Las razones de Pedro Romero
?C¨®mo envidio yo el poder del concejal Pedro Romero! No hay asunto que este hombre se proponga que no lleve a buen t¨¦rmino. ?Qu¨¦ influencia la suya! ?Qu¨¦ desparpajo! Cualquier dificultad se allana ante su prop¨®sito. Ninguna autoridad se le resiste. Se empe?¨® Romero en que los alicantinos disfrut¨¢semos de una escultura de tema taurino, y la veremos instalada, en muy poco tiempo, en el centro de la ciudad. Si cuando hizo la propuesta, el alcalde D¨ªaz Alperi la recibi¨® con displicencia y a¨²n parec¨ªa negarse a ella, han bastado unos meses para que la presente como propia. ?De qu¨¦ no convencer¨¢ Romero a nuestro alcalde?
Siento curiosidad por ver acabada esta escultura, que dar¨¢ una gran distinci¨®n a la ciudad. Desde luego, muy pocos lugares estar¨ªan dispuestos a colocar en sus calles una obra como ¨¦sta. Ni siquiera, creo yo, en esas poblaciones andaluzas, donde se profesa veneraci¨®n por el mundo del toro, se atrever¨ªan las autoridades a ello. Temer¨ªan la reacci¨®n de los vecinos. Les vencer¨ªa el sentido del rid¨ªculo. Afortunadamente, Romero desconoce el sentido del rid¨ªculo, como lo desconoce nuestro alcalde, de modo que los alicantinos podremos complacernos ante una obra de 36 metros cuadrados, en la que un garrochista, montado a caballo, y un cabestro conducen a cuatro toros bravos, modelados todos ellos a tama?o natural. ?Qu¨¦ efecto tan extraordinario no provocar¨¢ este grupo entre los paseantes!
Algunos artistas de la ciudad se han referido a esta obra como un anacronismo. Efectivamente, esta obra es un anacronismo. Pero, ?no ama Alicante los anacronismos? El alcalde D¨ªaz levant¨® un monumento al soldado de reemplazo y el alicantino protest¨® durante unos d¨ªas por la colocaci¨®n de esta obra, una de las m¨¢s grotescas que jam¨¢s hemos visto. Hoy, sin embargo, el monumento al soldado de reemplazo est¨¢ perfectamente integrado en el paisaje de la plaza del Mar y no son pocas las personas que acuden hasta all¨¢ para admirar esta escultura, atra¨ªdas por su fama. Si ahora se hablase de retirarla, muchas voces se alzar¨ªan en su defensa. ?Qui¨¦n nos dice que el d¨ªa de ma?ana no acudir¨¢n los visitantes a contemplar con el mismo fervor el grupo taurino que Romero erigir¨¢ en la plaza de Espa?a? Y es que vivimos en un mundo que ama lo raro, lo curioso, lo disforme.
Donde no puedo estar de acuerdo con el concejal Romero es en los motivos esgrimidos para adquirir la obra. Siempre estar¨¦ dispuesto a aceptar sus caprichos y admirarlos como una escena m¨¢s de esa corte de los milagros que es el Ayuntamiento de Alicante. Mientras se mantiene en esta l¨ªnea, Romero resulta un tipo pintoresco y sus decisiones no desentonan de las del resto de los concejales. Pero, si pretende dar a sus actos un barniz de seriedad, es decir, si aspira a revestirlos de alguna autoridad, deber¨ªa buscar para sus antojos argumentos m¨¢s consistentes. Arg¨¹ir que se contrata una escultura de tema taurino para celebrar la conclusi¨®n de unas obras contra las avenidas pluviales es desternillante, se mire por donde se mire. Pero es, sobre todo, un insulto a la inteligencia de los alicantinos.
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