Boris por dentro
Me gusta ver a Boris Izaguirre en la tele, igual que me gusta el sexo sin preliminares, los viajes organizados, el aerobic y las estaciones de servicio. No aspiro a que me entiendan, pero tambi¨¦n s¨¦ que no estoy sola. Siempre que puedo, me dedico a ver c¨®mo son por dentro las cosas que me excitan, como los electrodom¨¦sticos, los hombres o la televisi¨®n, as¨ª que cuando Boris me invit¨® a ver el programa Cr¨®nicas marcianas, el mi¨¦rcoles, fui. Lo emiten desde un pol¨ªgono industrial de Sant Just Desvern y el p¨²blico llega all¨ª en autocar (yo, con mis amigas, que tienen coche y mundo). Lo primero que visitamos, con esa mezcla de frialdad y mitoman¨ªa que a veces nos invade a las personas con ropa interior conjuntada, fue el lugar donde cenan.
Visto as¨ª, desde esa esquina llena de cables, ni la televisi¨®n ni nosotros ten¨ªamos ninguna importancia
All¨ª estaban dos de los invitados de la noche, Ricardo y Kaki, concursantes de Supervivientes, ese programa que se graba en una isla desierta. Boris dijo que tambi¨¦n hab¨ªa venido la concursante catalana, Francesca, pero le daban de comer aparte porque los tres se odian. Qu¨¦ cosas, ?no?
Boris nos lo ense?¨® todo. En una habitaci¨®n, los de vestuario tricotaban un modelazo con el mismo ¨ªmpetu de unas trabajadoras ilegales en un taller clandestino de costura. Sin dejar de hacer punto de abeja, nos contaron que tienen muy pocas horas para confeccionar la ropa que necesitar¨¢n cada noche. Adem¨¢s, hay imprevistos: en algun programa, Boris quiere ir vestido exactamente igual que alguna invitada, y lo que hacen es espiarla cuando llega para ver qu¨¦ ropa se ha puesto. Despu¨¦s, en una hora, calcan el traje. La tele te hace perder la capacidad de sorpresa. Ves algo (Izaguirre vestido igual que alguna invitada), pero no te preguntas c¨®mo lo han hecho. Como todo nos gustaba tanto, Boris nos present¨® a ese se?or de la barba, Jorge Salvador, que pone las m¨²sicas. ?C¨®mo puede ser que vaya tan r¨¢pido poni¨¦ndolas? ?Las tiene preparadas? Resulta que tiene un programa inform¨¢tico que las comprime, as¨ª le caben todas en el ordenador. Las almacena a partir del estribillo, para que a los dos segundos el p¨²blico las reconozca. Si en el ordenador teclea, es un suponer, 'Abraira', le salen 20 canciones de Pablo Abraira que puede pinchar. De ¨¦l nos gust¨® que se le ve¨ªa feliz hablando de los secretos del MP3.
Entraba el p¨²blico. Por detr¨¢s, donde est¨¢bamos nosotras, todo ten¨ªa un ambiente de bambalinas de teatro. Las tres coristas, con sus medias de rejilla, fumaban, abrigadas. Loles Le¨®n y Bibiana Fern¨¢ndez, que se nota que se han cambiado en muchos camerinos de este mundo, se retocaban el maquillaje. Sard¨¤ parec¨ªa algo nervioso. El c¨®mico Carlos Latre, el que hace todas las parodias, nos dio conversaci¨®n, vestido de su personaje. Pas¨® Fernando Ramos, ese del pelo largo, que seg¨²n mis amigas deber¨ªa llamarse Vidal Sasoon, de guapo que es. Los dos concursantes que odian a Francesca se pusieron spray en la boca, para el aliento (lo juro). Luego entramos en un camerino a saludar a Rosario Pardo, la actriz que hace de Roc¨ªo Jurado. En la pared ten¨ªa la letra de Como una ola. Est¨¢bamos en la tele.
Empez¨® el programa. El regidor no paraba de re¨ªr, rugir, moverse cuando animaba al p¨²blico a aplaudir o a calmarse. Un productor se arrastr¨® por debajo de la mesa para darle un CD a Sard¨¤. Luego salieron los tres concursantes, que eran el plato fuerte de la noche. Como era de esperar, se pelearon enseguida, y era una pelea tan absurda que por eso tuvo gracia. Habiendo peleas serias en el mundo, lo suyo era una realidad aparte, sedante. El tal Kaki dec¨ªa: 'T¨² en nuestra isla poco has hecho, y has gastado toda la crema solar'. Repet¨ªan sin parar que 'Espa?a entera nos est¨¢ viendo'. Por lo visto Espa?a entera ya sabe que cuando decidieron construir una caba?a en la isla, Francesca, la mala, no cort¨® ninguna ca?a. ?Por qu¨¦ nos divert¨ªa esa pelea de ni?os? Por Boris, que era tan consciente de que aquello era una tonter¨ªa que nos convenc¨ªa para tom¨¢rnoslo como un asunto de vida o muerte. Eso es la iron¨ªa.
La tele en directo engorda, pero tambi¨¦n adelgaza las cosas. Quiero decir que, visto as¨ª, desde esa esquina llena de cables, ni la televisi¨®n ni nosotros ten¨ªamos ninguna importancia. Discutir si nos educa o nos perjudica parec¨ªa tan tonto como discutir sobre qui¨¦n construy¨® la caba?a. No era nada, era algo que ocurr¨ªa de noche. Como ven, nos entr¨® el punto Unamuno. 'Yo me morir¨¦', pens¨¢bamos, 'pero t¨², concursante, te morir¨¢s dos veces'. Ahora nos viene a la cabeza esa serie americana, Con 8 basta, que pasaba en Sacramento. El padre, el se?or Bradford, le dec¨ªa a su hijo Nicholas: 'Seg¨²n las estad¨ªsticas los ni?os prefieren ver la tele a estar con su padre. Tu no prefieres ver la tele a estar con tu padre ?verdad?'. Y ¨¦l contestaba: '?De qu¨¦ canal hablamos?'. A nuestro lado hab¨ªa un chico rubio, de pelo rizado, que nos sonaba. Al final recordamos que hab¨ªa participado en Supervivientes del a?o pasado. Le preguntamos qu¨¦ hac¨ªa all¨ª y se ve que hab¨ªa ido a 'apoyar' al concursante Kaki. Eso nos conmovi¨®. Los que estaban entre los cables se re¨ªan con los exapruptos de la mala, y ¨¦l, que iba con los otros, no lo entend¨ªa. Pero los malos siempre duran m¨¢s. A ¨¦l nadie le entrevistar¨ªa esa noche. No consegu¨ªamos recordar su nombre. ?C¨®mo se llamaba?
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