Tras las huellas de 'Lola-Lola': un espect¨¢culo sin ¨¢ngel
Un homenaje en Berl¨ªn recuerda el centenario del nacimiento de Marlene Dietrich
En verano ya supe en un primer viaje a Berl¨ªn que se har¨ªa este homenaje a Marlene Dietrich en diciembre, coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Entonces vi una excelente exposici¨®n en el Museo del Cine con sus trajes, sus filmes, sus etapas alemana y americana, sus fetiches y su compromiso pol¨ªtico antinazi.
Si ha habido una estatua de la libertad en el siglo XX, ¨¦sa ha sido Marlene, una mujer comprometida, una mujer liberada en lo personal, en lo art¨ªstico y en lo social. Ella era un monumento vivo a la independencia personal, y ya era hora de que Alemania le rindiera un largo y solemne reconocimiento en forma de homenaje.
Marlene Dietrich es mi icono de cabecera, mi emblema de lo andr¨®gino, sin etiquetas, con esa voluntad de romper fronteras, con su compleja y atrayente sexualidad. Uno de mis primeros homenajes a Marlene fue un programa de radio que titul¨¦ El ¨¢ngel azul; luego cant¨¦ Lola-Loca y ?ngel, donde la inspiraci¨®n y el personaje es la m¨ªtica actriz y cantante berlinesa con su forma de decir, su voz ajada, tan importante como sus dotes de actriz. Ella fue uno de esos casos raros, como Bob Dylan o Billie Holiday, que con su voz rota marcan singularmente el cantar.
Venir a esta gala era parte de un sue?o: el sue?o de acabar 2001 cerrando un ciclo con Marlene.
El d¨ªa arranc¨® con precisi¨®n prusiana; el avi¨®n a su hora, y en el canal Euronews vi a Ute Lemper depositando unas flores en la tumba de Marlene, y cuando la nave se acercaba a Berl¨ªn, vi la ciudad nevada, arropada con un gran abrigo blanco, como el que usaba Marlene en sus conciertos de Par¨ªs.
Una amiga me advirti¨® al aterrizar que la gala de homenaje a Marlene Dietrich pod¨ªa tener un cierto car¨¢cter provinciano, y as¨ª fue. La m¨¢s internacional de los artistas que actuaban en el espect¨¢culo, celebrado en el Friedrichstadt Palast, era Ute Lemper, que, seg¨²n algunas voces, es su heredera art¨ªstica. El resto eran artistas locales desconocidos que se comportaron con excesiva correcci¨®n. Todo el mundo actu¨® con profesionalidad, pero se trataba de un tono protocolario y fr¨ªo donde no hab¨ªa cabar¨¦ ni frescura, ni espontaneidad.
La gr¨¢fica audiovisual dejaba tambi¨¦n mucho que desear: sobre una imagen de la Puerta de Brandeburgo, el rostro de la Dietrich como si de un ¨¢guila imperial se tratara. La luz y la puesta en escena eran francamente cursis y el tono se acercaba m¨¢s a la est¨¦tica de Mary Poppins que al diablo tentador y maravilloso de Marlene Dietrich. No hab¨ªa ¨¢ngel. Yo so?aba con una gala internacional donde estuvieran sus deudores: Liza Minelli, David Bowie, Tom Waits, Marianne Faithfull o Lou Reed.
Ute Lemper cant¨® bien, pero su movimiento esc¨¦nico pretend¨ªa imitar a Marlene y se quedaba en eso, en la rasa imitaci¨®n sin soltura, s¨®lo caricatura. Ah¨ª no hab¨ªa cabar¨¦ berlin¨¦s, ah¨ª no estaban Kurt Weill y Bertolt Brecht. Ah¨ª no estaba Edith Piaf. Era un espect¨¢culo de bodas y hoteles. ?Ay, si Marlene levantara la cabeza! Yo, como el resto del p¨²blico, aplaud¨ª hasta el final. Todo por Marlene. Ya en mi hotel de Berl¨ªn, me dispongo a escuchar la voz original de 1931, una grabaci¨®n antigua.
Me estoy adormeciendo y estoy so?ando al mismo tiempo que en lugar de tanta bailarina con tanta peluca a lo Marlene he visto un homenaje clonizado a Harpo Marx. Harpos. Harpos. Harpos. Por cierto, me voy a comprar una peluca rubia y me la pondr¨¦ en la Puerta de Brandeburgo. C'est la vie... siempre nos quedar¨¢ Berl¨ªn.
Javier Gurruchaga es cantante y actor.
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