Contra la estatua a Curro Romero
Contin¨²a la soterrada campa?a medi¨¢tica de descr¨¦dito del movimiento antitaurino, que hay que a?adir a la campa?a protaurina institucional.
EL PA?S Andaluc¨ªa califica una pintada en el monumento a un torero de acto vand¨¢lico. Nunca he le¨ªdo este calificativo aplicado a, por ejemplo, una pintada contra la Ley de Ordenaci¨®n Universitaria (LOU).
Esta pintada no es m¨¢s que la expresi¨®n de una postura ¨¦tica, compartida -mal que les pese a algunos- por buena parte de nuestra juventud, que considera el espect¨¢culo taurino una actividad cruel, inmoral y criminal. Como las instituciones no facilitan v¨ªas para la expresi¨®n de este sentimiento, han de ser utilizadas v¨ªas alternativas.- Rafael ?vila Bay¨®n. Marbella.
Le¨ªmos en EL PA?S Andaluc¨ªa del pasado d¨ªa 2 de diciembre que, en Sevilla, le han levantado una estatua a un torero. Entre los asistentes al acto se encontraban: el se?or Mariano Rajoy, ministro de Interior, quien asisti¨®, seg¨²n dijo, 'como ministro y como aficionado y amigo de un diestro envuelto en un h¨¢lito de magia y misterio'; el se?or Baltasar Garz¨®n, juez-estelar, y el se?or Alfredo S¨¢nchez Monteseir¨ªn, alcalde, a quien le encantan estas verbenas barriobajeras, cuanto m¨¢s ruidosas mejor, en su ciudad.
Esta noticia me sugiere algunas reflexiones que me permito transcribir aqu¨ª.
Las estatuas son para mirarlas con respeto, con emoci¨®n, con gratitud. Lo normal es que se erijan estatuas a personajes distinguidos, a ilustres patricios, a h¨¦roes, a sabios, a prohombres benefactores de la Humanidad...
Pero resulta que en Espa?a, no. En Espa?a, trasero de Europa, ya en el siglo XXI, se inmortaliza en bronce a un tipo, due?o de una inmensa fortuna amasada a base de sangre y sufrimiento de animales, que s¨®lo puede presentarse ante el mundo como arquetipo de una obscenidad s¨¢dica que sirve de base a uno de los m¨¢s abyectos negocios que existen. Estamos en Espa?a, pa¨ªs atrasado e inhumano, empapado en sangre de toros, en donde espa?oles, cada d¨ªa m¨¢s envilecidos, todav¨ªa sienten un entusiasmo patol¨®gico por esa muestra macabra de sadismo. Este infausto acontecimiento (levantar una estatua a un torero) es una muestra fehaciente del nivel de degeneraci¨®n moral en el que se halla sumergida nuestra sociedad. Triste es reconocer que en Espa?a se menosprecia la verdadera inteligencia y se alzan a¨²n estatuas a renegridos navajeros. Ese adefesio de bronce en una calle de Sevilla es un atentado no s¨®lo contra la ¨¦tica, sino tambi¨¦n contra la est¨¦tica: nunca se vio cosa m¨¢s fea.
Lo malo ser¨ªa que a las dem¨¢s ciudades andaluzas les diera por seguir el ejemplo y se nos llenasen avenidas, plazas y glorietas de Espartacos, Julitos, Ponces, Jesulines y otros maravillosos y genuinos espec¨ªmenes de la sin par raza espa?ola.
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