El alma desnuda del color

Menos mitificado en el devenir de la posteridad de lo que la fortuna ha deparado a figuras como Pollock o Rothko, Adolph Gottlieb (1903-1973) fue, al igual que ellos, otro de los referentes b¨¢sicos del n¨²cleo estelar que protagoniz¨® el legendario episodio del expresionismo abstracto neoyorquino. Como ya hizo hace un par de temporadas, en una muestra igualmente extraordinaria, la galerista Elvira Gonz¨¢lez vuelve a depararnos aqu¨ª un nuevo y bien memorable reencuentro con la obra de Gottlieb, a partir de una selecci¨®n que se centra en la d¨¦cada que culmina la evoluci¨®n final de la trayectoria del pintor.

Telas fechadas entre 1961 y 1973 corresponden al momento en el que el gran artista americano ha dejado ya bien atr¨¢s la compulsi¨®n s¨ªgnica de las pictograf¨ªas asociadas a su irrupci¨®n hist¨®rica en la d¨¦cada de los cuarenta, para centrar definitivamente la cadencia del trabajo ulterior en la senda de los 'campos de color'. Seg¨²n afirmaba el pintor, en una entrevista realizada por Jeanne Siegel hacia finales de los sesenta, ese tr¨¢nsito supondr¨ªa asimismo el salto desde la indiferenciada expansi¨®n all over de la obra temprana a la determinaci¨®n de los puntos focales espec¨ªficos que orientan la mirada en esa otra espacialidad sublime de lo que el propio Gottlieb habr¨ªa de bautizar como 'paisajes imaginarios'.

Sonora y magistral exaltaci¨®n sensible del color, pues, confines visionarios que despojan la dial¨¦ctica entre fondo y motivo hacia su ra¨ªz m¨¢s esencial -del encuentro de dos ¨¢reas tonales en un eco de horizonte al rumor unificado en el campo monocromo, de la gestualidad todav¨ªa exaltada a esa escueta dicci¨®n final que segmentos y discos obtienen en las composiciones tard¨ªas-, el camino dibujado por la exposici¨®n nos conduce en pos de ese viaje que la pintura de Gottlieb concluye justo en el l¨ªmite del propio silencio.