La aventura fraternal
Hoy me consta que los que fuimos sin duda sinceros comunistas ¨¦ramos los c¨®mplices de grandes cr¨ªmenes. Nos encontramos a finales de 1936, es decir, en el momento en que Stalin se lanza a sus purgas m¨¢s sangrientas, cuyos ecos llegan hasta nuestros o¨ªdos y dan lugar a violentas discusiones entre nosotros. Despu¨¦s de todos estos a?os, sin embargo, me niego a considerar a mis camaradas del Partido de manera distinta a como lo hac¨ªa entonces.'
Paul Nothomb es quien escribe estas l¨ªneas en su Malraux en Espa?a.
En 1936, el joven comunista belga de veintid¨®s a?os se siente seducido y abducido por el ideal bolchevique, el idealismo revolucionario de un bolchevismo irreal que se encarnar¨ªa en los horrores del socialismo real. Nothomb, vali¨¦ndose de su experiencia en la aviaci¨®n, se enrola en la escuadrilla Espa?a que Andr¨¦ Malraux ha creado, organizado y comandado desde los primeros d¨ªas de la insurrecci¨®n fascista para acudir en ayuda de la Rep¨²blica espa?ola. Rememorando este compromiso de juventud, de revuelta exigente contra el orden burgu¨¦s. Nothomb precisa en la p¨¢gina que acabo de citar: 'La adhesi¨®n a la doctrina de Lenin nos un¨ªa como la fe une una orden de monjes soldados'.
Lo que no es una mala definici¨®n de un estado de ¨¢nimo, de una ceguera movilizadora.
Pero esta p¨¢gina citada concluye con algunas frases de capital importancia.
Comentando una bella fotograf¨ªa de la guerra de Espa?a, encontramos unas palabras que no s¨®lo me parecen justas -pues se ajustan a la realidad y le hacen justicia-, sino que est¨¢n cargadas de una emoci¨®n hist¨®rica todav¨ªa activa.
Malraux en Espa?a, el bello libro de Paul Nothomb, se compone de dos partes bien distintas, pero vinculadas entre s¨ª con fuerza, con profundidad, porque abordan el mismo tema (la experiencia colectiva de la escuadrilla internacional creada por Andr¨¦ Malraux en 1936 y 1937), y porque, desde el punto de vista narrativo e intelectual, las dos partes demuestran un mismo esp¨ªritu de rigor y objetividad, una id¨¦ntica visi¨®n del mundo l¨²cida y c¨¢lida, desprovista de concesiones pero llena de ternura humana.
?stas son las palabras que me
conmueven todav¨ªa hoy, tanto tiempo despu¨¦s de los acontecimientos hist¨®ricos a los que se refieren:
'Escribe entre nosotros -escribe Nothomb para evocar los combates de anta?o- un esp¨ªritu de compa?erismo inaudito, un extraordinario buen humor en todo momento, hasta el punto de que, al recordar esas horas pasadas, no puedo dejar de pensar que vivimos uno de esos raros instantes en que la fraternidad humana, eso tan a menudo adulterado, se convierte en algo m¨¢s que una palabra, que un eufemismo.'
Por un lado, pues, el implacable rigor para juzgar los resultados reales del bolchevismo ideal que hab¨ªa deslumbrado su juventud. Por otro, la afirmaci¨®n de fraternidad, simpat¨ªa, compasi¨®n o solidaridad con los compa?eros de largos a?os gloriosos o miserables, de batallas a menudo heroicas, casi siempre perdidas.
Esta actitud, que parece normal hoy en d¨ªa, post festum -casi podr¨ªamos decir post mortem: dado el desmoronamiento del socialismo real- ha sido sin embargo extremadamente rara.
A menudo, demasiado a menudo, los ex comunistas, sea cual sea la raz¨®n que les ha empujado a romper con el Partido, o a ser excluidos de ¨¦ste, sea cual sea el momento hist¨®rico, pueden dividirse en dos grandes categor¨ªas.
En primer lugar, est¨¢n aquellos que, imitando a un personaje del A puerta cerrada de Sartre para quien el infierno son los dem¨¢s, proclaman con toda la mala fe que el estalinismo son los dem¨¢s. Intelectuales o dirigentes pol¨ªticos del Partido, a veces de primera fila, afirman que no descubrieron el estalinismo hasta el d¨ªa en que se convirtieron en sus v¨ªctimas propiciatorias. Todo lo que han podido escribir o hacer antes de esa fecha, y que habr¨¢ servido para propagar y consolidar el estalinismo, antes del funesto d¨ªa en el que fueron atrapados por la trituradora de almas, esa mec¨¢nica de la sospecha y de la represi¨®n (?en nombre, claro est¨¢, de la 'vigilancia revolucionaria'!), todo eso lo han olvidado.
Otros, tan numerosos como los anteriores y en funci¨®n de una misma carencia de autoan¨¢lisis, de esp¨ªritu autocr¨ªtico, pero que ha actuado en sentido inverso, reconducen y reconstruyen en su antiestalinismo, dentro del proceso que instruyen contra una antigua fe, los mismos mecanismos, los mismos procesos de intolerancia y dogmatismo que anta?o hab¨ªan empleado contra la libertad de esp¨ªritu.
La actitud de Paul Nothomb, s¨ªntesis poco frecuente de implacable esp¨ªritu cr¨ªtico y memoria compasiva o fraternal, se revela no s¨®lo excepcional, sino que tambi¨¦n de manera excepcional se adapta al tema en este relato.
Su actitud resulta excepcionalmente apta para delimitar y describir el comportamiento y la filosof¨ªa pol¨ªtica de Andr¨¦ Malraux durante la guerra antifascista de Espa?a. Ciertamente, Malraux, llevado por la objetividad del momento hist¨®rico a acercarse a los comunistas en el combate antifascista, compa?ero de viaje, preserv¨® su independencia creativa y de pensamiento -L'Espoir es buena muestra de ello: novela soberbia, original en su estructura formal, brillante, polif¨®nica, espl¨¦ndida; profunda y rica en el debate, la reflexi¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica que constituye su sustancia.
En consecuencia, Malraux en Espa?a es un libro bello y serio: documento hist¨®rico de primer orden, por un lado; perfecto ¨¦xito art¨ªstico, por otro.
Desde el punto de vista hist¨®rico, Paul Nothomb vuelve a poner las cosas en su sitio. Y creo que de modo irrefutable. Es cierto que existen trabajos objetivos, ponderados, sobre el papel exacto que desempe?¨® en los primeros meses de la guerra de Espa?a la escuadrilla internacional organizada y dirigida por Andr¨¦ Malraux.
Sobre esta escuadrilla se han escrito no pocas tonter¨ªas calumniosas. Las m¨¢s tontas y malintencionadas, tambi¨¦n las menos justificadas, no proced¨ªan del campo franquista. Proced¨ªan, y es triste constatarlo, del campo republicano.
Pero son cr¨ªticas hechas a posteriori, mucho despu¨¦s del final de la guerra civil, en un contexto de ajustes de cuentas entre los componentes del Frente Popular, divididos por los rencores provocados por la derrota.
Los comunistas espa?oles han
acabado por tener una influencia considerable, a menudo determinante y hegem¨®nica, en el ej¨¦rcito republicano. Y ello debido a que el ¨²nico pa¨ªs que vendi¨® armas de manera masiva a la Rep¨²blica asaltada, que envi¨® consejeros militares y especialistas, principalmente aviadores y conductores de carros de combate, fue la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Sin embargo, los comunistas espa?oles, en los libros de historia o en las memorias escritas en el exilio tras rumiar la derrota, creyeron que se pod¨ªa atacar a Malraux, quien hab¨ªa roto con ellos despu¨¦s del pacto germano-sovi¨¦tico de 1939.
Las opiniones de, por ejemplo, Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviaci¨®n republicana y comunista reciente con ardor de ne¨®fito, que tienden a minimizar e incluso a burlarse del papel desempe?ado por Andr¨¦ Malraux y su escuadrilla, no pueden tomarse en consideraci¨®n de forma seria.
En mi opini¨®n, Paul Nothomb analiza este tema de manera clara y convincente. En comparaci¨®n con otros trabajos (por otra parte muy estimables) que van en el mismo sentido y con la misma apreciaci¨®n positiva, tiene a su favor el hecho de ser la obra de un testigo activo de la locura heroica de Malraux y sus compa?eros, que toma partido en los problemas y los combates que vivi¨® en primera l¨ªnea, a partir de septiembre de 1936 y hasta la ¨²ltima misi¨®n de la escuadrilla, integrada en la aviaci¨®n republicana y rebautizada con el nombre de su fundador.
Pero si este libro es hist¨®ricamente impactante, lo es tambi¨¦n est¨¦ticamente.
Las fotograf¨ªas que ilustran y dan ritmo al relato de Paul Nothomb, que en la segunda parte act¨²an de soporte al comentario pertinente del autor, desprenden un encanto, un aura fraternal y grave que incrementa de modo considerable su inter¨¦s documental.
Podr¨¢n volver a contemplarse momentos fugaces, v¨ªvidas tomas de lo cotidiano, im¨¢genes que Malraux elabor¨® y recompuso m¨¢s tarde cuando rod¨® su inolvidable pel¨ªcula Sierra de Teruel.
As¨ª, entre tantas otras, las im¨¢genes del descenso de los heridos y los muertos de un avi¨®n de la escuadrilla derribado durante una misi¨®n. Im¨¢genes que evocan la solidaridad, la fraternidad de los campesinos de la regi¨®n con esos extranjeros, desconocidos pero cercanos, que ayudan a evacuar a los suyos hacia un hospital militar.
La mayor¨ªa de las fotograf¨ªas reproducidas en el libro son obra de Raymond Mar¨¦chal, uno de los miembros de la escuadrilla. Herido de gravedad en el rostro, una foto (p. 135) lo muestra durante su convalecencia sentado en un restaurante junto a Malraux. Esta foto, comenta Paul Nothomb, 'resume para m¨ª el ambiente, ya por entonces melanc¨®lico, de ese final de partida: Mar¨¦chal, que fija no sin valor el objetivo y a quien vuelvo a encontrarme aqu¨ª, aparece en todo su esplendor, a pesar del vendaje de cura ; Malraux con su media sonrisa, donde se lee siempre un punto de tristeza y ese aire de burlarse del mundo que era el emblema de su libertad...'. Y a?ade un poco m¨¢s adelante:
'Malraux, y esto lo caracte
riza bien, jam¨¢s dejar¨¢ plantado a su compa?ero lesionado: har¨¢ de ¨¦l uno de sus asistentes, en 1938, en el rodaje de Sierra de Teruel.
'Y los dos hombres combatir¨ªan todav¨ªa, codo con codo, en 1944, en el maquis de Corr¨¨ze: para Raymond, esta batalla ser¨¢ la ¨²ltima.'
Sin embargo, en este conjunto de rara belleza, de un inter¨¦s documental considerable, mis dos fotos preferidas son menos dram¨¢ticas. Fueron tomadas en Torrente, cerca de Valencia, en un momento de descanso en diciembre de 1936 (p. 89 y siguiente doble p¨¢gina). Andr¨¦ Malraux aparece ah¨ª, con el sempiterno cigarrillo en los labios, en medio de un grupo de combatientes republicanos. Dos j¨®venes espa?oles lo flanquean, lo tienen cogido con familiaridad del brazo. Todo el mundo sonr¨ªe, parece alegre. 'Malraux sab¨ªa re¨ªr, bromear -comenta Paul Nothomb-, y nunca ten¨ªa un aspecto tan risue?o como en esos momentos de entusiasmo juvenil en que la jerarqu¨ªa no cuenta.'
Estas im¨¢genes, estas palabras de Nothomb, me traen poderosamente a la memoria un recuerdo personal.
En Buchnwald, uno de mis camaradas del bloque 40 era un obrero metal¨²rgico parisino que hab¨ªa combatido en Espa?a, en la XIV Brigada Internacional. Un d¨ªa, hablando de esta experiencia espa?ola, me dijo que hab¨ªa coincidido con Malraux. Enseguida le pregunt¨¦ por la impresi¨®n que le hab¨ªa causado. La respuesta, inmediata, me dej¨® m¨¢s bien perplejo: '?Malraux? -exclam¨® Fernand B.-, ?un tipo divertido!'.
No he comprendido lo que quiso decirme hasta que he visto estas fotos de Malraux en Espa?a, el precioso libro, ¨²til y serio, simple y tr¨¢gico, de Paul Nothomb.
Quien por cierto tiene toda la raz¨®n cuando dice que entonces 'vivimos uno de esos raros instantes en que la fraternidad humana, eso tan a menudo adulterado, se convierte en algo m¨¢s que una palabra, que un eufemismo'.
El recuerdo de esa fraternidad de Espa?a habr¨¢ marcado, de un modo obsesivo, la vida de esos dos hombres: Andr¨¦ Malraux, Paul Nothomb.
Jorge Sempr¨²n, de la Academia Goncourt.
BIBLIOGRAF?A
Malraux en Espa?a. Paul Nothomb. Traducci¨®n de Jos¨¦ Carlos Cata?o. Edhasa. Barcelona, 2001. 158 p¨¢ginas. 3.900 pesetas. La condici¨®n humana. C¨ªrculo de Lectores. Madrid, 2001. Altaya. Barcelona, 2000. Bibliotex. Barcelona, 2000. Edhasa. Barcelona, 1997. La esperanza. Edhasa. Barcelona. 2001. Altaya. Barcelona, 1996. C¨¢tedra. Madrid, 1995. Vida de Napole¨®n: contada por ¨¦l mismo. RBA. Barcelona, 2001. La v¨ªa real. Espasa. Madrid, 1996. Oraciones f¨²nebres. Anaya and Mario Muchnik. Madrid, 1996 Los conquistadores. RBA Coleccionables. Barcelona, 1995. Origen,1992. Antimemorias. C¨ªrculo de Lectores. Madrid, 1992.
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