Clase pol¨ªtica, causa perdida
Duele la clase pol¨ªtica de este pa¨ªs y duele su escasa habilidad, no ya para conseguir acuerdos, sino para tratarse con fluidez, con la naturalidad propia de su oficio. Enti¨¦ndase, hablamos de naturalidad cuando referimos su trabajo a nuestro inter¨¦s como ciudadanos. Estoy seguro de que los pol¨ªticos se toleran razonablemente en los pasillos parlamentarios, y que a menudo organizan comidas de confraternizaci¨®n, por m¨¢s que representen distintas visiones pol¨ªticas. Pero lo cierto es que, ante la opini¨®n p¨²blica (la opini¨®n p¨²blica somos nosotros) adoran mostrarse con el rencor rec¨ªproco de unos c¨®nyuges divorciados de mala manera.
Me temo que lo peor es la conclusi¨®n final que puede apuntarse ante esa actitud: ellos consideran que este pa¨ªs no tiene ning¨²n arreglo. Ha habido ya algunos analistas (algunos, porque aqu¨ª hay poco analista y mucho autor de literatura de combate) que han resaltado un hecho singular, caracter¨ªstico de la pol¨ªtica vasca a lo largo de este ¨²ltimo periodo: su permanente lucha por el voto radical.
En contra de lo habitual en las democracias normalizadas (donde la batalla electoral se desplaza al centro pol¨ªtico, dando por seguros los votos militantes y buscando siempre, en consecuencia, los que se encuentran un poco m¨¢s all¨¢), la pol¨ªtica vasca rebusca siempre sus refuerzos en la radicalidad, en la irreductibilidad, en la innegociabilidad, no importa el signo de la misma. Ello les impide a todos, por supuesto, conseguir sustanciosas ganancias electorales. Por m¨¢s que se produzcan oscilaciones, est¨¢ claro que el paisito podr¨ªa dibujarse en una serie de departamentos estancos que permanecen m¨¢s o menos estables: un nacionalismo troceado en dos tendencias, democr¨¢tica y violenta; un exacto reflejo del bipartidismo estatal, socialista y popular; y al fin una especie de bisagra, la parad¨®jica Ezker Batua.
Da la impresi¨®n de que los pol¨ªticos (los de uno y otro lado, los de una y otra ideolog¨ªa) han renunciado a un discurso conciliador que consiga reunir en su favor una notoria mayor¨ªa de los votos. Sabedores del paisaje fragmentado, obran con absoluto conservadurismo electoral, como dici¨¦ndose, 'ya que es dif¨ªcil que ganemos m¨¢s apoyos, ser¨¢ mejor consolidar los que tenemos'. Eso supone, en la complicada pol¨ªtica vasca, que el que se mueva un solo mil¨ªmetro de lo que esperan sus m¨¢s leales electores literalmente se la juega. La conclusi¨®n de esto es que, si alguien desconf¨ªa de las posibilidades de este pa¨ªs, esos son sus pol¨ªticos. En el fondo, en ese fondo freudiano en el que acaso no tendr¨ªan el valor de mirarse, todos ellos consideran que esto no tiene arreglo. Por eso es mejor no moverse. ?Para qu¨¦ hacerlo? ?Para sembrar la desconfianza entre los nuestros y no lograr un solo apoyo entre los ajenos?
Al final, todas las miradas se dirigen al electorado. Temerosos de variar en un ¨¢pice su discurso, afincados en la mon¨®tona hilera de r¨¦plicas, contrarr¨¦plicas y discursos monocordes con que se obsequian diariamente, todo lo que esperan los pol¨ªticos es que a nosotros, en las pr¨®ximas elecciones, nos entre el mal de altura, suframos una deslumbrante conversi¨®n y apoyemos su opci¨®n, pero casi sin esfuerzo por su parte.
Si algo demuestra todo esto es la falta de perspectiva de nuestros pol¨ªticos y, quiz¨¢s lo peor de todo, su falta de coraje. No me resisto a descender a un argumento de calle para ilustrar estas reflexiones. La sociedad vasca tiene muchos problemas, y el primero de ellos la presencia de una minor¨ªa fan¨¢tica y violenta, pero esta es una sociedad en la que, a pesar de todo, los pol¨ªticos son m¨¢s ariscos entre s¨ª de lo que lo son los ciudadanos en sus relaciones cotidianas.
A nosotros no nos pagan por hablarnos y vaya si lo hacemos cada d¨ªa. En cambio ellos viven de hablarse (eso es hacer pol¨ªtica), as¨ª que no deber¨ªan tener tanto problema en llegar de vez en cuando, aunque sea por disimular, a alg¨²n acuerdo. La conclusi¨®n final no es que esta sociedad se encuentre enferma, sino que sus pol¨ªticos s¨ª lo est¨¢n. O, por decirlo de otro modo, si esta sociedad est¨¢ enferma, sus pol¨ªticos, sin duda, lo est¨¢n much¨ªsimo m¨¢s.
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