Dama en cueros
Fue una giganta del amor. Se cas¨® a los 18 a?os, con un capit¨¢n de h¨²sares. En una ¨ªntima biograf¨ªa, se describen sus pechos frutales, con unos pezones que emit¨ªan destellos de amatista. Su sexo era delicado y fragante como la malvas¨ªa, aunque el capit¨¢n apenas disfrut¨® tanta dulzura: un francotirador le vol¨® toda su virilidad, en una emboscada. A partir de entonces el capit¨¢n se entreg¨® a la melancol¨ªa: y ella, al carnicero mulato de la Martinica, que dispon¨ªa de una abultada virtud, para sosegar el ardor de su cuerpo. Cuando muri¨® el capit¨¢n, contrajo segundas nupcias, con un noble borgo?¨®n, que ten¨ªa un castillo hipotecado, y algo m¨¢s de sesenta a?os. Fue entonces cuando se enamor¨® del pintor ingl¨¦s sir Henry Collins, amigo y hu¨¦sped de su esposo, con quien se embarc¨® en una apasionada aventura. En uno de sus encuentros subrepticios, pos¨® desnuda para el artista, con unas sandalias de cuero de buey, en un prado de flores silvestres. El retrato est¨¢ catalogado y se titula Dama en cueros. La giganta del amor se muestra radiante, al borde de la treintena.
Tuvo tres maridos m¨¢s y 47 amantes confesados de muy variada condici¨®n: desde un violinista indigente, hasta un industrial de Detroit. Se cas¨®, por ¨²ltimo, en Madrid, con un funcionario de Hacienda. Ella ten¨ªa 55 a?os y no se atemperaba; su marido iba a golpe de viagra e himnos patri¨®ticos. Pero ni con todo su ¨¦nfasis, soport¨® la fogosidad de su esposa. Cuando la palm¨®, la dama no pudo arregl¨¢rselas con la miseria de paga que le dej¨®, y se emple¨® en el comercio de la plaza. Su salud era excelente y la medicina le vaticin¨® una larga vida. Fue entonces cuando escuch¨® la propuesta delirante de aquel individuo, sin duda uno de sus pretendientes despechados: la mujer, a mayor longevidad menos jubilaci¨®n. El muy imb¨¦cil pretend¨ªa rendirla por hambre. Pero la giganta del amor no pod¨ªa permitir que la obra ¨¢urea de sir Henry Collins Dama en cueros, se quedara en pensionista en pellejos. Afil¨® un cuchillo de cocina y sali¨® en su busca. Era febrero, como entonces, y tambi¨¦n ol¨ªa a primavera.
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