Un intelectual libre
A comienzos de la d¨¦cada de los ochenta redact¨¦ esta breve presentaci¨®n de Edward Said con objeto de contribuir a la difusi¨®n de su obra en Espa?a, presentaci¨®n que dirig¨ª a media docena de editores amigos o conocidos:
'En 1978, la publicaci¨®n de Orientalismo, del palestino Edward Said, profesor de literatura inglesa y comparada en la Universidad de Columbia, en Nueva York -conocido hasta entonces por sus excelentes estudios de cr¨ªtica literaria-, produjo el efecto de un cataclismo en el ¨¢mbito selecto, un tanto cerrado y autosuficiente, de los orientalistas anglosajones y franceses. Su examen de las relaciones Occidente-Oriente, la minuciosa exposici¨®n de la empresa de conocimiento, apropiaci¨®n y definici¨®n -siempre reductiva- de lo 'oriental' en todas sus formas sociales, culturales, religiosas, literarias y art¨ªsticas por parte de aqu¨¦llos en provecho exclusivo, no de los pueblos estudiados, sino de los que, gracias a su superioridad t¨¦cnica, econ¨®mica y militar, se apercib¨ªan para su conquista y explotaci¨®n, pon¨ªan no s¨®lo en tela de juicio el rigor de sus an¨¢lisis, sino en bastantes casos la probidad y honradez de sus prop¨®sitos eruditos. Salvo raras excepciones, nos dice Said, el orientalismo no ha contribuido al entendimiento y progreso de los pueblos ¨¢rabes, isl¨¢micos, hind¨²es, etc., objeto de su observaci¨®n: los ha clasificado en unas categor¨ªas intelectuales y 'esencias' inmutables destinadas a facilitar su sujeci¨®n al 'civilizador' europeo. Fund¨¢ndose en premisas vagas e inciertas, forj¨® una avasalladora masa de documentos que, copi¨¢ndose unos a otros, apoy¨¢ndose unos en otros, adquirieron con el tiempo un indiscutido -pero discutible- valor cient¨ªfico. Una c¨¢fila de clis¨¦s etnocentristas, acumulados durante los siglos de lucha de la Cristiandad contra el Islam, orientaron as¨ª la labor escrita de viajeros, letrados, comerciantes y diplom¨¢ticos: su visi¨®n subjetiva, embebida de prejuicios, te?¨ªa sus observaciones de tal modo que, enfrentados a una realidad compleja e indomesticable, prefer¨ªan soslayarla a favor de la 'verdad' abrumadora del 'testimonio' ya escrito'.
Con un rigor implacable, Said expon¨ªa los mecanismos de la fabricaci¨®n del Otro que, desde la Edad Media, articulan el proyecto orientalista. La dureza del ataque, como se?al¨® en su d¨ªa Maxime Rodinson, convirti¨® a Orientalismo en el centro de una agria pol¨¦mica cuyos ecos no se han desvanecido a¨²n. Las cr¨ªticas y defensas apasionadas del libro mostraban en cualquier caso que el autor hab¨ªa dado en el blanco: nadie puede permanecer indiferente a ¨¦l. Pero mi iniciativa no dio resultado. El tema de la obra resultaba a¨²n ex¨®tico en aquellos a?os y me resign¨¦ a acoger Orientalismo en una discreta colecci¨®n que entonces dirig¨ªa y cuya difusi¨®n era escasa, por no decir nula. Por fortuna, las cosas han cambiado.
Como sus lectores espa?oles bien saben, la obra de Edward Said abarca un ¨¢rea muy vasta de conocimientos, algo bastante ins¨®lito, como veremos, en el universo arabomusulm¨¢n, tradicionalmente endog¨¢mico, replegado sobre s¨ª mismo y con escasa curiosidad por el mundo exterior (comp¨¢rese, por ejemplo, el n¨²mero de libros escritos en Occidente sobre esta civilizaci¨®n tan cercana, pero inasimilable a la nuestra -sin duda, varios millares de t¨ªtulos- con la cincuentena escasa de obras que los viajeros y ensayistas del Oriente Pr¨®ximo y el Magreb escribieron sobre Europa antes de la Primera Guerra Mundial, y mediremos el abismo que separa el Occidente avanzado de esa nebulosa de culturas, creencias religiosas y lenguas capsuladas en el t¨¦rmino 'oriental' forjado por nosotros. Quiero precisar aqu¨ª que Espa?a es un caso aparte: nuestra anorexia cognitiva y asimiladora tocante a otras culturas nos distancia tambi¨¦n irremediablemente de Europa).
El lector de Edward Said puede escoger, seg¨²n sus preferencias, entre las diferentes facetas de su obra: el excelente analista de la ficci¨®n autobiogr¨¢fica de Joseph Conrad; el cr¨ªtico literario de Intenci¨®n y m¨¦todo y El mundo, el texto y la cr¨ªtica; el music¨®logo, cuyas inolvidables conferencias en el Coll¨¨ge de France tuve el privilegio de escuchar; el narrador del bell¨ªsimo viaje a la tierra nativa que, al serle arrebatada en su ni?ez, lo convirti¨® para siempre en un palestino errante; el analista pol¨ªtico, implacable observador del mal llamado proceso de paz, consecuencia de los acuerdos de Oslo...
Pero quiero subrayar ahora un punto que me parece esencial para la comprensi¨®n de una labor tan rica y aguijadora. Como otros exiliados a lo largo de la historia, Said ha sabido sacar fuerza de la desdicha propia y la de su pueblo con miras a convertirla en la baza de un reto: el de transformar, conforme a la c¨¦lebre frase de Andr¨¦ Malraux, 'el destino en conciencia' y el de servirse de ¨¦sta para componer una obra cuya exigencia ¨ªntima y m¨®vil desinteresado la sit¨²en por encima de los azares y circunstancias de todo compromiso pol¨ªtico concreto. Said nunca ha sacrificado el juicio individual al prejuicio colectivo, y este rasgo de car¨¢cter, infrecuente en todas las sociedades, hace de ¨¦l una rara avis dentro del palomar donde zurean las palomas amaestradas al servicio del poder de turno, ya sea pol¨ªtico, empresarial o medi¨¢tico.
Su condici¨®n de exiliado, primero en Egipto y luego en Estados Unidos, le ha concedido, como compensaci¨®n personal, la fructuosa marginalidad de quien, en raz¨®n de las circunstancias, acampa en una zona fronteriza, en la periferia de Occidente y del Oriente Pr¨®ximo, desde la que contempla su cultura a la luz de otras culturas, y su lengua, a la luz de otras lenguas. Conocedor profundo de la literatura e historiograf¨ªa anglosajonas y francesas y de las claves de la dominaci¨®n imperialista de Occidente sobre el mundo arabomusulm¨¢n, ha podido examinar a ¨¦ste a la vez con intimidad y a distancia, con amor, pero sin indulgencia.
Ensayo tras ensayo, libro tras libro, Edward Said ha denunciado la perniciosa ausencia de autocr¨ªtica en los medios intelectuales ¨¢rabes: el ensimismamiento de su cultura, su refugio suicida en el pasado, la negaci¨®n y el no reconocimiento de las realidades que aborrecen y temen, el complejo de amor / odio respecto a Occidente, la falta de democracia real y la instrumentalizaci¨®n de las ¨¦lites por los gobernantes. Un conjunto de males que le conduce a preguntarse en Palestina. Paz sin territorios: '?Estamos condenados para siempre al subdesarrollo, la dependencia y la mediocridad?... ?Estamos escogiendo ser una reproducci¨®n del ?frica del siglo XIX a finales del siglo XX?'.
La desoladora experiencia de los ¨²ltimos a?os prueba que las cr¨ªticas agoreras de Said a Oslo eran bien fundadas. Despu¨¦s de un periodo de ni guerra ni paz, en el que se confi¨® a la Autoridad Nacional Palestina la tarea de mantener un orden precario en sus guetos y bantustanes, el inocente paseo de Sharon por la Explanada de las Mezquitas y el comienzo de la segunda Intifada ponen de manifiesto, por si ello fuera a¨²n necesario, la injusticia infinita que sufren los palestinos, injusticia que alimenta el terrorismo de los grupos islamistas y el subsiguiente recurso por Sharon a lo que no puede calificarse de otro modo que de terrorismo de Estado.
Tras el monstruoso atentado del 11 de septiembre y la guerra de Afganist¨¢n, vemos repetirse una variante de la situaci¨®n creada por la guerra del Golfo y el apoyo occidental a los reg¨ªmenes arabomusulmanes corruptos y represivos que se alinean prudentemente en su bando. La opci¨®n impuesta as¨ª a los pueblos del Oriente Pr¨®ximo no puede ser m¨¢s nociva: o una huida adelante, hacia un islamismo intolerante y retr¨®grado, o un sometimiento a aquellos reg¨ªmenes que perpet¨²an su ignorancia y subdesarrollo econ¨®mico y cultural.
Quisiera, para acabar, leer unos p¨¢rrafos del reciente art¨ªculo de Edward Said, 'Oriente Pr¨®ximo en un callej¨®n sin salida', en el que, con la integridad e independencia que le caracterizan, pone el dedo en la llaga: el abandono por Occidente de los principios que predica en los pa¨ªses ¨¢rabes (y a?ado yo, en ?frica, Asia e Iberoam¨¦rica).
'Se deja solos en la lucha a los valientes que defienden la secularizaci¨®n, que protestan por los abusos contra los derechos humanos, que luchan contra la tiran¨ªa clerical e intentan hablar y actuar en nombre de un nuevo orden ¨¢rabe democr¨¢tico y moderno, no tienen apoyo de la cultura oficial y sus libros y sus carreras se arrojan a veces como carnaza para esa ira isl¨¢mica que se va acumulando...'.
'El aut¨¦ntico culpable es una educaci¨®n primaria... hecha a base de remiendos del Cor¨¢n, con ejercicios maquinales basados en libros de textos trasnochados de hace 50 a?os, clases in¨²tilmente largas, maestros lamentablemente mal equipados y una incapacidad casi total para el pensamiento cr¨ªtico... Este anticuado aparato educativo de unos extra?os fallos en la l¨®gica y en el razonamiento moral, y una escasa valoraci¨®n de la vida humana, que llevan a brotes de entusiasmo religioso de la peor especie o una adoraci¨®n servil del poder'...
Una cr¨ªtica l¨²cida como la de Said, dirigida a la vez a los mecanismos de dominaci¨®n de Occidente y a las ra¨ªces del subdesarrollo cultural, democr¨¢tico y social de los pa¨ªses ¨¢rabes, resulta m¨¢s necesaria que nunca. Todos nos hallamos hoy enfrentados al horror sin paliativos de un terrorismo fan¨¢tico y ciego, y a otros horrores, como los que son el pan diario de los palestinos, interesadamente encubiertos por la hipocres¨ªa de muchos gobiernos.
Juan Goytisolo es escritor.
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