El caos se apodera de Afganist¨¢n e impide la distribuci¨®n de ayuda

Para los afganos es dif¨ªcil olvidar lo que ocurri¨® en 1992 cuando, tras la llegada de la Alianza del Norte al poder, empez¨® una guerra de todos contra todos y el pa¨ªs se convirti¨® en una jungla de facciones armadas y conflictos ¨¦tnicos. Ahora, tanto los afganos como las organizaciones internacionales temen que si no se alcanza un acuerdo s¨®lido entre los distintos bandos en breve la inseguridad vuelva a adue?arse de Afganist¨¢n. Este panorama dificulta o impide, seg¨²n las zonas, la distribuci¨®n de ayuda humanitaria.

Episodios como el asesinato en la madrugada del martes del c¨¢mara sueco Ulf Stroemberg, que fue ametrallado a sangre fr¨ªa por unos bandidos en la casa que ocupaba en Taloqan, al norte del pa¨ªs, no ayudan precisamente a calmar la situaci¨®n. 'La mayor¨ªa de la ayuda humanitaria de Naciones Unidas entra en Afganist¨¢n por tierra, y lo que necesitamos es mayor seguridad en los caminos', asegur¨® ayer el portavoz de la ONU en Kabul, Jaled Mansur.

Desde hace unos d¨ªas, los convoyes con alimentos logran pasar sin problemas por la carretera de Jalalabad a Kabul, donde fueron asesinados cuatro periodistas la semana pasada. De todos modos, la ONU dice que los conductores tienen mucho miedo. No es para menos. Durante toda la semana pasada, los camiones fueron asaltados sistem¨¢ticamente y s¨®lo despu¨¦s de largas negociaciones con l¨ªderes pastunes Naciones Unidas ha logrado que algunos veh¨ªculos robados fuesen devueltos.

La ONU considera que gran parte del norte de Afganist¨¢n, sobre todo Mazar-i-Sharif y la zona de Kunduz, as¨ª como toda la regi¨®n de Kandahar, en el sur, todav¨ªa en manos de los talibanes, no son seguras para la distribuci¨®n de ayuda. Eso significa que al menos cuatro millones de personas carecen actualmente de asistencia. Seg¨²n Mansur, el problema no son s¨®lo los combatientes extranjeros renegados de las milicias radicales, ni los combates, ni los bombardeos de EE UU, sino que cada vez hay m¨¢s bandidos en los caminos. Y muchos temen que, cuando los comandantes dejen de tener dinero, que no ha faltado mientras ha habido territorio talib¨¢n por conquistar, los soldados de la Alianza del Norte dejen de cobrar y se dediquen al pillaje.

En Kabul sigue habiendo autobuses que salen hacia muchas partes, aunque van casi vac¨ªos. La gente tiene p¨¢nico a moverse y la inquietud aumenta cuando se habla de extranjeros. Las ONG que han vuelto a la capital afgana, tras la salida de los talibanes, estudian con lupa cualquier desplazamiento.

Aunque despu¨¦s del brutal asesinato de Taloqan las cosas han cambiado, en general, las ciudades son consideradas relativamente seguras, al menos durante el d¨ªa. El riesgo est¨¢ en los desplazamientos por unas carreteras llenas de hombres armados.

La inseguridad es una sensaci¨®n general. Los talibanes lograron el apoyo de una parte de los afganos, a pesar de su brutalidad y de sus delirantes y crueles leyes, porque lograron desarmar a gran parte de la poblaci¨®n e hicieron que el pa¨ªs fuese mucho m¨¢s seguro. Pero ahora la combinaci¨®n de kal¨¢shnikovs, milicias incontroladas y pobreza extrema vuelve a cernirse sobre Afganist¨¢n como una espada de Damocles. 'La gente siempre piensa que el pasado puede repetirse. Por eso muchas mujeres de Kabul, a pesar de la salida de los talibanes, no dieron la bienvenida a la Alianza. Tienen miedo de que vuelva a ocurrir lo mismo que en 1992', asegur¨® ayer Soraya Parlika, una hist¨®rica activista por los derechos de la mujer en Afganist¨¢n. Nadia, de 28 a?os, asegura que ahora tiene m¨¢s miedo que cuando gobernaban los talibanes.

Situaci¨®n volatil

En Kabul, la Alianza del Norte ha conseguido imponer algo parecido al orden. En el centro s¨®lo llevan armas los polic¨ªas, uniformados de gris, y los soldados dejan los fusiles AK-47 en los cuarteles. Pero, en cuanto se sale del recinto central de la capital, las cosas cambian. En las afueras resulta habitual ver soldados con armas y muchas veces sin uniforme. Eso, unido a la falta de coordinaci¨®n entre las diferentes milicias que ocupan los distintos sectores, convierte la situaci¨®n en bastante vol¨¢til.

'Si la ONU no despliega cascos azules en Afganist¨¢n, las cosas pueden estallar', dice un l¨ªder de la etnia hazara, a s¨®lo 30 kil¨®metros de Kabul, en la planicie de Shomal¨ª. En el resto del pa¨ªs, las milicias, los campesinos armados, los soldados con y sin uniforme, los ladrones se confunden. Y, seg¨²n informaciones que llegan desde Mazar-i-Sharif, las rencillas entre el general uzbeko Abdul Rashid Dostum y alguno de sus comandantes ya han empezado. Todo ello sin hablar de los muyahidin extranjeros que, acorralados y perdidos, se han quedado un poco por todas partes. Ayer fueron detenidos ocho paquistan¨ªes. Ya nadie sabe cu¨¢ntos de estos combatientes extranjeros, fan¨¢ticos, armados y hambrientos, quedan todav¨ªa en Afganist¨¢n.