El pianista Espinosa, al servicio de la contemporaneidad
La figura del pianista Pedro Espinosa (Galdar, Las Palmas de Gran Canaria, 1934) ha ejercido notable influencia en el devenir de la m¨²sica contempor¨¢nea espa?ola. En muchos aspectos puede ser comparado con el inolvidable Ricardo Vi?es (Lleida 1875-Barcelona, 1843), el amigo e int¨¦rprete de Falla, Debussy, Ravel, Poulenc, Turina y tantos otros. Recibe Espinosa, desde hace alg¨²n tiempo, el homenaje de cuantos siguen con pasi¨®n e inter¨¦s profundo las mutaciones de las corrientes actuales y la fidelidad a quienes les precedieron en el empe?o de situar la creaci¨®n musical espa?ola 'a la altura de las circunstancias'.
Sin contar con la atenci¨®n y la justa devoci¨®n que Galdar y Gran Canaria le dispensa (concurso, c¨¢tedra), cabr¨ªa recordar los servicios iniciales del pianista-m¨²sico que es Espinosa a quienes protagonizaron la reincorporaci¨®n de nuestros autores al concierto internacional desde una postura cultural. No es otra que la integraci¨®n de la m¨²sica en el contexto de las dem¨¢s artes a trav¨¦s de un pensamiento ausente de vanidad y generoso de entrega. En Madrid, dentro del ciclo consagrado por la Fundaci¨®n March al pintor Matisse, Pedro Espinosa sintetiz¨® su postura en un programa dedicado, por una parte, a Mompou y a Vi?es como compositor y, por otra, a las trascendentes aportaciones renovadoras de Satie, Ravel, Sch?nberg y Messiaen, sin olvidar su magisterio en Galdar, en el Conservatorio Remacha de Pamplona y todo su hacer internacional.
Desborda as¨ª Pedro Espinosa las resonancias un tanto limitadas que el int¨¦rprete padece frente a la m¨¢s larga perduraci¨®n del compositor, lo que viene a ser injusticia manifiesta. Sin Pedro Espinosa, el despertar de nuestra m¨²sica contempor¨¢nea habr¨ªa sido, en una medida importante, bastante distinto. De ah¨ª que a la altura de sus 66 a?os de madurez enriquecida por la ejemplar pr¨¢ctica y el profundo an¨¢lisis de un amplio repertorio convenga resaltar los valores de quien a?ade a la emoci¨®n de la belleza, la ilusi¨®n de la novedad, aun a trueque de renunciar a los ¨¦xitos de lo siempre usado y atendido. De algo puede estar seguro Espinosa: la ¨ªntima e intensa gratitud de la 'inmensa minor¨ªa' hacia su arte 'puro y hondo', que revela siempre, al decir de P¨¦rez de Ayala, al artista grande.
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