Catecismos de educaci¨®n occidental
Las revistas de moda parecen superficiales, pero hace tiempo que se introducen y bucean en las conciencias. Act¨²an en apariencia como simples orientadoras del estilo, pero no se detienen ante la tentaci¨®n de operar sobre el total estilo del tiempo.
En el pasado, cuando las revistas de moda o revistas femeninas, como el Para Ti, eran un inocente subsector para pasar el rato, sus noticias quedaban en sugerencias, pero ahora, tanto por la importante presencia social de la mujer como por la gran importancia de la est¨¦tica, las propuestas se convierten en ideolog¨ªa.
'Lo que se lleva', en fin, no es ¨²nicamente lo que est¨¢ bien ponerse en las fiestas o en las calles, en las reuniones sociales o en la alcoba, sino todo lo que est¨¢ bien hacer. Lo que hay que ponerse es equivalente a c¨®mo hay que ponerse y en suma a c¨®mo se debe opinar o estar.
La moda no se corresponde siempre y al detalle con la situaci¨®n social porque esto ser¨ªa negar su car¨¢cter arbitrario, pero no deja de buscar inspiraciones en lo que oye y ve
A los asi¨¢ticos no parece importarles en absoluto las prendas de imitaci¨®n o falsificadas, e incluso m¨¢s de un 40% no ve en su adquisici¨®n ninguna se?al de menoscabo social
El regreso en estos meses de la moda g¨®tica o siniestra, como un revival de los a?os ochenta, con el auge del negro y los maquillajes blancos, los labios vivos, las ojeras, los imperdibles, los tules y los encajes de luto, remiten a un estado de desesperaci¨®n o parecido al no future del punk. Entonces surg¨ªa como un balance descorazonador del tiempo espiritualmente decadente, y ahora, en el comienzo del siglo XXI, como un reflejo de la moda de la muerte. Moda de la muerte en la publicidad de Benetton o Dior, actualidad del hiperterrorismo y de la guerra, idea de un mundo incierto, amenazado y vulnerable, donde cada d¨ªa, a la hora de comer, brotan matanzas humanas en los informativos.
Muertes en Oriente Pr¨®ximo, muertes en los campos ya muertos de Afganist¨¢n, muertes de hambre y desamparo, muertes en las discotecas y en las plazas, cr¨ªmenes en las cocinas y los cuartos de ba?o, cr¨®nicos accidentes de carreteras, sangre dom¨¦stica que acompa?a desde hace unos a?os al contenido sensacionalista, cada vez m¨¢s principal, en los informativos.
La moda no se corresponde siempre y al detalle con la situaci¨®n social, porque esto ser¨ªa negar su car¨¢cter arbitrario, pero no deja de buscar inspiraciones en lo que oye o ve. La moda es una manera de sentir y de mirar, con lo cual resulta una estampaci¨®n de la imagen que recibimos de nosotros mismos y del mundo, el tono general por el que la gente, una vez vestida y maquillada a la moda, se enhebra en una hilera de aspectos propagados por Elle, Cosmopolitan, Marie Claire, GQ o Vogue en sus ediciones internacionales.
Desde Gran Breta?a a Sur¨¢frica, desde Corea y Jap¨®n a Grecia, desde Australia a Estados Unidos. Desde Italia o Espa?a a Rusia o Taiwan, la revista Vogue, por ejemplo, dispone de un total de 15 redacciones salpicando los cinco continentes, mediante cuyos productos los habitantes de sitios tan distantes se acercan a una similar concepci¨®n de las cosas: las hechuras, los hechos. Las im¨¢genes son bellas y seductoras, pero no s¨®lo son esto. Se trata adem¨¢s de mensajes escritos, asertivos y hasta imperativos, que hablan de lo que es imprescindible u obligado hacer, lo que no se puede dejar de llevar si se desea continuar contando en el mercado del valor.
La editora Cond¨¦ Nast, como sus competidoras, influye adem¨¢s sobre diferentes aspectos de la vida a trav¨¦s de un surtido de publicaciones que comprenden desde la elecci¨®n de viajes y experiencias nuevas, gracias a las gu¨ªas de la revista CN Traveler, hasta el mundo interior de la gastronom¨ªa con Gourmet y Bon Appetit. Cond¨¦ Nast ilustra sobre las tendencias intelectuales gracias al emblem¨¢tico semanario The New Yorker como lanza hacia el horizonte m¨¢s vanguardista, t¨¦cnico y postcultural en virtud de la revista Wired.
El mercado asi¨¢tico
Tras a?os de prohibiciones y c¨®digos estrictos, los magacines de moda m¨¢s tradicionales, publicadas ya en lenguas del continente asi¨¢tico y con ediciones que llegan hasta la India, se han transformado en elocuentes catecismos de educaci¨®n occidental. El resultado de esta pedagog¨ªa a gran escala ha sido que la importaci¨®n asi¨¢tica de productos de moda occidentales haya crecido en la ¨²ltima d¨¦cada del pasado milenio -seg¨²n cuenta Lucrecia Escudero en la revista de semi¨®tica Designis, que ahora edita Gedisa- a raz¨®n de un 67% anual.
Muchas de esas prendas son (naturalmente, de acuerdo con la 'moda') de imitaci¨®n, pero a los asi¨¢ticos no parece en absoluto importarles la r¨¦plica, e incluso m¨¢s de un 40% no ven en la adquisici¨®n de las compras falsificadas ninguna se?al de menoscabo social.
Lo importante, a lo que se est¨¢ viendo aqu¨ª y all¨¢, en el arte y en el dise?o, en la producci¨®n o en la clonaci¨®n, no es tanto el prurito de la originalidad, la exclusiva de la obra ¨²nica o aut¨¦ntica, como la participaci¨®n en la invenci¨®n dominante.
Y complementariamente existe, por descontado, 'el complemento'. El bolso, el fulard, los zapatos, el cintur¨®n, las pulseras, las carteras (Noe de Vuitton, Bamb¨² de Gucci, la de cadena de Chanel, la Kelly de Hermes), pueden ser suficientes motivos para lograr fuera de Occidente el toque de occidentalizaci¨®n en boga y combinarlo con otras prendas del vestuario local. El complemento ser¨ªa como una contrase?a universal, un gui?o al ¨²ltimo grito global, y funcionar¨ªa como la necesaria tendencia hacia una complicidad internacional, el grito del '¨²ltimo grito' en la escena planetaria femenina, masculina o gay.

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