Rubianes reina
Uno. Rubianes sale a escena a los acordes de Bad Moon Rising, de los Creedence, y el p¨²blico le aclama como a una estrella de rock. Rubianes lleva seis a?os, seis temporadas, que se dice pronto, en el Club Capitol de Barcelona, un aut¨¦ntico 'club de la comedia', llen¨¢ndolo noche a noche. Si esto lo hubiera hecho un actor (o una actriz) 'de verso', todos (y ellos los primeros, faltar¨ªa m¨¢s) estar¨ªan hablando ahora del 'enorme esfuerzo' realizado, y hasta puede que les diesen una medallita. Pero no se habla bastante de Rubianes. ?Por qu¨¦? Porque es un c¨®mico, y a¨²n queda gente que sigue pensando que un c¨®mico no es un actor. Clich¨¦: un c¨®mico no se convierte en actor hasta que no hace llorar a la gente; entonces hablan de ¨¦l como 'formidable actor dram¨¢tico'. Para algunos, el c¨®mico apenas se diferencia de aquel compa?ero de la mili que pod¨ªa estar contando 'historias divertidas' sin parar durante horas: un peque?o don, 'agradable pero sin importancia', como la habilidad de construir catedrales con palillos. Un actor, para algunos, es un 'artista', un ser que tiene l¨ªnea directa con la divinidad. Un se?or (o se?ora) que 'se esfuerza', memoriza textos largu¨ªsimos, 'entra en el personaje', 'se entrega', 'crea'. Pregunta: '?Y Rubianes no hace todo lo que acabas de decir?'. Respuesta: 'Rubianes sube al escenario, cuenta historias divertidas, la gente se r¨ªe, y ya est¨¢'. Justamente eso me dijo un tipo, a la salida del teatro; un tipo que no hab¨ªa parado de re¨ªr durante m¨¢s de dos horas. Le hubiera estrangulado. '?C¨®mo que ya est¨¢? ?Te parece poco? ?Sabes lo dif¨ªcil que es llegar a ese ya est¨¢?'.
El don de la gracia, como cualquier don, se tiene o no se tiene. Pero la gracia, para sostenerse durante m¨¢s de dos horas, y durante meses y meses en cartel, y durante los veinte a?os que lleva este c¨®mico subi¨¦ndose a un escenario, necesita dos elementos a?adidos que no se aprenden en un cursillo: Arquitectura y Energ¨ªa. A lo largo de todo ese tiempo, Rubianes ha aprendido a rebajar los adornos m¨¢s prescindibles de su arquitectura y los tabiques que frenaban la expansi¨®n de su energ¨ªa, que ahora circula m¨¢s ¨¢cida pero tambi¨¦n m¨¢s relajada que nunca. La mejor prueba de su ¨¦xito es el reloj: han pasado dos horas en escena y parece que hayan pasado tan s¨®lo veinte minutos. O parece que Rubianes 'haya acabado de empezar'. Lo mejor de Rubianes solamente, su ¨²ltimo espect¨¢culo, es que su arquitectura es tan s¨®lida y su energ¨ªa tan fluida que parece 'estar comenzando' continuamente, como las buenas novelas, sin ca¨ªdas de ritmo ni bajadas de tensi¨®n. Y con la gloriosa digresi¨®n, elevada a categor¨ªa: las historias se ramifican, se entrelazan y echan a volar como cometas de las que el c¨®mico nunca suelta el hilo, anud¨¢ndolas y reanud¨¢ndolas en el momento m¨¢s inesperado, como un mago.
El espect¨¢culo cambia cada a?o y cambia cada noche. Cada a?o, porque hay un m¨¦todo en su locura: durante seis meses, el c¨®mico 'da el espect¨¢culo', y dedica los seis meses restantes a vivir a lo grande, a viajar por el mundo, a observar, a llenar los diques, y luego vuelve para contarnos lo que ha visto y lo que ha vivido. Y cambia cada noche porque otro de sus talentos es la imprevisibilidad: nunca sabes 'por d¨®nde saldr¨¢', ni en qu¨¦ desmesurado jard¨ªn acabar¨¢; puede empezar hablando de su abuela, electrocutada y convertida en murci¨¦lago, y acabar advirti¨¦ndonos de los peligros de los lagartos de Tasmania y su venenosa saliva. Rubianes modifica el orden de los n¨²meros seg¨²n le apetece, aparca o recupera mon¨®logos 'cl¨¢sicos', presenta material que ya ha 'rodado' pero que ha seguido creciendo; poda o alarga, ensaya la eficacia del material nuevo, que invent¨® ayer o anteayer, y que ya no ser¨¢ el mismo pasado ma?ana o a la semana siguiente. (Los listos llaman a eso work in progress, mientras se embolsan una subvenci¨®n de Cultura).
Dos. Por suerte para ¨¦l, Rubianes no necesita 'listos' que le categoricen y, en definitiva, le perdonen la vida: tiene a su p¨²blico. Un p¨²blico en el que coinciden sus admiradores de siempre, los que hab¨ªan dejado de ir al teatro y vuelven, convencidos de que al fin van a pasar un rato estupendo, y el matrimonio de mediana edad que se escandaliza ante sus barbaridades pero acaba riendo a carcajadas; y los j¨®venes que no le conoc¨ªan y se sorprenden ante la virulencia de ese extra?o hermano mayor, con ojos de megagolfo y sonrisa de conejo de Alicia, todav¨ªa m¨¢s bestia y descre¨ªdo que ellos. El Rubianes actual, delirantemente imaginativo, es un hijo legitim¨ªsimo de San Miguel Gila Que Est¨¢s En Los Cielos, y un hermano de sangre de Wyoming (por su locuacidad desbordada e hipercr¨ªtica, por su maestr¨ªa a la hora de sacarle punta al l¨¢piz m¨¢s romo) y un heredero transoce¨¢nico, espa?ol¨ªsimo, de Lenny Bruce: virulento en la inmediatez de su respuesta a las intolerables agresiones de la actualidad, feroz en sus exabruptos, en su voluntad de llamar a las cosas por su nombre. Como en los mon¨®logos de Bruce, esa groser¨ªa, esa incorrecci¨®n permanente y militante, jam¨¢s resulta sucia porque no obedece al c¨¢lculo televisivo ni al oportunismo demag¨®gico: cada una de las 'palabras gruesas' que salpican sus mon¨®logos suenan en el escenario como felices taponazos de un champ¨¢n que ha acumulado presi¨®n durante demasiado tiempo. Si todav¨ªa no le han visto, no se lo pierdan. Si le han visto, vuelvan a por m¨¢s.
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