Europa y USA, empieza la carrera
La fuerza acompa?¨® a los USA hasta 2000. La d¨¦cada prodigiosa del supercapitalismo mundial por excelencia continu¨® su avance. Pero el nuevo milenio implic¨® un fuerte giro para el gigante econ¨®mico. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) de los EE UU est¨¢ en el 0,6% y su ¨²ltimo registro trimestral arroj¨® n¨²meros rojos (-1,1). S¨ª, los ¨ªndices burs¨¢tiles desafiaron durante un tiempo la ley de la gravedad, fulminando todas las teor¨ªas tradicionales sobre valoraci¨®n de compa?¨ªas en base a beneficios. Los Estados Unidos alcanzaron en enero de 2000 la fase de expansi¨®n econ¨®mica m¨¢s larga de su historia: 107 meses de crecimiento continuado que superan el r¨¦cord registrado en los felices sesenta. La explicaci¨®n m¨¢s convincente de esta d¨¦cada prodigiosa reside probablemente en los avances de la nueva econom¨ªa, que hace compatible fuerte crecimiento econ¨®mico con estabilidad de precios y situaciones objetivas de pleno empleo. Destroza, pues, las teor¨ªas econ¨®micas de corte cl¨¢sico que relacionaban mec¨¢nicamente m¨¢s crecimiento con m¨¢s inflaci¨®n y con menos desempleo. Una ecuaci¨®n de indudable atractivo que la econom¨ªa te¨®rica tradicional no consigue digerir con facilidad.
La prosperidad se dej¨® sentir en el mercado laboral (21 millones de nuevos empleos desde 1991), en Wall Street (el ¨ªndice Dow Jones pas¨® de los 3.000 puntos a los 10.000) y el Gobierno Federal alcanz¨® el super¨¢vit fiscal perseguido desesperadamente como objetivo de pol¨ªtica presupuestaria del conservador Reagan, pero que cumpli¨® el dem¨®crata Clinton. Wall Street continu¨® con el comportamiento de lo que ya se conoce como mercado yoy¨® de fuertes subidas y bajadas en la misma jornada y de un d¨ªa para otro. Los norteamericanos, animados por la abundancia de trabajo y por el 'efecto riqueza' gastaban en exceso. La mayor¨ªa manten¨ªan un fuerte ritmo de consumo que no pod¨ªa sostenerse s¨®lo con sus niveles ordinarios de ingresos.
La causa, al menos una de las m¨¢s importantes, de esta bonanza econ¨®mica prolongada la encontramos en la fe absoluta en la nueva econom¨ªa que impuls¨® decididamente el ex presidente Clinton. Esta confianza se oficializ¨® como credo en el informe, publicado a finales de 1998 por el Departamento de Comercio, La emergencia de la econom¨ªa digital. Impulsado con gran entusiasmo por su vicepresidente, Al Gore, el empuje a las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, que supon¨ªan un escaso porcentaje del PIB, indujeron un efecto multiplicador muy superior a su aut¨¦ntica dimensi¨®n en la econom¨ªa real.
La econom¨ªa USA tiene un punto d¨¦bil: una cifra r¨¦cord de d¨¦ficit exterior (tanto comercial como por cuenta corriente). Hist¨®ricamente el d¨¦ficit ha sido considerado como un signo de p¨¦rdida de competitividad que amenazaba el crecimiento y la fortaleza del d¨®lar. En su versi¨®n tradicional la teor¨ªa econ¨®mica dice que EE UU financia sus importaciones y buena parte de su crecimiento tomando dinero prestado del exterior. Es decir, que si se mina la confianza de los inversores extranjeros en la econom¨ªa americana, ello frenar¨¢ el flujo de capitales hacia este pa¨ªs, provocar¨¢ un desplome del d¨®lar, una fuerte correcci¨®n en las bolsas y un repunte de la inflaci¨®n. Sin embargo, otros puntos de vista econ¨®micos, m¨¢s modernos y m¨¢s acertados, aseguran que el d¨¦ficit exterior no es signo de debilidad sino, al contrario, de fortaleza.
Clinton dej¨® el buen gobierno de la econom¨ªa USA cuando ¨¦sta ya presentaba signos inequ¨ªvocos de agotamiento y cansancio con indicadores claramente a la baja. El presidente sac¨® sobresaliente en econom¨ªa, suspendi¨® en pol¨ªtica y dej¨® la Casa Blanca. Clinton cre¨® h¨¢bilmente un m¨¦todo de gobierno dise?ado para una econom¨ªa basada en el conocimiento. Y dise?¨® una pol¨ªtica industrial para la nueva econom¨ªa del conocimiento. Comprendi¨® que el poder econ¨®mico de EE UU se derivaba de una combinaci¨®n inteligente de ciencia, innovaci¨®n y formaci¨®n acad¨¦mica. Y se puso a trabajar. En el otro polo del desarrollo econ¨®mico mundial Jap¨®n contin¨²a instalado en una crisis que le dura ya a?os. En aquel pa¨ªs un partido pol¨ªtico (el Liberal Democr¨¢tico) ha gobernado en solitario durante 40 a?os y en coalici¨®n los ¨²ltimos ocho. Su pol¨ªtica, dictada por una vieja guardia, ha estado marcada por una poderosa burocracia y la inextricable relaci¨®n de ambas con las grandes corporaciones. Las expectativas de reforma del modelo desde dentro parecen inexistentes.
Y ahora Europa. En comparaci¨®n con la econom¨ªa norteamericana el diagn¨®stico de Bruselas, respecto a su retraso frente a EE UU en la nueva econom¨ªa, era, seg¨²n el estudio La situaci¨®n econ¨®mica de la UE en el a?o 2000, que la Uni¨®n llevaba al menos cinco a?os de demora respecto al coloso mundial. Wim (Duisenberg) no es Alan (Greenspan). Para mal de los europeos la eficacia demostrada por la FED (Reserva Federal) no es equiparable a la del BCE (Banco Central Europeo). Y, sin embargo, los movimientos de tipos a un lado y otro del Atl¨¢ntico han sido relativamente paralelos, pese a un deseo t¨¢cito por parte del BCE de diferenciar sus decisiones de la FED. La conducci¨®n de la pol¨ªtica cambiaria a trav¨¦s de la pol¨ªtica de tipos de inter¨¦s es m¨¢s que discutible y sus relaciones de causalidad lejanas en el contexto europeo. En 2000 el euro lleg¨® incluso a ser apoyado externamente por los mercados, fuera de toda ortodoxia te¨®rica, con el fin de apuntalar su ca¨ªda libre. Una buena carrera hacia el fracaso.
La explicaci¨®n inversa a los intereses europeos era la del desaf¨ªo americano. La apabullante fortaleza de la econom¨ªa estadounidense. La situaci¨®n era, pues, explicada m¨¢s en t¨¦rminos de la salud del d¨®lar que de la enfermedad del euro. El euro recuperar¨¢ credibilidad y valoraci¨®n en los mercados cuando deje de ser una moneda virtual. Es decir ya. Cuando sea aceptada como moneda de cambio y de reserva en los intercambios comerciales, de servicios y financieros (en particular, por su efecto imitaci¨®n, en los pagos por petr¨®leo); mejore la gesti¨®n monetaria del BCE; se corrijan los desequilibrios macroecon¨®micos y los europeos avancemos con decisi¨®n por la senda de la nueva econom¨ªa recuperando nuestro retraso en la tecnoeconom¨ªa y, por supuesto, conservando nuestro modelo social e identitario. Sin embargo, el factor de mayor impacto contin¨²a siendo la credibilidad y confianza en la unidad pol¨ªtica (con diversidad) del proyecto europeo en los mercados internacionales.
En la Comisi¨®n Europea hay preocupaci¨®n. No parece, por ejemplo, razonable que la presidencia de la UE cambie cada seis meses. O que un pa¨ªs opting-out como el Reino Unido marque la agenda. Tampoco valen los recelos nacionalistas de alg¨²n pa¨ªs y el ¨ªntimo terror que les despierta la ampliaci¨®n de 15 a 27 miembros. Es necesario darle m¨¢s sentido al concepto governance, tan querido por Prodi. La cuesti¨®n, al decir de un experto comunitario, es que hace 20 a?os el 60% de los funcionarios se ocupaba de la 'proyecci¨®n' (planificaci¨®n) y ahora el 70% est¨¢ ocupado en la gesti¨®n. Las tesis del libro El desaf¨ªo americano, tan bien descritas ?en 1967! por Servan-Schreiber se aparecen en el nuevo milenio. Pero ahora desde Europa tenemos m¨¢s instrumentos e instituciones con las que defendernos. ?Seremos capaces de aprovechar nuestras oportunidades?La fuerza acompa?¨® a los USA hasta 2000. La d¨¦cada prodigiosa del supercapitalismo mundial por excelencia continu¨® su avance. Pero el nuevo milenio implic¨® un fuerte giro para el gigante econ¨®mico. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) de los EE UU est¨¢ en el 0,6% y su ¨²ltimo registro trimestral arroj¨® n¨²meros rojos (-1,1). S¨ª, los ¨ªndices burs¨¢tiles desafiaron durante un tiempo la ley de la gravedad, fulminando todas las teor¨ªas tradicionales sobre valoraci¨®n de compa?¨ªas en base a beneficios. Los Estados Unidos alcanzaron en enero de 2000 la fase de expansi¨®n econ¨®mica m¨¢s larga de su historia: 107 meses de crecimiento continuado que superan el r¨¦cord registrado en los felices sesenta. La explicaci¨®n m¨¢s convincente de esta d¨¦cada prodigiosa reside probablemente en los avances de la nueva econom¨ªa, que hace compatible fuerte crecimiento econ¨®mico con estabilidad de precios y situaciones objetivas de pleno empleo. Destroza, pues, las teor¨ªas econ¨®micas de corte cl¨¢sico que relacionaban mec¨¢nicamente m¨¢s crecimiento con m¨¢s inflaci¨®n y con menos desempleo. Una ecuaci¨®n de indudable atractivo que la econom¨ªa te¨®rica tradicional no consigue digerir con facilidad.
Tirso Luis Irure Rocher es profesor del Departamento de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Valencia.
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