Al profesor desconocido
Primero les quitamos todo tipo de autoridad, ya sea moral o docente, les prohibimos levantar la voz, aplicar cualquier tipo de disciplina. Despu¨¦s los criticamos convenientemente, decimos que no est¨¢n preparados, que est¨¢n desinteresados, que no se esfuerzan lo suficiente. Amigos, conocidos y vecinos les palmean la espalda mientras celebran con envidia c¨®mo viven, las amplias vacaciones que disfrutan, el sueldo f¨¢cil que obtienen mensualmente. Luego nos encargamos de que sus alumnos, que est¨¢n con nosotros y en la calle parte del d¨ªa, todos los fines de semana y las vacaciones al completo, se comporten como la mona Chita bajo la divertida mirada de Tarz¨¢n, sin olvidar la responsabilidad de su compa?era Jane. Por ¨²ltimo, se los devolvemos el lunes, hacia las ocho de la ma?ana, con una mirada aviesa en los ojos y una sonrisa c¨ªnica en los labios, como diciendo 'aqu¨ª te queda esto, veamos si eres capaz de conseguir algo bueno de ¨¦l'.
Por supuesto que me refiero al profesorado de las ense?anzas medias y no al de universidad, que es un problema completamente distinto. Ese profesorado que intenta todos los d¨ªas la misi¨®n imposible de educar, ense?ar o, al menos, informar sobre unas disciplinas que nada tienen que ver con el ambiente cotidiano de los alumnos. Para que luego la investigaci¨®n de los estudiosos llegue a la conclusi¨®n de que la culpa es de la escasa financiaci¨®n y de la falta de recursos, algo que es tan cierto como inadecuado para el diagn¨®stico de la situaci¨®n actual. Es como decirle a un afgano reci¨¦n bombardeado que su problema es la renta per c¨¢pita. El problema real es la situaci¨®n del propio profesorado, que intenta realizar un trabajo dif¨ªcil sin ning¨²n reconocimiento por parte de la sociedad, sin el agradecimiento de los alumnos, tratado con frialdad y desconfianza por la Administraci¨®n, mientras los padres piensan que el profesorado est¨¢ desmotivado. No es cierto, est¨¢ perfecta y sistem¨¢ticamente motivado hacia el fracaso, todo su esfuerzo est¨¢ enterrado en un ambiente ingrato, su nivel de expectativa de ¨¦xito es sencillamente nulo.
Y adem¨¢s de todo lo que tienen que soportar, resulta tr¨¢gico que sirvan de justificaci¨®n para cualquier tipo de estudio sobre patolog¨ªas docentes. Se descubren altos porcentajes de depresi¨®n, sentimientos de culpa, autodenigraci¨®n, profesionales quemados, con frecuencia calcinados. ?Y qu¨¦ esperaban? Se equivocan completamente, esos son los normales, los que reaccionan adecuadamente. Se deben estudiar aquellos que no tienen ning¨²n padecimiento, los que permanecen inmutables en el campo de batalla, porque esos son los casos raros y las excepciones curiosas que deben observarse y estudiarse con todo detalle.
Cualquier legislaci¨®n educativa, cualquier reforma o ley de calidad, deber¨¢ contener en el primer p¨¢rrafo del primer art¨ªculo que todos los centros tendr¨¢n que construir un monumento al profesor desconocido, v¨ªctima inocente de la ingratitud y la indiferencia de una sociedad muy preocupada por la educaci¨®n. Puede que no sirva de mucho, pero nos tranquilizar¨¢ a todos un poco m¨¢s y as¨ª soportaremos mejor el pr¨®ximo lunes, cuando Tarz¨¢n y Jane depositen de nuevo a sus reto?os en el colegio m¨¢s pr¨®ximo.
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