?Del gris al negro?
Cuando Tony Blair, tras los atentados a las Torres Gemelas, reuni¨® en Downing Street a los principales l¨ªderes europeos para analizar las consecuencias del atentado terrorista, hubo quien ech¨® en falta la presencia de Eduardo Zaplana. Puede parecer una ocurrencia (y lo es), pero no deber¨ªa serlo. Dos d¨ªas despu¨¦s del ataque a Nueva York, el presidente de la Generalitat comparec¨ªa en las Cortes Valencianas en el debate anual sobre pol¨ªtica general como si nada hubiera ocurrido para, con la solemnidad que le caracteriza, anunciar que la econom¨ªa valenciana iba viento en popa y que nada ni nadie pod¨ªa modificar el rumbo de la nave que pilota con mano firme. La concreci¨®n de tal optimismo lleg¨® de boca del consejero de Econom¨ªa y Hacienda, Vicente Rambla: el PIB auton¨®mico crecer¨ªa un 3% en 2002. Por encima de Espa?a, de la media de la Uni¨®n Europea, de Estados Unidos y de Jap¨®n. De golpe y porrazo la Comunidad Valenciana, ausente cuando no invisible para tantas y tantas cosas, asum¨ªa el papel de locomotora de la econom¨ªa mundial y muchos de nosotros en la m¨¢s absoluta de las inopias. De ah¨ª su sorprendente ausencia en la cumbre londinense. Aunque queda la posibilidad de que Zaplana fuera el invitado y delegara en Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, como sugiri¨® un alto cargo de Presidencia, siempre presto al quite. Pero no parece que sea ¨¦ste el caso.
El Consell presenta todas sus iniciativas en tecnicolor, cinemascope y 'sensurround'
La aparente estabilidad del PSPV no se traduce en una alternativa al PP ni oculta su divisi¨®n
El hecho de que los l¨ªderes europeos no le reconozcan como un par no ha amilanado al presidente ni a su equipo. El pasado jueves el grupo parlamentario del PP en las Cortes Valencianas aprob¨® en solitario los presupuestos para 2002 sin incorporar las correcciones a la baja del cuadro macroecon¨®mico adelantadas primero por Eduardo Zaplana y confirmadas despu¨¦s por Vicente Rambla. Los diputados populares aprobaron unas cuentas que mantienen una previsi¨®n de crecimiento del 3% del PIB, pese a constatar la existencia de una desaceleraci¨®n. Ni siquiera los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, que sit¨²an el crecimiento econ¨®mico del tercer trimestre en el 2,6%, o las previsiones del Fondo Monetario y de la OCDE que calculan el crecimiento entre el 1,7 y el 2,1% han bastado para desalentar a los optimistas compulsivos que gobiernan la Comunidad Valenciana. Optimismo que no comparten los responsables de los sectores tur¨ªstico y cer¨¢mico que ya han introducido cambios en su estrategia empresarial para hacer frente a los malos tiempos que se esperan el a?o pr¨®ximo.
Resulta obvio que la realidad no hace mella en el Consell, empe?ado en presentarse como la vanguardia del mundo mundial en todas las ¨¢reas, sean ¨¦stas econ¨®micas, culturales o sociales. El aparato propagand¨ªstico de la Generalitat sobrevalora cualquier iniciativa, por incidental que sea, hasta bordear el rid¨ªculo.
Paradigmas de esta pol¨ªtica en tecnicolor, cinemascope y sensurround han sido la Bienal de Valencia y la candidatura de Eduardo Zaplana al Comit¨¦ de las Regiones de la Uni¨®n Europea (UE). El buen proyecto que es la primera se despe?¨® v¨ªctima de los ambiciosos objetivos que se fijaron sus propios promotores. Mientras que la segunda, una opci¨®n interesante para los valencianos y para el jefe del ejecutivo, perdi¨® buena parte de su valor por la amplificaci¨®n y el uso que de la misma hizo el PP, que pretendi¨® colocar a la oposici¨®n de alfombra de un candidato partidista sin dar opci¨®n a un debate sobre el papel que las regiones, especialmente las del ¨¢rea mediterr¨¢nea, pueden jugar en la UE.
El a?o que concluye no ha sido, precisamente, el m¨¢s brillante de la era Zaplana. La puesta en marcha de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua, la aprobaci¨®n de la Ley de Parejas de Hecho y la disminuci¨®n del paro no son elementos suficientes para dar brillantez a doce meses en que los apagones de luz, el incremento de la delincuencia, la aparici¨®n de hipermercados de la droga en las principales ciudades, la legionela de Alcoy, la toma de las cajas de ahorro, la violencia en las aulas, el fracaso econ¨®mico -confiemos que temporal- de Terra M¨ªtica, la manipulaci¨®n de TVV, la crisis de las clementinas con Estados Unidos, el control de la sociedad civil o el endeudamiento del Consell han dominado la escena informativa. Con el com¨²n denominador de que los ¨¦xitos son propios (del PP, claro est¨¢) y los fracasos ajenos.
Esta p¨¦rdida de impulso pol¨ªtico coincide con la situaci¨®n an¨ªmica del presidente. Eduardo Zaplana se aburre en la Comunidad Valenciana y tiene puestas sus ambiciones en caladeros de m¨¢s enjundia como son el Gobierno de Espa?a o un papel relevante en Europa, aunque tenga que pagar el peaje de volver a presentarse como candidato a la Generalitat en 2003. Resulta curioso el paralelismo entre el actual responsable del Consell y su antecesor en el cargo, pese a que en nada se parezcan. Joan Lerma, entre 1992 y 1993, tambi¨¦n se aburr¨ªa en el Palau e incluso aspiraba al Ministerio de Defensa. M¨¢s a¨²n, no quiso ser candidato en las elecciones de 1995 que perdi¨®. Zaplana ha recorrido id¨¦ntico camino, s¨®lo que m¨¢s r¨¢pidamente y con la absoluta convicci¨®n de que no puede tener id¨¦ntico final que el ex presidente. Por eso se resiste, o aparenta que se resiste, a la reelecci¨®n. Juega sus cartas con la esperanza de pactar una salida por la puerta grande.
Por otra parte, tampoco cabe equivocarse. Ni el hast¨ªo del presidente, ni una acci¨®n gubernamental cercana al encefalograma plano encuentran reflejo en los sondeos de opini¨®n. El PP tiene m¨¢s que garantizada la mayor¨ªa absoluta en el supuesto de que hoy se celebraran elecciones auton¨®micas.
A la amplia ventaja de los populares contribuyen, y no poco, sus te¨®ricos adversarios socialistas. La llegada de Joan Ignasi Pla a la secretar¨ªa general del PSPV-PSOE hace algo m¨¢s de un a?o, ha proporcionado alguna estabilidad a un partido que desde 1995 dedicaba una buena parte de sus esfuerzos al suicidio colectivo. Pero esa estabilidad no se ha traducido por el momento en cohesi¨®n (basta ver c¨®mo los socialistas instrumentan a algunos medios de comunicaci¨®n para dirimir sus batallas internas) ni en la elaboraci¨®n de una pol¨ªtica alternativa a los populares, como se encarg¨® de subrayar Cipri¨¤ Ciscar en el ¨²ltimo Comit¨¦ Nacional del PSPV (un Ciscar que, por cierto, pretende jugar un papel de referente institucional dentro de su partido).
Pero estas carencias son una broma al lado del drama que los socialistas tienen en las ciudades de Alicante y Valencia. Es claro que sin una recuperaci¨®n electoral importante en ambas capitales es imposible so?ar siquiera en poder alcanzar el poder en alguna Diputaci¨®n. Pero tambi¨¦n es claro que los aparatos del PSPV en Alicante y Valencia no est¨¢n por otra labor que no sea la de perpetuarse en sus cargos p¨²blicos, aunque sea a costa de la derrota de su partido. En una cosa s¨ª que han avanzado los socialistas: le han perdido el miedo al PP y a sus maneras chulescas. No es mucho, pero menos da una piedra.
Si el a?o que boquea desde el an¨¢lisis pol¨ªtico no ha sido para tirar cohetes, el que entra se presenta con tintes m¨¢s pesimistas. El reto de Zaplana ser¨¢ encarar, por primera vez desde que lleg¨® al poder, una situaci¨®n econ¨®mica desfavorable, y el de los socialistas configurar una aut¨¦ntica pol¨ªtica alternativa. El presidente de la Generalitat Valenciana frecuentar¨¢ Bruselas y Madrid (atenci¨®n al papel que desempe?ar¨¢ en el pr¨®ximo congreso del PP, especialmente en la ponencia del patriotismo constitucional, en la que est¨¢ metiendo pluma y algo m¨¢s a trav¨¦s de las enmiendas).
Mientras que de Joan Ignasi Pla cabe esperar que frecuente menos agrupaciones socialistas y sintonice m¨¢s con las exigencias de los ciudadanos, si no quiere morir v¨ªctima de los suyos. Y si, por desgracia, ninguno de ellos recupera la pol¨ªtica con may¨²sculas, ?pasaremos del gris al negro?
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