Un pa¨ªs normal
Algunas ense?anzas he obtenido de mi inveterada afici¨®n a la novela negra (y vaya por delante mi protesta por el hecho de que los editores espa?oles hayan reducido considerablemente el n¨²mero de t¨ªtulos traducidos del ingl¨¦s al castellano -los traducidos al catal¨¢n, pr¨¢cticamente han desaparecido de las librer¨ªas- lo que obliga a un esfuerzo adicional para leerlos en el idioma original). El caso es que de las lecturas de novela negra se obtienen algunas ense?anzas -no todas edificantes- que pueden aplicarse a la vida pol¨ªtica. Y no se deduzca de esto que la actividad pol¨ªtica sea una actividad delictiva, aunque algunos se empe?en en quererlo aparentar.
Pero voy a dejar las ense?anzas m¨¢s graves, que podr¨ªan hacer pensar que estoy haciendo comparaciones odiosas y reflexionar simplemente sobre las menos comprometidas.
Una de ellas es cuando una banda se pone nerviosa, es precisamente porque las cosas no le van bien, y normalmente el contrincante -sea la polic¨ªa o la banda rival- les sigue los pasos y est¨¢ a punto de darles alcance. En tal caso, quien se pone nervioso, comienza a iniciar ataques con frecuencia descontrolados, que terminan por llevar al desastre a quien pierde los nervios.
Esa ense?anza tan poco comprometida puede ser aplicada a la vida pol¨ªtica espa?ola actual. Que los jerarcas del PP, empezando por Aznar, est¨¦n atacando de una forma tan desproporcionada a cualquier contradictor, se puede deber a una de estas cosas: o que es lo ¨²nico que saben hacer -aunque se cabreen cuando se les saca la imagen de doberman, en privado presumen de ser perros de presa- o que est¨¢n empezando a irles las cosas mal, o tal vez que a su principal contrincante -el PSOE- le van las cosas bien.
Que Aznar descalifique un viaje internacional de Zapatero; que el boquirroto Arenas Bocanegra le acuse de desleatad; que Montoro (a quien dicen que Rato llama Tontoro) conteste con el juicio de los fondos reservados a una pregunta sobre el impuesto de hidrocarburos o que Rato realice sus comentarios machistas -que le salen de lo m¨¢s hondo de la caverna donde anida su ideolog¨ªa- a cualquier recuerdo a las facilidades que tienen las necesidades financieras de sus empresas desde que est¨¢ en el Gobierno, son una muestra evidente de lo nerviosos que se est¨¢n poniendo.
Por otra parte, es muy posible -por no decir seguro- que esa intolerancia que denotan sea consustancial en aqu¨¦llos que se quieren llamar centristas, olvidando que si el centro pol¨ªtico es algo, es precisamente tolerancia y recurso al di¨¢logo como m¨¦todo. Es decir exactamente lo contrario a lo que hacen los del PP.
Pero con independencia de ello, de que sea su ¨²nica forma de actuar porque en los a?os pasados les result¨® rentable, el que ahora hayan puesto de nuevo en marcha la m¨¢quina de descalificar, cuando no de amenazar claramente, puede significar que las encuestas no le son tan favorables como ellos creen merecer.
Y no resulta extra?a tal reacci¨®n porque, aunque de acuerdo con algunas encuestas el PSOE se acerca a la intenci¨®n de voto del PP hasta casi una situaci¨®n de empate t¨¦cnico, a m¨ª me sigue maravillando que un partido cuyo l¨ªder no cae simp¨¢tico -?pero c¨®mo puede caer simp¨¢tico un tipo como Aznar?-, cuyos dirigentes se dedican a re?ir a los ciudadanos, que descalifican a quienes se manifiestan contra una LOU y equiparan a personajes tan respetables como los rectores de las Universidades poco menos que a los taliban, siga teniendo todav¨ªa una intenci¨®n de voto superior al de la oposici¨®n. Ni entiendo eso ni entiendo la docilidad con que la sociedad consiente los constantes abusos de poder que se cometen desde el Gobierno.
Y yo creo que para lograr un vuelco en las intenciones de voto, hace falta todav¨ªa algo m¨¢s; en primer y m¨¢s importante lugar, no asustarse por las reacciones de los perros de presa; hay que incrementar el esp¨ªritu de resistencia para no amilanarse ante los ataques; en segundo lugar ofrecer una imagen -pero por favor que sea real- de unidad del partido. Ya sabemos que los conciudadanos desconf¨ªan profundamente de los partidos cuyos militantes no son capaces de entenderse entre ellos, y en eso la ciudadan¨ªa demuestra una gran inteligencia. Porque ?c¨®mo van a gobernar a terceros quienes no son capaces de gobernarse ellos mismos?, ?c¨®mo van a dialogar con la sociedad quienes son incapaces de dialogar con sus propios compa?eros de partido?. Y en tercer lugar hay que esforzarse en elaborar un mensaje que la sociedad identifique n¨ªtidamente con el PSOE.
El abrumador apoyo electoral que tuvimos en 1982 -y que se mantuvo en las convocatorias siguientes-, se debi¨® en buena medida a que se deseaba que la democracia se consolidara y que se construyera el Estado del bienestar, y los ciudadanos eran conscientes de que esas tareas solamente podr¨ªan ser llevadas a cabo bajo el liderazgo del PSOE.
Hoy no digo que el Estado del bienestar se haya conseguido de forma que no sea digna de mejorar, pero es cierto que durante los a?os de Gobierno socialista se ha logrado la generalizaci¨®n de la ense?anza -incluso en el nivel universitario- la universalizaci¨®n de la asistencia m¨¦dica con cargo a la Seguridad Social y la universalizaci¨®n de las pensiones. Por otra parte se recibi¨® una democracia d¨¦bil, y hoy est¨¢ plenamente consolidada.
Es verdad que se necesita profundizar en ese Estado de bienestar (tal vez las prioridades pendientes en ese cap¨ªtulo sean, en esos momentos, mejorar la asistencia sanitaria y el sistema de pensiones, pero sobre todo concluir una red de residencias de la tercera edad que resuelvan los problemas derivados del envejecimiento de la poblaci¨®n), pero ya nos encontramos en el terreno de los matices en los que resulta m¨¢s dif¨ªcil identificar las ofertas con un partido determinado. Y en el terreno de econ¨®mico quedan muchas cosas que hacer para desmontar esa enga?osa liberalizaci¨®n de la que presume Aznar, por supuesto sin acentuar el proteccionismo, que se traduce en una entrega del poder econ¨®mico a determinados grupos.
Tal vez el momento de volver a vencer sea aquel en el que se nos identifique como el partido capaz de restablecer la normalidad democr¨¢tica en este pa¨ªs, de poner fin a la arbitrariedad en la acci¨®n de gobernar, de dejar de descalificar a cualquier discrepante, de respetar al contrincante; en definitiva de desterrar de nuestra vida nacional las amenazas y las coacciones para doblegarse ante el gobernante poderoso.
Un pa¨ªs en el que si suena el timbre a las dos de la noche, es el vecino que quiere pedirnos una taza de az¨²car, y no un pepero que viene a insultarnos, descalificarnos, o a amenazarnos con perder nuestro puesto de trabajo. En suma, un pa¨ªs normal, cuya vida pol¨ªtica termine siendo tan aburrida como la de Dinamarca.
Luis Berenguer es eurodiputado socialista
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