Internet, m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos
La costumbre de empezar un libro sobre Internet con la historia de Internet resulta temible y fatigante. La mayor¨ªa de las veces se trata de repetir una cronolog¨ªa manoseada, con datos copiados pero no repensados. El libro de Manuel Castells tambi¨¦n empieza con una historia de Internet. Pero ah¨ª ya se advierte que no estamos ante un trabajo rutinario. Castells recuerda los principales pasos de esta singular epifan¨ªa para desmontar algunos t¨®picos heredados (Internet tuvo patrocinio militar pero no estaba expresamente pensado para un uso de Defensa) y analizar las cuatro culturas que jugaron en su definici¨®n. En la medida que la cultura de Internet fue dibujada por la conjugaci¨®n de culturas de sus impulsores es importante el recuento de las mismas. Castells las establece en cuatro: la tecnomeritocr¨¢tica (sabios de bit que aportaban sus descubrimientos sin otra recompensa que ver reconocida su autoridad cient¨ªfica), la hacker (muy olvidada en las historias de refrito), la comunitaria virtual y la emprendedora (la empresarial). 'La cultura de Internet', explica Castells, 'es una cultura construida sobre la creencia tecnocr¨¢tica en el progreso humano a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa, practicada por comunidades hackers que prosperan en un entorno de creatividad tecnol¨®gica libre y abierto, asentada en redes virtuales dedicadas a reinventar la sociedad y materializada por emprendedores capitalistas en el quehacer de la nueva econom¨ªa'. No est¨¢ mal tener presente este mosaico ahora que viviremos intentos de apropiaci¨®n de Internet desde el miedo de los pol¨ªticos o con maniobras, menos perceptibles, para dominar la red a base de controlar su arquitectura.
LA GALAXIA INTERNET
Manuel Castells. Plaza y Jan¨¦s. Barcelona, 2001. 317 p¨¢ginas. 17,73 euros.
El libro tiene su origen en unas lecciones que imparti¨® en 2000 en la Universidad de Oxford y que el autor debati¨® y reelabor¨®. La obra est¨¢ escrita de manera legible. No fue pensada para engordar un curr¨ªculo acad¨¦mico, sino para dar herramientas al ciudadano a la hora de pensar el entorno digital. La honestidad intelectual del autor hace que no oculte en su discurso los datos que pueden contradecir sus tesis. Por ejemplo, existen trabajos demosc¨®picos que advierten una p¨¦rdida de conexi¨®n con el medio social entre los usuarios m¨¢s intensivos de Internet. El internauta, seg¨²n eso, ser¨ªa un sujeto m¨¢s aislado, refugiado en sus contactos en l¨ªnea. Castells, con el amparo de otros estudios, niega que Internet sea una fuente de escape del mundo real. M¨¢s bien estar¨ªamos en un mundo de comunidades electivas -se hacen amigos m¨¢s all¨¢ del lugar donde se habita o trabaja- e Internet proporciona un soporte para la difusi¨®n de una forma nueva de sociabilidad.
Un apartado de la obra es el
dedicado a la nueva econom¨ªa. Castells se muestra muy en sinton¨ªa con el iluminador libro de Michael Mandel La depresi¨®n de Internet. Al margen del revent¨®n de la 'burbuja' burs¨¢til -concepto que disgusta al autor-, el mundo empresarial no podr¨¢ volver a ser como antes porque la econom¨ªa en red ha transformado sus pr¨¢cticas. Adem¨¢s, al margen de quien se meti¨® en Bolsa como en un casino, la innovaci¨®n se sustenta en el capital riesgo y los ciclos financieros, de innovaci¨®n y econ¨®micos se refuerzan mutuamente tanto en sus subidas como en sus bajadas. A menos capital, menos innovaci¨®n. La nueva econom¨ªa est¨¢ basada en la cultura de la expectativa, del riesgo y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, 'en la cultura de la esperanza en el futuro' y ha de imponerse a quienes a?oran la era industrial. La desaz¨®n ante el cambio y el peligro innegable de que se quiera usar la tecnolog¨ªa para renovar viejas opresiones no justifica un discurso que culpabilice a la tecnolog¨ªa. La nueva econom¨ªa no ha de conducir forzosamente a la selva que muchos temen y algunos quieren explotar. Castells no oculta los problemas ni los retos, pero advierte, sin enga?os proselitistas, que nadie podr¨¢ ignorar en su vida la sociedad en red porque ya estamos en la galaxia Internet. Y para administrarnos en ella, hace ya tiempo que el trabajo de Castells es particularmente ¨²til.
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