Encuentro de culturas
La pertenencia a una u otra cultura es cuesti¨®n esencialmente f¨ªsica, fundamentalmente espacio-temporal. Lo cual no le resta importancia al hecho cultural, ni le a?ade. Mi amigo Zafar Iqbad Dhamyal, director de la Kashmir Development Foundation, es musulm¨¢n porque naci¨® en el Pakist¨¢n del siglo XX, yo soy cristiano porque nac¨ª en la Espa?a del mismo siglo. De haber nacido siglos antes yo tambi¨¦n hubiese sido musulm¨¢n, o romano, o ¨ªbero, o...
No creo en el dios de las cruzadas, ni en el de la Inquisici¨®n, ni en el que bendice la acumulaci¨®n de bienes materiales en un mundo en el que todos los a?os millones de personas son consumidas por el hambre. De igual manera, le pido a mi amigo Zafar que no crea en el dios de la guerra santa, ni en el que ordena perseguir infieles, ni en el que considera a la mujer un ser inferior al hombre. Que su Dios, y el m¨ªo, sean el de la reconciliaci¨®n de los pueblos.
Zafar y yo somos igualmente personas, como cualquier otro ser humano, independientemente de d¨®nde hayamos nacido. Esto hace que tengamos en los derechos humanos el mejor punto de encuentro, la mejor senda de aproximaci¨®n. Casi 53 a?os despu¨¦s de la proclamaci¨®n de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos, ¨¦sta ha servido para que la cultura jur¨ªdica de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados se haya fundamentado en los derechos humanos, pero ese tiempo ha resultado infructuoso para avanzar en el cumplimiento de esos derechos en muchos pa¨ªses pobres. El resultado no admite justificaci¨®n cabal en pleno siglo XXI: 80.000 muertes diarias a consecuencia del hambre, 250 millones de ni?os esclavos, m¨¢s de 1.000 millones de personas sin acceso al agua potable, anulaci¨®n como seres humanos de las mujeres afganas, y un largo etc¨¦tera de calamidades vergonzosas en un mundo globalmente rico. Todas las culturas tenemos la obligaci¨®n de trabajar por un mundo sustentado en el cumplimiento eficaz de los derechos humanos, de otro modo el fantasma de la guerra y del terrorismo que aflora entre la pobreza y la miseria seguir¨¢n siendo compa?eros indeseables de nuestras vidas.-
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