Entre Escila y Caribdis
Hace 10 a?os, los mandatarios de 21 pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica celebraron en Guadalajara (M¨¦xico) la I Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno y decidieron la creaci¨®n de un 'foro anual de di¨¢logo, concertaci¨®n pol¨ªtica y cooperaci¨®n para el desarrollo'. La intenci¨®n declarada: sentar las bases para la conformaci¨®n de un nuevo espacio internacional, la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Decisi¨®n plausible en un momento crucial: fin de la guerra fr¨ªa, fractura de la bipolaridad y aluvi¨®n incontenible de la globalizaci¨®n comercial y financiera que empezaba a sedimentar nuevos bloques sobre la faz de un mundo menos ancho, pero para muchos, m¨¢s ajeno.
Esta nueva 'cumbre' suscit¨® cierto escepticismo y no pocas suspicacias. Nada extra?o en un continente en el cual viejos h¨¢bitos hegem¨®nicos, pruritos excluyentes y desmanes arbitrarios han mediatizado hasta la inocuidad a ciertas organizaciones hemisf¨¦ricas. Pero este intento de concertaci¨®n iberoamericana, instalada sobre s¨®lidos cimientos hist¨®ricos y culturales, tuvo el m¨¦rito de expresarse sin estridencias a trav¨¦s de acciones de cooperaci¨®n, modestas tal vez, pero no menos relevantes en cuanto apuntan hacia lo esencial del desarrollo a largo plazo.
En la d¨¦cada pasada las 10 cumbres que se sucedieron marcaron el ritmo pausado de un doble proceso. De un lado, proyectos tangibles fueron forjando eficaces mecanismos para la articulaci¨®n de intereses compartidos en lo pol¨ªtico, lo econ¨®mico y lo cultural. Tal el caso de programas como los referentes a la calidad de la educaci¨®n, el dise?o com¨²n de la formaci¨®n profesional, la cooperaci¨®n universitaria, el impulso de la ciencia y la tecnolog¨ªa para el desarrollo, la construcci¨®n de un espacio visual iberoamericano, la promoci¨®n de la peque?a y mediana empresa, el apoyo a los pueblos ind¨ªgenas, el impulso al desarrollo estrat¨¦gico urbano, la formaci¨®n en materia de gobierno y pol¨ªticas p¨²blicas y el tratamiento de cuestiones como gobernabilidad y democracia. De otro lado, se fue logrando el dise?o de una estructura institucional sin caer en la tentaci¨®n paralizante y dispendiosa de la burocratizaci¨®n. En efecto, la cumbre anual de jefes de Estado y de Gobierno, la reuni¨®n bianual de cancilleres, las sectoriales de ministros y los trabajos de la comisi¨®n coordinadora y los responsables de cooperaci¨®n de los pa¨ªses, cuentan desde hace un a?o con el soporte de la Secretar¨ªa de Cooperaci¨®n Iberoamericana (Secib), estructura proverbialmente ligera, que tiene su sede en Madrid y est¨¢ dirigida por un secretario ejecutivo elegido por cuatro a?os.
Luego de una d¨¦cada de trabajo arduo y casi silencioso -tal vez demasiado silencioso-, la XI Cumbre Iberoamericana se re¨²ne hoy y ma?ana en Lima. Vuelve a hacerlo en una coyuntura crucial de la historia, esta vez del nuevo siglo. F¨²til ser¨ªa abundar aqu¨ª sobre la enorme proyecci¨®n mundial de los atroces atentados del 11 de septiembre contra los EE UU, sobre la complejidad de sus causas y la inquietante imprevisibilidad de sus consecuencias. Es empero incontrovertible, un ret¨®rico lugar com¨²n: nada volver¨¢ a ser como antes luego de este rubic¨®n del siglo XXI. Esto ata?e tambi¨¦n sin duda al naciente espacio iberoamericano.
Inevitable es, en este sentido, que el convulso clima internacional impregne la Cumbre de Lima, Y ello entra?a un desaf¨ªo, pero conlleva asimismo una ocasi¨®n propicia. Es de desear que el desaf¨ªo se enfrente con dignidad y se aproveche la ocasi¨®n con lucidez. Con esto queremos decir dos cosas: primero, que as¨ª como es moralmente imperativo asociarse sin cortapisas a la indignada aflicci¨®n que embarga a la sociedad norteamericana y colaborar de modo responsable en el acoso y prevenci¨®n del terrorismo, es por igual necesario no caer en el vendaval tramposo de interesados manique¨ªsmos; y segundo, que Am¨¦rica Latina en el contexto internacional actual, a pesar de la crisis que le afecta con evidente agudeza, tiene enormes ventajas comparativas frente a otras regiones emergentes en su relaci¨®n con los Estados Unidos y la Comunidad Europea, precisamente por no representar peligro de cobijo o extensi¨®n del terrorismo internacional; lo cual merece ser administrado con sagacidad.
Nos preocupa a los latinoamericanos la instrumentalizaci¨®n sesgada de la lucha contra el terrorismo, tanto en el recorte de las libertades civiles cuanto en la sistem¨¢tica y taimada ruptura de la juridicidad internacional que amenaza con acelerarse, incluso en comparaci¨®n con la nefasta era Reagan, cuya demoledora herencia seguimos padeciendo todos, incluidos los Estados Unidos. Y nos preocupa por igual el desider¨¢tum al que como el resto de la humanidad nos enfrentamos: o bien la barbarie de las Torres Gemelas sirve a todos, no s¨®lo para desmontar las escuelas seudo cor¨¢nicas, las redes financieras, las bases y santuarios del terrorismo fan¨¢tico, sino para replantear en profundidad la pol¨ªtica internacional y las relaciones entre pa¨ªses centrales y emergentes o, por el contrario, nos hacemos c¨®mplices irresponsables en la construcci¨®n de muros y alambradas entre pa¨ªses-fortaleza e inmensas zonas de miseria end¨¦mica y de naciones inviables: caldo de cultivo perfecto del fanatismo desesperado, del mesianismo ilustrado pero demencial, del suicidio homicida y vengativo.
En lo regional, nos preocupa la tragedia de Am¨¦rica Latina, donde para ganar elecciones democr¨¢ticas no se puede enmascarar los espeluznantes indicadores del d¨¦ficit social que la gente vive en el universo atroz de lo cotidiano, ni dejar de ofrecer alternativas de crecimiento del empleo, los salarios, el consumo y la inversi¨®n. Y que una vez en el gobierno, vuelva el dilema infernal: o se intenta amortizar la deuda social con f¨®rmulas alternativas al r¨ªgido esquema del FMI, o se sigue a pie juntillas la teolog¨ªa neoliberal hasta que al se?uelo del 'rebose de la concentraci¨®n del ingreso en beneficio de las mayor¨ªas' le sustituya un 'ajuste' m¨¢s draconiano a¨²n que el anterior. En el primer caso, la osad¨ªa del desacato a la ortodoxia puede llevar al desastre; en el segundo, se obtendr¨¢n los mismos resultados, que a?o tras a?o sumen a m¨¢s amplios sectores en la miseria y la exclusi¨®n. En ambos, el juego democr¨¢tico se convierte a ojos del ciudadano en una farsa tr¨¢gica y las peores tentaciones acechan.
En 1980, Alan Garc¨ªa trat¨®, con exabruptos y desaciertos muy graves por cierto, de ser coherente con su discurso electoral contra la rigidez del FMI, y el Per¨² qued¨® sumido en un desastre que Sendero Luminoso agrav¨® hasta la tragedia. Al final de la misma d¨¦cada, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, por el contrario, olvid¨® su promesa electoral, y poco despu¨¦s de su fara¨®nica entronizaci¨®n destap¨® de golpe el 'paquete' neoliberal y produjo m¨¢s de 3.000 muertos en las calles, para terminar liquidando en el cohecho y la corruptela empresarial la vida de los partidos tradicionales de su pa¨ªs, donde, luego, Rafael Caldera no pudo oficiar sino como fatigado enterrador, ante el arrollador mesianismo profil¨¢ctico de Hugo Ch¨¢vez.
Los latinoamericanos tenemos pues preocupaciones que preceden a las que el terrorismo suscita a justo t¨ªtulo. Por ello, cuando el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar anuncia que el eje central de la XI Cumbre Iberoamericana en Lima habr¨¢ de ser la lucha contra el terrorismo, desear¨ªamos ver matizado un tanto este prop¨®sito. Despu¨¦s de todo, un continente que ha padecido el terrorismo etnicida de los militares guatemaltecos con m¨¢s de 250.000 asesinatos, el de los militares argentinos o chilenos, el de Sendero Luminoso y su funesta contrapartida: el terrorismo de Estado de Fujimori y Montesinos, algo debe haber aprendido para conocer la urgencia de ir a las ra¨ªces propiciatorias del mal, en lugar de quedarse chapaleando tan s¨®lo en las turbulentas y superficiales aguas de la represi¨®n o la prevenci¨®n policiaca o log¨ªstica.
Por ello nos gustar¨ªa que la Cumbre de Lima sirviera m¨¢s bien para profundizar y ampliar los avances de este nuevo espacio internacional iberoamericano en los terrenos de la educaci¨®n, la formaci¨®n de cuadros, la sanidad, las infraestructuras, las telecomunicaciones, como eficaz contribuci¨®n a una mejor distribuci¨®n del ingreso, a la preservaci¨®n del medio ambiente y a la promoci¨®n de un desarrollo sostenible que garantice, y de modo m¨¢s perdurable, la seguridad de unos y de otros. S¨®lo as¨ª ser¨¢ posible construir una verdadera Comunidad lberoamericana de Naciones en el sentido de esa estimulante paradoja a trav¨¦s de la cual Fernando Henrique Cardoso, con dejos de realismo m¨¢gico, define como las utop¨ªas viables.
Jos¨¦ Carlos Ortega es periodista y soci¨®logo peruano.
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