Desafiantes
?Qu¨¦ es lo que hace que todo lo escrito o pintado por mujeres se venda, se agote? Desde hace unos a?os, el mercado de lo producido por mujeres es un ¨¦xito inmediato y rotundo. Y tiene su explicaci¨®n: somos la mitad de la humanidad y en el mundo civilizado cualquier mujer posee medios para comprar un libro o una entrada de exposici¨®n. Los hombres se han pasado miles de a?os explic¨¢ndose y recre¨¢ndose en ellos mismos o dando voz a las mujeres. En cuanto las mujeres han podido, han empezado a llenar los huecos literarios y pl¨¢sticos, dando paso a una explosi¨®n de testimonios vitales y de expresi¨®n de sus fantas¨ªas m¨¢s ¨ªntimas. Hace poco The New York Times explicaba que los relatos de j¨®venes mujeres constitu¨ªan la ¨²ltima moda en las editoriales; en nuestro pa¨ªs, la revista Letra Internacional ha dedicado una amplia secci¨®n de su ¨²ltimo numero de 2001 al tema de las escritoras y el mercado.
Las obras de mujeres se imponen. Una exposici¨®n en Londres recoge autorretratos hist¨®ricos
Ahora mismo, en la National Portrait Gallery de Londres tiene lugar (hasta finales de febrero) una peque?a pero magn¨ªfica exposici¨®n titulada Espejo/Espejo. Autorretratos de mujeres artistas. Lo que inmediatamente sorprende de esta exhibici¨®n es la firmeza y el desaf¨ªo de algunas de las miradas de estas casi desconocidas pintoras. Aqu¨ª hallamos la misma variedad que en los autorretratos masculinos, cuyas im¨¢genes suelen exhibir recovecos psicol¨®gicos o el estatuto social del artista, con la misma parafernalia de pinceles o de c¨¢maras fotogr¨¢ficas en la mano y una mirada interpelativa. Pero ?qu¨¦ mirada! Estamos tan acostumbrados a ver a las mujeres al otro lado del espejo, en la tela o en el papel fotogr¨¢fico, que este cambio de lado tiene algo de asalto y mucho de afirmaci¨®n de una identidad, tanto femenina como meramente profesional. Uno o dos retratos no har¨ªan efecto; es la cantidad y la repetici¨®n (como la cantidad y repetici¨®n de los amantes an¨®nimos de CatherineMillet) lo que les otorga su cualidad sintom¨¢tica, ejemplar. Esta autoafirmaci¨®n de la identidad sexual, que se inici¨®, de hecho, tras la II Guerra Mundial, no ha hecho m¨¢s que empezar. Y por lo tanto posee la fuerza y la vitalidad de todo lo que empieza, esta sensaci¨®n de autenticidad tan escasa hoy en d¨ªa.
Es una l¨¢stima que s¨®lo se trate de artistas inglesas pues un repertorio internacional, desde la mexicana Frida Kahlo hasta la francesa Claude Cahun, hubiera dado para mucho m¨¢s. Pero as¨ª se desvelan, tambi¨¦n, obras rec¨®nditas y personajes desconocidos. Por ejemplo, nos enteramos de que Mary Beale (l633-l699), considerada la primera pintora profesional en Inglaterra y cuya mirada a¨²na seriedad y seducci¨®n, ten¨ªa a su marido de asistente. Angelica Kauffmann, amiga de Winckelmann, mezcla la fragilidad de su mirada vidriosa a su reivindicaci¨®n como pintora, al se?alarse con un dedo a s¨ª misma. Unas se autorretratan con la bata de pintora, las otras en traje de calle o incluso como seductoras, como Doris Zinkeisen (l898-l99l), en deshabill¨¦ bajo un gran mant¨®n de Manila. Hannah Gluckstein se masculiniz¨® el nombre, cambi¨¢ndolo por el de Gluck, y se autorretrat¨® con una mirada profunda, altiva y distante, con un efecto de presencia sobrecogedor. Contra los estereotipos de la belleza femenina, Jo Spencer, que muri¨® de c¨¢ncer en l992, se autofotografi¨® con una m¨¢scara de anciana, gorda y desnuda, blandiendo un machete en una mano, un escudo en la otra y frente a una monta?a de tabletas de chocolate. Como en las autobiograf¨ªas, estos retratos piden ser le¨ªdos, es decir, escrutados. Todos revelan mucho m¨¢s de lo que se ve a primera vista.
Victoria Combal¨ªa es cr¨ªtica de arte.
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