Estado de la oposici¨®n
Transcurrido a?o y medio desde la elecci¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero como secretario general del PSOE, y unos d¨ªas despu¨¦s del triunfal congreso del PP, el comit¨¦ federal de los socialistas celebrado el viernes parece haber sido un ba?o de realismo para los nuevos dirigentes. Tomar conciencia de que no basta con esl¨®ganes euf¨®ricos para construir una alternativa es una condici¨®n para poder un d¨ªa ganar las elecciones. Otra condici¨®n es no dejarse conducir por la impaciencia.
Sin oposici¨®n y alternativa veros¨ªmil no hay democracia. De ah¨ª el inter¨¦s, tras la borrachera de ¨¦xito del PP, de que Zapatero y su equipo se consoliden al frente del primer partido de la oposici¨®n. No lo tienen f¨¢cil. Ya no basta con la descalificaci¨®n del PP como heredero del franquismo, y el margen para desarrollar pol¨ªticas de izquierda se ve limitado por el marco europeo, en particular en materia de gasto p¨²blico. Adem¨¢s, la forma como se produjo la renovaci¨®n de la direcci¨®n del PSOE (en bloque y por sorpresa) ha obligado a los nuevos dirigentes a aprender sobre la marcha. Un argumento obvio frente a quienes ironizan sobre la debilidad pol¨ªtica de Zapatero es que mucho m¨¢s d¨¦bil era Aznar en 1989-1990, y aprendi¨®. Perdi¨®, como Gonz¨¢lez, dos elecciones antes de ganar las de 1996. Despu¨¦s de ganar se le auguraba un r¨¢pido final, y a la siguiente sac¨® mayor¨ªa absoluta.
Zapatero est¨¢ aprendiendo. Su elecci¨®n, tras los ensayos de Borrell y Almunia, fue una apuesta de futuro. Lo peor ser¨ªa que la impaciencia de los m¨¢s nerviosos lo desestabilizase antes de llegar a examinarse. Algunos emplazamientos registrados en el comit¨¦ federal suenan como los ultimatos que suelen dar los malos presidentes de club a sus entrenadores. Es l¨®gico que Zapatero pida tiempo para desplegar sus proyectos. Pero tambi¨¦n tiene derecho a que su partido le haga ver, a ¨¦l y a su equipo, que tener un estilo propio de hacer oposici¨®n no garantiza su eficacia. Hablar de la ilusi¨®n y las ganas de ganar no cubre la necesidad de un discurso pol¨ªtico identificable: hay que decir qu¨¦ se har¨¢ para ganar y qu¨¦ cuando se gane.
La cuesti¨®n de los pactos con el Gobierno parece haber suscitado dudas internas. Hay que distinguir. El Pacto Antiterrorista, que afecta a la primera preocupaci¨®n de los ciudadanos, es una garant¨ªa de que un cambio de Gobierno no modificar¨¢ la negativa del Estado a pagar un precio por la paz. No es m¨¢s, pero tampoco menos. La lealtad del PSOE a su contenido es lo que le permite criticar al Gobierno en otros terrenos sin que pueda acus¨¢rsele de sectario. Ello puede extenderse, con matizaciones, a la pol¨ªtica vasca en general. Lo que no tendr¨ªa sentido es mostrarse favorable a una pol¨ªtica de Estado en otras cuestiones y reticente en ¨¦sa.
Respecto al Pacto por la Justicia, es l¨®gica la irritaci¨®n del PSOE frente al sectarismo de la mayor¨ªa conservadora del Consejo General del Poder Judicial en materia de nombramientos. Sin embargo, no se entender¨ªa que la soluci¨®n sea que los partidos decidan lo que tienen que votar los miembros del Consejo. Lo criticable del PP ha sido su silencio frente a la concepci¨®n cuasi hereditaria -a un juez conservador sucede otro de la misma cuerda- con que se ha justificado que la mayor¨ªa vaya al copo.
Zapatero se mostr¨® partidario de un pacto de Estado sobre la inmigraci¨®n. Tal vez sea conveniente, pero eso no es una propuesta, sino un m¨¦todo. Lo primero es que la oposici¨®n plantee sus propias alternativas y las difunda; ya se ver¨¢ luego si es posible un pacto con el Gobierno. La idea de oposici¨®n ¨²til es equ¨ªvoca: tiene que ser responsable, no demag¨®gica; pero no toda propuesta debe plantearse como oferta de consenso; la oposici¨®n critica y plantea alternativas.
Respecto al Pacto Local para dar mayor autonom¨ªa a los municipios (es decir, m¨¢s competencias y m¨¢s recursos), es cierto que se trata de un (viej¨ªsimo) planteamiento de la izquierda al que se ha apuntado la derecha. Pero, como dijo Maragall, resulta dif¨ªcil rechazar el acuerdo propuesto por el PP cuando la ejecutiva federal ha aprobado hace semanas un documento en el que expresamente se plantea 'un acuerdo de Estado sobre los nuevos horizontes de la autonom¨ªa local' con esos mismos objetivos. El argumento de que en v¨ªsperas de las municipales no conviene darle al PP la oportunidad de capitalizar ese pacto es reversible: que lo capitalice el PSOE convenciendo a las comunidades aut¨®nomas que gobierna para que ejerzan su competencia de organizaci¨®n del poder local, delegando a los ayuntamientos aquello que pueda ser mejor gestionado desde ese ¨¢mbito.
Ni Espa?a va tan bien como pretende Aznar ni vencerle ser¨¢ tan f¨¢cil como supon¨ªan los de Zapatero hace un a?o. Un ba?o de realismo les viene bien a todos.
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