El viaje que nunca termina
La literatura es el viaje que nunca termina. Malcolm Lowry, cuya vocaci¨®n literaria pas¨® a la historia con una novela, Bajo el volc¨¢n, maldita y divina, lo pensaba as¨ª y as¨ª quer¨ªa titular el conjunto de su obra: el viaje que nunca termina. Fue un viaje literario; el alcohol lo convirti¨® en pesadilla y las palabras en obra de arte. Al leer su biograf¨ªa, o autobiograf¨ªa, toca la decadencia que el tiempo va labrando en los constructores de sue?os, hasta que el sue?o final rompe su trayecto: miren c¨®mo muri¨® Lowry, en el sue?o.
Quien lee la correspondencia de Lowry ve c¨®mo ese rostro de nadador atl¨¦tico, pero inseguro, va perdiendo pie en la realidad, como si la vida estuviera escribiendo sobre ¨¦l, sobre su misma piel, la otra novela, la que se escribe cuando a¨²n no est¨¢s despierto; dec¨ªa Lowry que era capaz de so?ar mil novelas y que luego la vida, al d¨ªa siguiente, las taponaba como si el sue?o viviera la vida de otro. Igual que Julio Cort¨¢zar en Rayuela, ¨¦l no era consciente de estar escribiendo, mientras hizo Bajo el volc¨¢n, precisamente una novela, y casi con las palabras que usar¨ªa luego el autor de Rayuela vio en ese libro inagotable, e inevitable, 'una especie de ¨®pera, y hasta (...) una pel¨ªcula de vaqueros. Es m¨²sica hot, un poema, una canci¨®n, una tragedia, una comedia, una farsa...'.
Hay algo extra?o y a la vez sublime en esa vocaci¨®n de inventar las vidas de otros o de prolongar las propias. Escribir es detener el tiempo o hacerlo eterno, y sin embargo, nunca es eterno, empieza y termina, se hace para que juguemos con ¨¦l o para que lo perdamos, pero al final, el tiempo, de enero a diciembre, con todos sus segundos, se cobra su venganza. Lo que hace la escritura es agarrar ese tiempo, hacerlo poema o frase, y dejarlo ah¨ª para siempre, y son los otros luego, los que leemos, los que seguimos vivos en el tiempo gracias a las palabras que otros nos dejaron.
Lowry cre¨ªa -y eso est¨¢ en su espl¨¦ndida, extra?ada correspondencia, editada por Tusquets en mayo de 2000 y preparada por Carmen Virgili, en una especie de tour de force de amor a un autor- que el tiempo 'es una inhibici¨®n para impedir que todo suceda a la vez' y lo que hace la escritura es simular que todo sucede a la vez, como en el sue?o. La literatura es un instrumento de la vida contra la muerte, pero hay que estar despierto para escuchar su sonido; por eso es bueno leer, para que nos coja en el instante en que pasa por nosotros el viaje de la literatura ajena.
Hay algo extra?o, sublime, y es adem¨¢s misterioso imaginar por qu¨¦ los libros se quedan primero en la retina an¨ªmica de los escritores y despu¨¦s pasan a formar parte de la piel de los lectores, que son otros y distintos a partir de lo que leen. Si no sirven para calzado ni para comida ni para aguardiente, por qu¨¦ los libros son tan insistentes, tan inmortales. En su cuento Una velada literaria, el argentino Fontanarrosa narra las veladas literarias de unos personajes que se re¨²nen para cenar libros de grandes autores, desde Stendhal a Dostoievski. La obra en la que est¨¢ ese cuento se llama El mundo ha vivido equivocado (RBA) y rescata para Espa?a el desenfado de un autor muy serio. Imaginemos con qu¨¦ vino combinar¨ªamos la mejor literatura, la que se acerca m¨¢s a nuestro esp¨ªritu. Leyendo a Lowry, esas cenas imaginadas por Fontanarrosa parecen reproducir lo que alguna vez es en el escritor ingl¨¦s la complicada digesti¨®n de su cultura y su vida. Qu¨¦ nos pasa despu¨¦s de haber le¨ªdo.
Pero en ese libro de cartas de Lowry est¨¢ sobre todo el latido de los escritores que son y han sido, con qu¨¦ han combinado su extra?eza al hallar las met¨¢foras de su pasi¨®n. Cuando a Lowry le rechazan esa obra suya de esplendor y decadencia reacciona como el le¨®n -as¨ª firmaba sus cartas de amor y arrepentimiento- en una jaula, y defiende la esencia de su imaginaci¨®n con la minuciosidad de un loco. Leer ahora esas confesiones es tocar a un hombre antes y despu¨¦s de que la literatura lo hiciera leyenda. En Espa?a tuvimos un escritor de esa estatura, Juan Benet, de cuya muerte hace hoy nueve a?os; su rabia literaria fue su independencia, y su pasi¨®n, detener el tiempo escribiendo. Tal d¨ªa como hoy le venci¨® el tiempo, pero, como Lowry, deja en el esp¨ªritu de lo escrito la piel de lo que supo. Y es imborrable.
Babelia
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