa Ricard mientras ellos cuchicheaban. 'Preg¨²ntale t¨²', o¨ªmos que dec¨ªa uno. 'Que no, que a lo mejor son amigos, capull¨®n', contest¨® otro. Al final, un chaval que llevaba una bufanda del Bar?a anudada a la cintura, se atrevi¨®: 'Por aqu¨ª me preguntan si Figo es un traidor o no'.
Luego tocaron los aut¨®grafos. La mesa hizo de muro de contenci¨®n y gracias a ella, hoy Pichi sigue vivo.
Al irnos, el organizador y nosotras nos incrustamos en el cochazo arreglado pero informal, y el guapo y amable Pichi nos llev¨® a Barcelona. Durante el viaje hablamos de f¨²tbol. De si un psic¨®logo en el vestuario servir¨ªa de algo. De Valdano. De modificar la regla del fuera de juego, es decir, de ampliar la l¨ªnea hasta el frontal del ¨¢rea para favocer el espect¨¢culo, aunque claro, luego los centrocampistas tendr¨ªan que ser atletas correcaminos. De la poca importancia que ten¨ªa antes el entrenador y de la mucha que tiene ahora. Era como ir en taxi, pero a lo grande y sin Ambipur.
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