Saharauis a subasta
Ante la intensa y ruidosa pol¨¦mica que ha precedido, acompa?ado y seguido a la visita prenavide?a de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero al reino de Marruecos, un servidor confiesa experimentar sentimientos encontrados. Por una parte, y a la vista de la feroz hostilidad del Partido Popular y su Gobierno contra dicho viaje; de la cascada de descalificaciones en la que han competido Josep Piqu¨¦, Javier Arenas, Mariano Rajoy, Rafael Hernando y tutti quanti; de las reiteradas acusaciones de deslealtad, de hacer el juego a los marroqu¨ªes, de servirles de embajador oficioso, de da?ar los intereses nacionales, casi de inteligencia con el enemigo y traici¨®n a Espa?a; frente a la tendencia qui¨¦n sabe si idiosincr¨¢sica o gen¨¦tica del Gabinete de Aznar al desprecio del adversario, a denunciar en quienes con ¨¦l discrepan a encarnaciones de la anti-Espa?a -un d¨ªa al l¨ªder de la oposici¨®n por un tema de pol¨ªtica exterior, el siguiente a un senador de Esquerra Republicana en pleno debate sobre la financiaci¨®n de la sanidad-; delante de este paisaje tan viejo, tan familiar, tan tenebroso, uno est¨¢ dispuesto a admitir que la excursi¨®n marroqu¨ª del secretario general del PSOE ha sido una obra maestra de la diplomacia paralela, la performance de un estadista en saz¨®n.
M¨¢s a¨²n: despu¨¦s de echar un vistazo a los espacios de opini¨®n de la caverna medi¨¢tica, de leer a los m¨¢s finos analistas, a los m¨¢s acreditados ar¨²spices del presente y el porvenir patrios, a gentes del nivel de Jos¨¦ Mar¨ªa Carrascal o Miguel ?ngel Rodr¨ªguez -el ex portavoz del Gobierno, aquel experto en canicas...-, del editorialista de Abc o del televisivo Carlos D¨¢vila describiendo el viaje a Rabat como un producto de la 'frustraci¨®n', una 'bajada de pantalones' o una impertinencia, y al viajero como 'un tipo desleal', 'un mu?eco en manos de Marruecos', 'una veleta', despu¨¦s de eso me entraron vehementes deseos de echarme a la calle provisto de una pancarta que rezase '?A¨²pa, Zapatero!', y consider¨¦ al joven l¨ªder socialista un serio candidato a figurar en el top ten de las relaciones internacionales contempor¨¢neas, junto a Palmerston, Bismarck, Clemenceau, Foster Dulles y unos pocos m¨¢s.
Sin embargo, no es bueno dejarse arrastrar por reacciones demasiado viscerales y, una vez enfriadas ¨¦stas, admito que me han empezado a asaltar las dudas. M¨¢s all¨¢ de la l¨®gica y leg¨ªtima explotaci¨®n que tanto el PSOE como Rabat han hecho de la crisis diplom¨¢tica bilateral -los socialistas para ganar credibilidad exterior y poner en evidencia a Aznar, los marroqu¨ªes para puentear y desairar al Gobierno del PP-, ?qu¨¦ novedades concretas ha aportado la estancia norteafricana de Rodr¨ªguez Zapatero? Pues, a lo que parece, s¨®lo una: el cambio de actitud del principal partido de la izquierda espa?ola en lo que se refiere al contencioso del S¨¢hara Occidental.
No, el hecho no ha cogido a nadie por sorpresa porque, entre otras se?ales precursoras, la secretaria socialista de pol¨ªtica internacional, Trinidad Jim¨¦nez, ya hab¨ªa manifestado a La Vanguardia del pasado d¨ªa 16 una frialdad y una ambig¨¹edad bien significativas con respecto a la autodeterminaci¨®n del S¨¢hara, mientras dejaba caer que 'el Frente Polisario est¨¢ en una fase humanitaria y pol¨ªtica muy mala, muy inc¨®moda'. Por otra parte, no han faltado ni faltar¨¢n, en el ¨¢mbito del 'progresismo pol¨ªticamente correcto', las voces que consideran ilusoria la independencia saharaui, que deploran 'el fundamentalismo referendario que Espa?a ha defendido durante 25 a?os en la cuesti¨®n' y que empujan al PSOE a abandonar de una vez ese pleito perturbador de las relaciones hispano-marroqu¨ªes.
La operaci¨®n, con todo, no tiene nada de sencilla ni de limpia. Es verdad que pocos recuerdan ya el viaje de Felipe Gonz¨¢lez, en 1978, a los entonces flamantes campamentos de Tinduf y sus promesas de apoyo fraternal al pueblo del desierto; pero hay asuntos sobre los que la ciudadan¨ªa com¨²n posee m¨¢s memoria y m¨¢s verg¨¹enza que sus pol¨ªticos, y la causa saharaui es uno de ellos: la opini¨®n p¨²blica espa?ola se siente todav¨ªa en deuda con unas gentes que perdieron su patria para que nosotros pudi¨¦semos emprender nuestra transici¨®n democr¨¢tica sin el c¨¢ncer de una guerra colonial. Tal vez por eso el Frente Polisario sigue gozando aqu¨ª de tanto cr¨¦dito en el tejido asociativo e institucional, incluidas las organizaciones territoriales y las bases del partido socialista. Tal vez por eso cuando, hace unos a?os, Mohamed Abdelaziz -presidente de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica- visit¨® Barcelona y su Ayuntamiento, las izquierdas catalanas denunciaron con toda la raz¨®n que Pujol no quisiera recibirle para no molestar a los marroqu¨ªes.
Pues bien, ahora es Rodr¨ªguez Zapatero quien, en nombre de la realpolitik, reh¨²sa recibir a Abdelaziz en Madrid, quien avala la pantomima auton¨®mica propuesta por James Baker al dictado de Rabat y de Par¨ªs, quien tolera en silencio que, durante su visita, la prensa oficialista marroqu¨ª equipare a los terroristas de ETA con 'los mercenarios separatistas del Frente Polisario'. Por cierto, ?qu¨¦ opinar¨¢n sobre todo ello Josep Llu¨ªs Carod-Rovira, amigo leal de los expoliados del desierto, visitante asiduo de Tinduf, y con ¨¦l los cientos de familias catalanas que acogen cada verano a ni?os saharauis de colonias en el primer mundo?
En fin, es cosa sabida y averiguada que la pol¨ªtica en general, y la pol¨ªtica exterior en particular, no se rigen precisamente por las normas de la ¨¦tica o de la moral. Aun as¨ª, resulta penoso ver c¨®mo el reconocimiento de los derechos de un peque?o pueblo del que somos deudores por varios conceptos es objeto de subasta a la baja entre un Gobierno prepotente y una oposici¨®n inmadura.
Joan B. Culla es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.