El invento
Es que estoy maravillado, pasmado, perplejo. Todo un invento, s¨ª se?or. Me refiero a esa tarjeta que nos ha enviado el gobierno para calcular en la nueva moneda. Seg¨²n se mire, en funci¨®n del ¨¢ngulo o perspectiva, aparece el euro en azul nacional o la peseta en amarillo papal. Ya la podemos utilizar a partir de hoy mismo con la calderilla europea y, m¨¢s adelante, hasta con los billetes. No es s¨®lo una tarjeta, es casi una met¨¢fora, un s¨ªmbolo, una filosof¨ªa completa concentrada en pl¨¢stico. Se podr¨ªa decir que todo depende del color con que se mire. Claro que a veces me apetece mantenerla en esa dif¨ªcil posici¨®n intermedia donde se funden los colores, al igual que las pesetas con Europa. Pero eso s¨®lo me ocurre cuando escucho a Wagner, de diario soy monocromo.
La tarjetita de marras no tiene desperdicio. Por ejemplo, a medida que pasamos de la posici¨®n euro hacia las pesetas, el mapa de Espa?a se transforma poco a poco hasta convertirse definitivamente en un 901, en un simple n¨²mero telef¨®nico de informaci¨®n al usuario. Me parece imposible que un invento tan genial se limite ¨²nicamente al cambio de moneda. Estoy seguro de que, a partir de ahora, tendr¨¢ infinitos campos de aplicaci¨®n. Se me ocurren varios, como el cambio de sexo, las recetas m¨¦dicas, las posibles funciones del Senado, el hor¨®scopo, las mejores horas para dormir sin ruido en Valencia o las futuras leyes de educaci¨®n, pero les animo a que busquen muchos m¨¢s.
En ¨¦poca electoral, por ejemplo, se podr¨ªa enviar una de estas tarjetas con las fotos de los diversos candidatos de un partido y, al cambiar de perspectiva, aparecer¨ªan las caras de otro partido. Con un simple arreglo t¨¦cnico, hasta ser¨ªa posible representar a tres o cuatro opciones electorales que surgir¨ªan ante los ojos del votante con un ligero cambio de mu?eca. De esta forma, los indecisos, esos se?ores que siempre lo deciden todo, podr¨ªan abanicarse con la tarjetita hasta observar su preferencia por una visi¨®n determinada y, as¨ª, descubrir lo que realmente quieren.
Tambi¨¦n podr¨ªa ayudarnos en este asunto del patriotismo constitucional, que ¨²ltimamente est¨¢ muy de moda y que nos confunde casi tanto como el euro. Alguien deber¨ªa decirles a algunos pol¨ªticos que es m¨¢s f¨¢cil clonar un embri¨®n humano que hacer ingenier¨ªa gen¨¦tica con ciertas ideas colectivas y que, adem¨¢s, tienen un fuerte arraigo emocional, ya sea a favor o en contra. Mientras se enteran, y se enterar¨¢n cuando afloren de nuevo los viejos genes, la tarjeta bicolor nos puede ayudar. En una posici¨®n la imagen de Espa?a, m¨¢s o menos vertebrada, a gusto del consumidor. Y en la otra un resumen de la Constituci¨®n, aunque s¨®lo sea como recordatorio. As¨ª, en funci¨®n del ardor patri¨®tico con que nos levantemos, podremos traducir nuestro estado de ¨¢nimo desde una perspectiva a otra.
Sin duda, este invento dar¨¢ mucho de s¨ª. Y, encima, sin pilas. Casi es milagroso. Habr¨¢ mucha gente que se la quedar¨¢ mirando fijamente y preguntar¨¢ aquello de 'tarjeta, tarjetita m¨¢gica, ?cu¨¢l es la moneda m¨¢s guapa para terminar este mes?'. Aunque me temo que esa pregunta no la contesta ni el mism¨ªsimo Harry Potter. Quiz¨¢ si llamamos a ese 901, si se pone Rato, a lo mejor... Pero no creo.
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