La directiva de Enron se niega a dar explicaciones al Congreso
Tal y como cab¨ªa imaginar, acudieron pero callaron: varios directivos y ex directivos de Enron citados por las comisiones de investigaci¨®n del Congreso de EE UU viajaron al Capitolio pero se acogieron al derecho constitucional que les permite guardar silencio para no autoinculparse.
La comparecencia de Andrew Fastow pod¨ªa haber sido incluso m¨¢s reveladora que la del ex presidente Kenneth Lay dado que el anterior era el m¨¢ximo responsable de las finanzas de la empresa y el ejemplo del mayor enriquecimiento en la c¨²pula de Enron.
Fastow respondi¨® a la llamada del subcomit¨¦ de Energ¨ªa y Comercio de la C¨¢mara de Representantes. En cuanto se sent¨® en la silla de testigos y se identific¨®, declar¨®: 'Siguiendo el consejo de mi abogado, declino respetuosamente responder a cualquier pregunta en funci¨®n de la protecci¨®n que me proporciona la Constituci¨®n de EE UU'. La quinta enmienda de la Carta Magna le da derecho a no testificar en su contra.
Michael Kopper, otro antiguo directivo de Enron que convirti¨® 125.000 d¨®lares en 10,5 millones en menos de tres a?os, tambi¨¦n acudi¨® pero se neg¨® a declarar. Otros dos ejecutivos de la directiva actual, Richard Buy y Richard Causey, siguieron el mismo ejemplo.
Despu¨¦s de ser dispensados, Fastow y Kopper permanecieron en la sala durante un buen rato. Sentados en un banquillo, separados por sus respectivos abogados, escucharon c¨®mo los congresistas usaban contra la antigua directiva expresiones como 'ladrones empresariales', 'cowboys de los negocios' o 'terroristas financieros'.
El republicano James Greenwood, que preside el subcomit¨¦, eleva cada d¨ªa un poco m¨¢s el tono de su indignaci¨®n y convierte el trabajo de la investigaci¨®n en un cat¨¢logo de acusaciones abiertas: 'El derrumbe de Enron no fue provocado por actos aislados de unos pocos empleados malvados. Requiri¨® la complicidad de mucha m¨¢s gente que un grupo de manzanas podridas'. Sin dejar de mirar a Fastow, Greenwood continu¨®: '?Mereci¨® la pena vender su ¨¦tica? ?Mereci¨® la pena vender su alma? Sospecho que algunos de ustedes contestar¨¢n que s¨ª'.
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