Suerte y desgracia de las mundializaciones
El conocimiento de las formas anteriores de mundializaci¨®n es necesario para comprender las que vivimos y para adoptar las posiciones que conviene tomar frente a este fen¨®meno. Dos obras escritas en los a?os setenta ata?en a una noci¨®n que creo que es capital para el problema de la mundializaci¨®n, y en particular de la actual: la de la econom¨ªa-mundo. Estos dos libros son el del soci¨®logo norteamericano Immanuel Waller Stein The Modern World System (1974) y el del historiador franc¨¦s Fernand Braudel en el tercer volumen de Le Temps du monde de su Civilisation materielle. ?conomie et capitalisme, X¨¨me-XVIII¨¨me si¨¨cle (1979). (...)
El fen¨®meno que se produce hoy d¨ªa es que en el fen¨®meno de la mundializaci¨®n hay una primac¨ªa de lo econ¨®mico. Es una primac¨ªa relativamente reciente que surge en Occidente con el capitalismo de los siglos XVI y XVII, y que Sismondi defini¨® muy bien a principios del siglo XIX en sus Nouveaux principes d'¨¦conomie politique (1819): 'El g¨¦nero humano, o toda esta parte del g¨¦nero humano que comercia junta y que de alguna forma no constituye m¨¢s que un solo mercado'. Como la principal se?al de la mundializaci¨®n son los precios, conviene reflexionar sobre el hecho de que el dinero (y los precios) es un fen¨®meno esencial en el coraz¨®n de la mundializaci¨®n. Pero Fernand Braudel insiste con fuerza en el hecho de que pensar s¨®lo en la econom¨ªa ser¨ªa no s¨®lo un error, sino un peligro. 'La historia econ¨®mica del mundo', escribe, 'es la historia entera del mundo, pero vista desde un solo observatorio: el observatorio econ¨®mico. Elegir este observatorio es privilegiar de antemano una forma de explicaci¨®n unilateral y peligrosa'.
Este autor subraya que en toda mundializaci¨®n hay cuatro aspectos esenciales, que, seg¨²n ¨¦l, constituyen tambi¨¦n ¨®rdenes: un aspecto econ¨®mico, un aspecto social, un aspecto cultural y un aspecto pol¨ªtico. Insiste tambi¨¦n en el hecho de que estos ¨®rdenes, aunque son ¨²tiles para analizar el fen¨®meno, no funcionan y no deben considerarse por separado, sino que forman en cierto sentido un sistema y no se puede aislar la econom¨ªa de los otros aspectos (es muy importante hoy d¨ªa y las lecciones del pasado deben iluminarnos). (...) Las mundializaciones hist¨®ricas se?aladas por Braudel son: la antigua Fenicia, Cartago, Roma, la Europa cristiana, el Islam, Moscovia, China e India. Estas mundializaciones, que tambi¨¦n adquieren forma de imperios -y esto plantea un problema si se quieren analizar hist¨®ricamente-, se han presentado primero como construcciones esencialmente pol¨ªticas: es el caso de Roma, de China y de la guirnalda de pa¨ªses dependientes de que se ha rodeado, de India.
El caso de Roma me parece especialmente interesante, porque los romanos ten¨ªan la impresi¨®n de que extend¨ªan su dominaci¨®n sobre el conjunto del mundo habitado y proyectaban hacerlo. Por lo tanto, ah¨ª hab¨ªa una verdadera intenci¨®n mundializadora. Hab¨ªan retomado el t¨¦rmino griego para designar ese mundo habitado -la ec¨²mene- y el Imperio Romano se presentaba como el gobierno de la ec¨²mene.
Por otra parte, se podr¨ªan encontrar mundializaciones parciales; por ejemplo, la Hansa, que reagrupaba en la Edad Media a toda una serie de ciudades y corporaciones en Europa del norte. Aqu¨ª aparece otra noci¨®n importante cuando se habla de la mundializaci¨®n: la noci¨®n de red. El fen¨®meno de la mundializaci¨®n tiende a constituir redes y a apoyarse sobre estas redes. (...) La mundializaci¨®n implica que hay un desarrollo. Es un t¨¦rmino que significa una evoluci¨®n, y la mundializaci¨®n es un fen¨®meno que conquista espacios y sociedades. Hay una respiraci¨®n de la historia entre los periodos de globalizaci¨®n / mundializaci¨®n (hay que distinguir periodos de expansi¨®n de los imperios a pesar de los lazos entre los dos movimientos) y periodos de fragmentaci¨®n. Pero hay un hilo conductor, m¨¢s o menos continuo, de perseverancia de la mundializaci¨®n como futuro de la historia. Esta tendencia est¨¢ estimulada por los avances de la t¨¦cnica y de los instrumentos de comunicaci¨®n. (...) Fernand Braudel subrayaba que la mundializaci¨®n capitalista moldeaba el espacio pol¨ªtico-geogr¨¢fico. Alrededor de un centro, de una ciudad, sede de un organismo de impulso, la Bolsa, funcionaban 'brillantes segundos' m¨¢s o menos alejados, y la relaci¨®n centro-periferia dominaba este sistema jerarquizado espacialmente. Fueron, sucesivamente, Amberes, Amsterdam, Londres, Nueva York. Yo creo m¨¢s en la importancia de ciertos espacios y Estados econ¨®mico-pol¨ªticos. En la Antig¨¹edad fue la Roma mediterr¨¢nea; de la Edad Media al siglo XV, Europa; hoy d¨ªa, Estados Unidos. El dominio de la mundializaci¨®n exige una resistencia razonable y razonada a estas hegemon¨ªas. (...) En el fen¨®meno de la mundializaci¨®n hay una idea de ¨¦xito, de conseguir algo; pero si hay progreso, al mismo tiempo, correlativamente, est¨¢n las desgracias ligadas a las mundializaciones hist¨®ricas y que ponen de relieve los peligros de la mundializaci¨®n actual. ?Qu¨¦ aport¨® Roma a esta ec¨²mene que ella domin¨® durante siglos? Le aport¨® la paz; la pax romana es un elemento ligado a la mundializaci¨®n. Por consiguiente, el espacio de la mundializaci¨®n puede y debe considerarse un espacio pac¨ªfico. Evidentemente, hay que saber lo que significa esta pacificaci¨®n, c¨®mo se ha obtenido -desgraciadamente, a menudo se ha conseguido con la guerra- y qu¨¦ representa la dominaci¨®n, aunque sea pac¨ªfica, que ha aportado.
La mundializaci¨®n romana aport¨® a los habitantes, o en todo caso a la capa superior de los habitantes de este espacio mundial, la sensaci¨®n de una ciudadan¨ªa universal: ciudadanos del mundo. El ejemplo m¨¢s conocido es Pablo de Tarso, San Pablo, ese jud¨ªo que devino cristiano, que afirmaba con fuerza: 'Cives romanus sum' ('Soy ciudadano romano').
Por otra parte, la mundializaci¨®n romana llev¨® a la formaci¨®n de un espacio jur¨ªdico; por lo tanto, hay nociones y pr¨¢cticas de derecho ligadas a esta pacificaci¨®n y que deben acompa?arla.
Por ¨²ltimo (?accesoriamente?), hay un problema que dura hasta hoy: el de la lengua, la unificaci¨®n ling¨¹¨ªstica.
?Qu¨¦ hay que poner en la cuenta de esta mundializaci¨®n? Al final de un periodo muy largo -varios siglos-, la mundializaci¨®n romana se mostr¨® incapaz de integrar o asimilar a los nuevos ciudadanos, a los que hab¨ªa llamado 'b¨¢rbaros', y que, al no poder integrarse en el espacio y el sistema romanos, se sublevaron contra ¨¦l. En general, la mundializaci¨®n llama, a largo o corto plazo, a la revuelta de aquellos para los que no supone un beneficio, sino una explotaci¨®n e incluso una expulsi¨®n.
La colonizaci¨®n ligada a la expansi¨®n de Europa, y que acab¨® bajo las formas del capitalismo, comenz¨® en los siglos XV y XVI, y afect¨® sobre todo a ?frica y Am¨¦rica. Entre lo que se puede llamar progreso hay que decir que puso fin -me choca que se hable tan poco de ello- a la crueldad de las dominaciones y de las culturas precolombinas en Am¨¦rica. Los Estados aztecas, incas e incluso mayas eran Estados de una gran crueldad interna, cuyo caso m¨¢s llamativo eran los sacrificios humanos.
Un problema muy importante en lo que respecta a la mundializaci¨®n es lo que ocurre desde el punto de vista de la salud, del estado biol¨®gico de las poblaciones. Ah¨ª, el balance tambi¨¦n es desigual. En Am¨¦rica, el resultado fue un resultado globalmente catastr¨®fico. Los colonizadores aportaron involuntariamente, excepto quiz¨¢ indirectamente por la difusi¨®n del alcohol, sus enfermedades, sus microbios, sus bacilos, y perturbaron profundamente, o destruyeron, el equilibrio biol¨®gico de los pueblos mundializados. Pero tambi¨¦n hay que ver c¨®mo esta colonizaci¨®n aport¨® los avances de la higiene y de la medicina (m¨¢s recientemente, esto es especialmente cierto en ?frica).
Adem¨¢s, no creo ceder al mito de los colonizadores franceses, en particular del siglo XIX y la III Rep¨²blica, si digo que la mundializaci¨®n debe aportar, y aporta a menudo, la difusi¨®n de la escuela, del saber, del uso de la escritura y de la lectura.
Desde luego, en el otro platillo de la balanza, me aparecen dos grandes desgracias: lo que llamar¨ªa violaci¨®n de las culturas anteriores de los pueblos con una aut¨¦ntica destrucci¨®n de esas culturas. Aqu¨ª tiene que entrar en juego un componente importante de la mundializaci¨®n: la religi¨®n. (...) Me gustar¨ªa hablar (...) de lo que podr¨ªamos llamar, aun a riesgo de resultar chocante, los peligros del monote¨ªsmo. La mundializaci¨®n ha adquirido un car¨¢cter universal con las religiones -dejando aparte el juda¨ªsmo, que s¨®lo se dirige a una sociedad particular-, y el cristianismo o el islam, con el monote¨ªsmo, han aportado una idea que se desliza f¨¢cilmente -la historia lo ha demostrado- hacia la intolerancia e incluso la persecuci¨®n.
Por otra parte, (...) nos damos cuenta de que, sobre todo desde que el aspecto econ¨®mico se ha vuelto primordial, la mundializaci¨®n desarrolla, crea o en todo caso exacerba la oposici¨®n entre pobres y ricos o dominantes. El empobrecimiento es un mal hasta ahora casi inevitable de las mundializaciones. (...). Las mundializaciones no s¨®lo han violado las culturas, sino tambi¨¦n la historia. 'Pueblos sin historia': esta expresi¨®n, inventada a menudo por los colonizadores, ha herido a poblaciones que de hecho ten¨ªan una historia, a menudo oral, una historia particular, y que fueron realmente destruidas. La destrucci¨®n de la memoria, de la historia del pasado, es algo terrible para una sociedad.
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